Los delitos de trata de personas constituyen un grave problema en México y en el mundo; las manifestaciones delictivas violentan los derechos humanos, socaban la dignidad de las víctimas y presentan terribles repercusiones en su salud, física, mental y emocional. Además, por las características de estos delitos, alcances y mecanismos de operación, representan un flagelo para la sociedad en su conjunto.
De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas, es la tercera fuente de ingresos para la delincuencia organizada transnacional y está íntimamente vinculada a otros delitos como el secuestro, la extorsión, el lavado de dinero, la corrupción, el tráfico de drogas y el tráfico ilícito de migrantes.
Mayoritariamente, las víctimas de estos delitos son mujeres, niñas, niños y adolescentes pobres y en condiciones de alta vulnerabilidad; así como personas de la tercera edad e indígenas.
Algunas conductas delictivas típicas de “trata” son la explotación sexual, de la prostitución, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas similares a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos, la mendicidad, los matrimonios forzados, entre otros aberrantes delitos.
Es necesario que el Estado en sus tres niveles y órdenes de gobierno, avancen con pasos firmes y decididos, desde el ámbito de su competencia, para combatir todas y cada una de las modalidades de “trata de personas”, pero también es fundamental hacerlo desde la sociedad. Ambas partes tenemos que crear una nueva cultura de revalorización de los seres humanos para poder combatir la esclavitud del siglo XXI.
Tenemos que sensibilizarnos, hermanarnos y solidarizarlos con las víctimas y conscientemente hacer todo lo que esté a nuestro alcance por prevenir y denunciar este tipo de conductas.
Es nuestra obligación como integrantes de una sociedad amenazada y lastimada por la delincuencia organizada, rechazar tajantemente cualquier forma de explotación derivada de la trata de personas. Lo cual implica informarnos, informar a nuestros familiares y amigos, no involucrarnos de ninguna manera en actividades relacionadas directa o indirectamente con la explotación sexual, laboral o cualquier otra forma de sometimiento, no adquirir o consumir productos o servicios de personas y establecimientos que mantengan a otras personas sometidas y solidarizarnos con las víctimas.
Desde la sociedad, es importante que rompamos las cadenas de la esclavitud moderna, para ello, tenemos que romper muchas cadenas ideológicas y aprender a ver con otra mirada y bajo nuevos paradigmas conductas que aprendimos a mirar como normales y no lo son.
No es normal que niñas, niños o ancianos sean obligados a pedir limosna en las calles, no es normal que los jornaleros agrícolas sean explotados laboralmente, no es normal que las mujeres presten servicios sexuales bajo amenaza o engaños de lenones; en otras palabras, cotidianamente en las calles somos testigos silenciosos de delitos atentan contra los seres humanos más desprotegidos. Aceptar estas conductas atenta contra la sociedad y pone en riesgo a nuestras familias.
Rompamos las cadenas de la nueva esclavitud, pero también las cadenas de la esclavitud moral e intelectual. Rompamos las cadenas de la indiferencia y construyamos un mundo libre de trata, donde todos los seres humanos sean libres frente a sí mismos, frente a otros seres humanos y frente al Estado.
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