A propósito de los animados debates contemporáneos sobre si los animales deberían tener derechos, el pasado 21 de agosto del año en curso, con 16…
A propósito de los animados debates contemporáneos sobre si los animales deberían tener derechos, el pasado 21 de agosto del año en curso, con 16 votos a favor y 5 en contra, el Congreso del Estado de Coahuila aprobó el dictamen que prohíbe las corridas de toros.
En mi opinión, existen muy buenas razones que justifican dicha prohibición. Si compartimos la idea que los animales son "alguien" y no "algo" por lo tanto compartiríamos los principios morales fundamentales y en este sentido un elemental derecho: el de ser tratados con respeto.
La crueldad con la que son tratados los animales en las corridas de toros erosiona ese principio; el debate al fin y cabo tiene mucho que ver con la capacidad que tenemos como sociedad de construir un debate moral razonado, y articular criterios que promuevan la idea del "bien común" como virtud cívica.
Los animales se encuentran conscientes de lo que sucede en el mundo que los rodea y tiene una importancia para sí, en este sentido, los animales no solo están en el mundo per sé, sino cada uno tiene experiencias de vida que pueden ser mejores o peores.
La idea en torno a los los derechos de los animales y su relación con los derechos humanos, no pretende sugerir que vale para uno (animales) y para otro (humanos) lo mismo en todos los sentidos posibles1, sin embargo, lo que si se intenta sostener es que los animales y los seres humanos comparten derechos morales básicos.
En esta línea, los seres humanos tienen una responsabilidad ética con los animales, que se sustenta en una de serie valores intrínsecos, a saber, el bienestar, respeto, libertad e igualdad.
La justificación de los derechos de los animales, no se encuentra en la respuesta a las preguntas: ¿pueden hablar? o ¿pueden pensar?, sino a la pregunta ¿pueden sufrir? Esa capacidad de sufrir es compartida por humanos y animales.
Por tanto, corresponde a los seres humanos respetar la vida en todas sus formas. Este respeto debe expresarse tanto para la unidad como para diversidad de todos seres vivientes y para la dignidad de todos los animales2.
En suma, el reconocimiento de los derechos que los animales tienen y la responsabilidad moral de la humanidad que dicha cuestión conlleva, nos remite necesariamente a la construcción de discursos éticos razonados que por un lado constituyen un elemento básico de la virtud cívica comunitaria y por otro un avance civilizatorio de gran importancia.
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1 Por ejemplo, no podría sustentarse que los animales pueden tener el derecho a la libertad de expresión, o derechos culturales, como acceso al arte, la música. Mucho menos pensar que los pollos tengan derecho a votar, etcétera.
2 “El espíritu de la Declaración Universal de las Derechos Animales” Juan Ramón Blanco Aristín, Madrid, 2012.

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