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Autoría
Víctor de Lorenzo Prieto
Profesor de Investigación, Biología Sintética, Centro Nacional de Biotecnología (CNB - CSIC)
Un viento fuerte lleva ya algunos años soplando en las ciencias de la vida. Se llama
biología sintética. Y como cualquier viento fuerte, puede empujar al barco mucho más allá del territorio conocido.
En su versión contemporánea,
la biología sintética nació en los primeros años del siglo XXI. Y no precisamente en el mundo de la biología, sino entre los ingenieros electrónicos y computacionales del área de la bahía de Boston. Algunos académicos de ese entorno comenzaron a preguntarse por las interacciones entre los componentes materiales de un sistema vivo que hace (como en cualquier máquina fabricada por humanos) que funcionen como funcionan.
Para ello hay que abordarlos no con una perspectiva evolutiva (como es habitual entre los biólogos), sino con abstracciones y métodos de análisis tomados de la electrónica, la manufactura industrial y la computación, junto con sus correspondientes herramientas matemáticas. Y así nace la biología sintética, que es, nada más y nada menos, que mirar a los sistemas vivos y su complejidad a través de la lente de la ingeniería.
Como piezas de LEGO
Con esa perspectiva, cualquier sistema biológico, por complicado que sea, se puede descomponer en un conjunto finito de módulos y dispositivos. Estos a su vez se pueden dividir en partes con formatos, conectividades y funcionalidades definidas, todas ellas codificadas en secuencias de ADN.
Te puede interesar:
Y aquí viene la proposición más novedosa (e inquietante) de la biología sintética: con esa misma lógica y jerarquía de partes, dispositivos, módulos y sistemas, uno puede reconectar de forma racional esos ingredientes biológicos de una forma distinta para dar lugar a propiedades no existentes antes en la naturaleza. Es como descomponer una máquina hecha con piezas de LEGO y construir con ellas otra máquina distinta.
De esta forma, la relación de la ingeniería con la biología deja de ser metafórica (como en la ya clásica
ingeniería genética) para convertirse en una verdadera metodología constructiva y deconstructiva de los objetos vivos. Si nuestros antepasados usaban la madera de los árboles para hacer vigas y casas, la biología sintética emplea partes biológicas codificadas en el ADN para construir racionalmente ítems biológicos con propiedades distintas a las ya existentes.
La utilización de
bacterias como un film fotográfico, como
sensores ópticos de minas antipersonales o como
productores de combustibles son solo algunos ejemplos tempranos de ese enorme potencial.
Este nuevo marco conceptual tiene sus raíces en la biología molecular (iniciada por los físicos después de la Segunda Guerra Mundial) y la biología de sistemas (la comprensión matemática de la complejidad biológica), pero diverge de ellas porque su agenda no es
entender, sino
hacer.
Esto la convierte en una especie de tercera ola de la
biotecnología tras la primera, antes del ADN recombinante, y la segunda, iniciada con el desarrollo de las técnicas de clonación a mediados de los 1970. En ese sentido, la biología sintética permite que la biotecnología cumpla su agenda definitiva y se convierta en un tipo más de ingeniería.
Comprender el origen de la vida
Aunque estos principios generales tienen muchas ramificaciones, la biología sintética viene sobre todo en dos sabores. Uno, como herramienta para contestar preguntas fundamentales, siguiendo la famosa afirmación póstuma del físico
Richard Feymann de que “lo que no puedo crear, no lo entiendo”. Es decir, que la reconstrucción racional de un sistema es la prueba definitiva de que comprendemos su funcionamiento.
No en vano, una rama muy importante de este campo persigue
construir células en el laboratorio a partir de precursores simples como una forma de entender el origen de la vida (y, de paso, revisando críticamente los experimentos de
Louis Pasteur sobre la generación espontánea).
[caption id="attachment_92787" align="alignnone" width="804"]

Los dos caminos para mapear la transición de la no-vida a la vida. Author provided[/caption]
Algunos plantean que la creación de vida en el laboratorio es el
Proyecto Manhattan (el que condujo a la fabricación de la bomba atómica) de la biología. Aunque cuando se consiga, más temprano que tarde, el impacto en los diversos sistemas de creencias será mucho menor que el que muchos anticipan.
