La teología es el origen de la mano invisible

¿Acaso tiene alguna importancia que hablemos de asuntos tan antiguos y esotéricos como el teorema de la mano invisible del mercado, que misteriosamente transforma el egoísmo, el interés propio, e… ¿Acaso tiene alguna importancia que hablemos de...

11 de septiembre, 2014

¿Acaso tiene alguna importancia que hablemos de asuntos tan antiguos y esotéricos como el teorema de la mano invisible del mercado, que misteriosamente transforma el egoísmo, el interés propio, e…

¿Acaso tiene alguna importancia que hablemos de asuntos tan antiguos y esotéricos como el teorema de la mano invisible del mercado, que misteriosamente transforma el egoísmo, el interés propio, e inclusive el vicio privado en beneficios públicos? ¿Cómo afectan a nuestra vida? Sí importa comprender estos fenómenos porque la manera como vemos y entendemos el mundo (cosmovisión) es lo que norma y guía a nuestro subconsciente y determina nuestra conducta y nuestras acciones. El símil son los programas (software) de una computadora, los cuales le hacen posible realizar determinadas tareas. A esa especie de piloto automático, que determina nuestra conducta, el psicoanalista Wilhelm Reich lo llamó subyugación deseada en "La psicología de masas del fascismo". Sólo una ruptura y una nueva teoría sobre el origen de las cosas o del mundo (cosmogonía), modifican nuestra forma de actuar.

Entonces, ¿qué origina la idea de la mano invisible, esa ideología que da forma a la manera como nos relacionamos los hombres para producir, comerciar… para vivir? Es sabido que esta visión del mundo, sostiene que debemos al egoísmo, al anhelo de lucro (del carnicero, del panadero… del empresario) nuestro alimento y bienestar. Por tanto, el vicio privado y hasta la inmoralidad explican el vigor del comercio y la riqueza de las naciones. El corolario de entender así el mundo es la reducción del hombre a una entidad económica, que determina su ser egoísta, calculador y racional. Nada existe fuera del mundo-mercado. Si el mercado o base económica determina a la ética, a la política, a la sociedad entera y por ende a nuestro ser, el hombre al final del día es sólo una mercancía. A tal grado de degradación nos lleva esa creencia.

Hay otras derivaciones de esa visión del mundo: la codicia, el afán de lucro, que son el motor del egoísmo, nos mueven a anhelar siempre más: es origen del progreso y de la búsqueda del crecimiento económico perpetuo, que si bien nos ha llevado a cumbres excelsas de bienestar, también nos ha condenado a poseer sin límite, al consumo infinito. Crecimiento por el crecimiento. Consumo por el consumo… El progreso a cualquier costo. ¿Acaso la visión del mundo de crecer por crecer, no ha causado la degradación ambiental y la montaña de deudas, amenazas apocalípticas? ¿Pero de dónde viene la idea de progreso, cuyo origen es la creencia de que la mano invisible transforma el egoísmo, el pecado o vicio, en bienes? La idea se remonta a la Suma Teológica de Tomás de Aquino, quién dedujo que el mal se funda en el bien, que si se comete un mal es en aras de un bien. La teología es cuna de la economía moderna.

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