Directora del Departamento de Criminología y Seguridad, Universidad Camilo José Cela
Profesor Doctor e Investigador, Universidad Camilo José Cela
Maltratar a los animales es una conducta relacionada con trastornos afectivos y de relaciones interpersonales, particularmente con la falta de empatía, como indica la literatura científica. En el ámbito de la criminología ha sido ampliamente estudiado dentro del marco de las conductas violentas.
Detectar y perseguir el maltrato animal puede permitir la identificación de casos de violencia contra los seres humanos, especialmente en el ámbito familiar.
Este punto de partida nos llevó a los miembros del Grupo de Investigación sobre Promoción de la Biodiversidad (GProBio) de la Universidad Camilo José Cela, junto con integrantes del Grupo de Estudiantes para la Investigación en Criminología (GEICS), a hacer un estudio en España sobre el maltrato animal en el seno de la convivencia.
Maltrato animal en el seno de la pareja
En nuestro trabajo nos centramos en situaciones en las que existe violencia de género, como parte de la violencia en el seno de la familia, y maltrato hacia los animales cometidos por el mismo perpetrador. Se produce, por tanto, la victimización tanto de la pareja como del animal de compañía, ganadería o caza.
Para averiguar si el maltrato animal podría ser un indicador policial de violencia de género, realizamos un análisis de casos policiales de violencia de género en los que se han cometido acciones violentas hacia animales y violentas o intimidatorias hacia las parejas o exparejas.
Este estudio exploratorio tuvo como principal objetivo comprender el papel que desempeña la violencia sobre los animales bajo control humano –mascotas, ganado o caza– como parte del maltrato psicológico en una relación amorosa. Esto nos permitió analizar la utilidad del delito de maltrato animal como indicador de posible violencia dentro de la pareja o expareja.
¿Por qué se agrede a las mascotas?
Detectamos que el crimen se inicia con antecedentes violentos previos de menos calado, o con rupturas o ceses intermitentes de la convivencia, generándose una situación de tensión mantenida en el seno de la pareja.
En un momento dado, surge una discusión por cualquier asunto, como temas económicos, custodia de los hijos o celos, donde el enfado y la frustración precipitan una conducta agresiva de mayor intensidad.
Cuando llega la violencia hacia el animal, observamos que esta se emplea con dos fines:
- Instrumental, como aviso para la víctima humana, testigo de la agresión. Le indica que puede dirigir conductas de agresión física contra ella, como forma de expresión del enfado y amenaza de un mal futuro mayor. Estampar un gato contra el suelo, disparar mortalmente a dos caballos en presencia de toda la familia o pisar la cabeza de un cachorro hasta la muerte mientras se hace algún tipo de exigencia son algunos ejemplos reales.
- En los peores casos, pasa a ser una violencia expresiva, de castigo, en concurrencia con las acciones de violencia de género o familiar. Algunos ejemplos son empujar a la víctima violentamente contra un acuario y pisotear los peces, coger a la víctima del cuello o golpearla y a la vez patear a su perro e intentar ahogar al perro en la bañera mientras se obliga a la víctima a beber productos de limpieza.
Lógicamente, los resultados de estos episodios incluyen lesiones para la vida humana o del animal o su muerte, así como la huida o ruptura de la relación. A esto se debe sumar el daño psicológico a las víctimas, en especial si hay testigos menores de edad.
Un indicador de violencia familiar
Conocer la incidencia real de este fenómeno es muy difícil debido a que su denuncia no es muy común. Los datos estadísticos de delitos contra la flora y fauna comenzaron a registrarse en el INE en 2013, y se han incrementado anualmente desde entonces.
Un estudio de 2018 exploró la intersección de la denominada “violencia de pareja íntima” (una de las formas más comunes de violencia contra las mujeres) y la crueldad animal en una muestra étnicamente diversa de 103 mujeres maltratadas que, además, poseían animales de compañía.
Las mujeres fueron reclutadas de programas comunitarios de violencia doméstica. Entre otros temas recurrentes, el trabajo reveló que el maltrato animal por parte de la pareja se ejercía como una táctica de control y poder coercitivo y que se recurría a él para disciplinar o castigar a la mascota.
De las 103 participantes, el 75 % expresó que su pareja amenazó a un animal de compañía, el 66 % que su pareja lastimó a un animal de compañía y el 1 % que había matado a un animal. El 41 % de las participantes aseguró que su pareja había utilizado o amenazado con utilizar un objeto que no era un arma de fuego para herir o matar a un animal.
Además, las mujeres declararon con frecuencia que se exhibieron armas de fuego y de otro tipo durante los incidentes de maltrato animal, y que se utilizaron contra la víctima humana y el animal.
Perros y gatos, los animales domésticos preferidos, son también los que más maltrato sufren. Un total de 168 000 perros abandonados fueron recogidos por sociedades protectoras de los animales en 2022. De ellos, el 13 % fueron abandonados al final de la temporada de caza, según la fundación Affinity.
Ahora bien, las conductas de maltrato animal tienden a esconderse menos y, consecuentemente, pueden identificarse con mayor facilidad por parte de testigos familiares, amigos o vecinos. Por eso, el maltrato animal podría ser un indicador policial de que en una familia pueden existir delitos contra las personas considerados más graves, generalmente vinculados con el maltrato psicológico o físico.
En España ha habido importantes avances legislativos en los últimos años en el ámbito penal y civil en cuanto a protección animal y de la familia. La nueva Ley de Bienestar Animal era más que necesaria, pero no incluye algunos cambios requeridos, como herramientas policiales que vinculen las detecciones de maltrato animal con la protección de las personas que integran la familia y la ampliación del alcance de la protección a los animales de caza, por ejemplo.
En conclusión, ampliar el seguimiento del bienestar de los animales de compañía, ganadería o caza permitiría detectar casos de maltrato, pudiendo iniciarse así un proceso de investigación sobre violencia en el ámbito familiar.
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