Tejidos con colores programados genéticamente y otras aplicaciones
Pero lo más llamativo de la biología sintética no es tanto responder a preguntas fundamentales, sino llevar a la biotecnología a niveles de eficacia sin precedentes y expandir su aprovechamiento mucho más allá de las aplicaciones tradicionales en medicina y agricultura.
Esto es posible gracias a la capacidad creciente de escribir secuencias de ADN con instrucciones nuevas que son interpretadas como
software por un recipiente biológico, ahora renombrado “chasis” en la jerga del campo. Esto permite una reprogramación deliberada de los sistemas vivos no solo en su capacidad de producir compuestos de interés, sino también en su morfología física, sus movimientos y sus programas de desarrollo macroscópico.
Las posibilidades abiertas por esta capacidad de reescribir el ADN son inmensas y los campos de aplicación, ilimitados: desde los productos textiles funcionalizados (por ejemplo,
sustitutos del cuero animal con colores programados genéticamente) a la
bioarquitectura con tecnologías microbianas, pasando por supuesto por la
medicina y la
agricultura.
Un coro de voces críticas
Todas estas ideas y tecnologías han sido recibidos con entusiasmo por algunas comunidades científicas y técnicas, en especial la biotecnológica. Pero también
con escepticismo, si no con hostilidad, por otras.
Parte del
establishment académico, sobre todo en Europa, no se siente cómoda con que la biología sea invadida (y mucho menos explicada) por disciplinas ajenas a las tradicionales ciencias de la vida.
Otros opositores a la biología sintética (herederos del activismo contra los organismos genéticamente modificados) tienen motivaciones fundamentalmente políticas. Argumentan que este campo no es más que una nueva herramienta al servicio del neoliberalismo y de la explotación sin freno de la naturaleza en beneficio de unos pocos.
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Hay algo de todo esto en el ecosistema que se está formando alrededor del nuevo campo. Pero también es cierto que, gracias a nuestro aprendizaje del lenguaje y la lógica de lo vivo y su inmensa capacidad de resolver problemas con mecanismos evolutivos, pasemos pronto de los intentos actuales de tecnificar la biología a ver una creciente
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Como toda nueva ola científico-técnica, el diablo está mucho más en los detalles de su utilización que en la cosa en sí misma.
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Autoría
Guido Corradi
Profesor de percepción y atención, Universidad Camilo José Cela
¿Recuerda la última vez que usó un baño público? Es decir, cualquier baño que no sea el del confort del hogar. Todos, en algún momento de nuestra vida, nos vemos en la necesidad de usarlos. Y, en general, no suelen traer buenas experiencias.
Los baños públicos
no siempre cubren nuestras necesidades. Hoy día, gracias a la investigación, sabemos que incluso pueden afectar negativamente a diferentes aspectos de nuestra vida. En especial a personas que, por diversos trastornos de salud, dependen de ellos.
¿Dónde están? Normalmente, al fondo a la derecha del establecimiento, escondidos, tanto literal como metafóricamente. Las consecuencias de no darle la importancia que realmente tienen es su paulatina desaparición y el descuido continuo de su limpieza. A veces se encuentran en condiciones realmente deplorables.
Para identificar las experiencias negativas en los baños públicos entrevistamos a aquellos que con más frecuencia los usan. Es decir, personas con enfermedades inflamatorias intestinales, entre las que se incluyen la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Las situaciones desagradables a las que se enfrentan son variadas: desde establecimientos que ponen trabas para su uso hasta la presencia de suciedad, la escasa higiene o la falta de intimidad.
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Peor calidad de vida
Los resultados nos muestran que
existe una relación entre esos eventos negativos y el descenso de calidad de vida.
Además, detectamos que estas experiencias negativas suelen verse afectadas por la clase social: se producen con más frecuencia en personas con bajos ingresos económicos y menor nivel educativo.
