De la gran represión económica a la crisis de gobernanza

27 de agosto, 2014

AdminRHT

¿Cuáles son las condiciones para una vida digna? Clara Jusidman y Norma Samaniego, reputadas investigadoras, respondieron a esta interrogante en la reunión de este mes del Centro Tepoztlán, Víctor L. Urquidi. Clara Jusidman, a partir de su investigación, discurrió sobre qué necesitan las personas para su pleno desarrollo. Norma Samaniego trató el problema desde la perspectiva de la evolución de los salarios y el empleo en los últimos 30 años y su impacto en la convivencia social en México. La reproducción humana, establece Jusidman, implica cuatro requerimientos: materiales (alimentación, salud, protección y abrigo, vestido y vivienda, infraestructura y servicios, etc.), psicoafectivos (afecto, aceptación y reconocimiento, identidad, libertades, recreación, etc.), de seguridad (empleo e ingreso seguros, seguridad alimentaria, seguridad física, etc.) y culturales (educación e instrucción escolar, etc.).

Norma Samaniego reveló cómo, a partir de finales de los años ochenta, han caído los salarios, se han deteriorado y precarizado los empleos (predominan los trabajos temporales con ingresos de uno a tres salarios mínimos) y el desmesurado aumento del empleo informal. A ello se suma la menor provisión de bienes y servicios públicos, en cantidad y en calidad. El resultado es la crisis social y política, cuyo origen es la violencia económica, que se manifiesta como represión salarial y falta de oportunidades. Esta destrucción de las condiciones de reproducción humana demuele la socialización, que se agrava por la impunidad, la corrupción y el colapso del sistema judicial. Es decir, la gran crisis humanitaria genera violencia, así como ruptura social y de convivencia pacífica. Ello explica la creciente dificultad para gobernar.

¿Cómo llegamos a tan crítico estado de cosas?, fue la pregunta que nos planteamos los participantes del seminario. La respuesta más plausible señala que el quid del problema es la crisis de la democracia, en su doble vertiente, a saber: la fuerza creciente de los poderes particulares –que han abatido el margen de acción del Estado para instituir políticas públicas generales que ayuden a la reproducción de seres humanos y de ciudadanos– y la crisis de representación popular, que impide la rendición de cuentas de los políticos y hace imposible que el ciudadano influya en el diseño y en el curso de las políticas públicas. La debacle de la democracia –porque ha degenerado en plutocracia– se manifiesta como desigualdad extrema y destrucción de la cohesión y las condiciones de la gobernanza. Salir del embrollo implica, entre otras cosas, una inserción exitosa de México en una globalización acotada.

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