En línea con
investigaciones previas, también se encontró que la (mala) relación con los baños públicos está condicionada por el género: hubo más experiencias negativas por parte de mujeres que de hombres, quizá relacionado con necesidades diferentes que habitualmente no son tenidas en cuenta.
[caption id="attachment_92784" align="alignnone" width="748"]

Komsan Loonprom / Shutterstock[/caption]
Esta carga es especialmente pesada para personas que no pueden posponer el uso del baño, o posponerlo implica un gran dolor y malestar. Hay diversas dolencias médicas que generan esta situación: enfermedades intestinales, urogenitales, efectos secundarios de medicaciones, etc. Y todas implican la dependencia de baños públicos cuando estamos fuera de casa.
Otro estudio de nuestro equipo muestra que podemos relacionar específicamente estas situaciones negativas con el aumento de la vergüenza relacionada con su dolencia. Esta vergüenza relativa a la propia enfermedad se relaciona con peores resultados de salud, ya que, por ejemplo, se reduce la búsqueda de ayuda o apoyo en el entorno.
Y no acaba ahí la lista de problemas asociados a los baños públicos. Por ejemplo, las personas
trans y
queer se enfrentan a dificultades para acceder al baño como consecuencia de la transfobia. Y se ha detectado una evidente proliferación de problemas de urogenitales fruto de aguantar las ganas de ir al baño en el
centro de trabajo o de no adaptar los centros educativos a las
necesidades de la infancia.
Hay que hablar de baños públicos
Un sistema de baños públicos deficiente es una losa sobre los hombros de todos que puede afectar a la calidad de vida y la salud. Pero no todo está perdido: evaluar la situación y tomar consciencia del problema es el primer paso para un horizonte donde tengamos baños de calidad para todos, que respeten las necesidades de cada individuo.
Una cosa está clara: hay que hablar de baños públicos y dejarlo de hacer a escondidas. Debemos exigir nuestro derecho básico a no tener que esperar a llegar a casa para ir al baño.
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Autoría
Víctor de Lorenzo Prieto
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Un viento fuerte lleva ya algunos años soplando en las ciencias de la vida. Se llama
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En su versión contemporánea,
la biología sintética nació en los primeros años del siglo XXI. Y no precisamente en el mundo de la biología, sino entre los ingenieros electrónicos y computacionales del área de la bahía de Boston. Algunos académicos de ese entorno comenzaron a preguntarse por las interacciones entre los componentes materiales de un sistema vivo que hace (como en cualquier máquina fabricada por humanos) que funcionen como funcionan.
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Como piezas de LEGO
Con esa perspectiva, cualquier sistema biológico, por complicado que sea, se puede descomponer en un conjunto finito de módulos y dispositivos. Estos a su vez se pueden dividir en partes con formatos, conectividades y funcionalidades definidas, todas ellas codificadas en secuencias de ADN.
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Y aquí viene la proposición más novedosa (e inquietante) de la biología sintética: con esa misma lógica y jerarquía de partes, dispositivos, módulos y sistemas, uno puede reconectar de forma racional esos ingredientes biológicos de una forma distinta para dar lugar a propiedades no existentes antes en la naturaleza. Es como descomponer una máquina hecha con piezas de LEGO y construir con ellas otra máquina distinta.
De esta forma, la relación de la ingeniería con la biología deja de ser metafórica (como en la ya clásica
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Los dos caminos para mapear la transición de la no-vida a la vida. Author provided[/caption]
Algunos plantean que la creación de vida en el laboratorio es el
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Tejidos con colores programados genéticamente y otras aplicaciones
Pero lo más llamativo de la biología sintética no es tanto responder a preguntas fundamentales, sino llevar a la biotecnología a niveles de eficacia sin precedentes y expandir su aprovechamiento mucho más allá de las aplicaciones tradicionales en medicina y agricultura.
Esto es posible gracias a la capacidad creciente de escribir secuencias de ADN con instrucciones nuevas que son interpretadas como
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Todas estas ideas y tecnologías han sido recibidos con entusiasmo por algunas comunidades científicas y técnicas, en especial la biotecnológica. Pero también
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