Debo confesar que el llamado “arte taurino” o “fiesta brava” siempre ha causado en mí un estado de perplejidad. A veces pienso que es un arte fantástico, pero otras veces creo que es un espectáculo sádico. La verdad es que mi opinión no tiene importancia y por eso no voy, en este artículo, a defender ni atacar las corridas de toros. Simplemente voy a comentar los hechos y explicar las razones por las que el poder judicial de la federación las tiene suspendidas: hoy por hoy, estos espectáculos están prohibidos en nuestra ciudad, incluida, desde luego, la Monumental Plaza en la alcaldía Benito Juárez.
Los hechos
—Hace unos días, el 27 de mayo, el juez primero de distrito en materia administrativa, Johnatan Bass Herrera, suspendió provisionalmente las corridas de toros en la Plaza México. Lo hizo ante la demanda de amparo contra el Reglamento Taurino para el Distrito Federal y la Ley para Celebración de Espectáculos Públicos, que promovió la asociación civil Justicia Justa, que busca la abolición de esta clase de espectáculos. La empresa operadora de la Plaza México, Tauro Plaza México, impugnó la resolución ante un tribunal colegiado.
—El miércoles 8 de junio, el vigésimo segundo tribunal colegiado en materia administrativa confirmó la suspensión provisional del juez Bass Herrera.
—El viernes 10 de junio, el juez Bass Herrera decretó la suspensión definitiva, por lo que no podrá realizarse corrida de toros o novillada alguna en la Plaza México, al menos en los siguientes meses o por lo que resta del año. La empresa Tauro Plaza México ha dicho que impugnará esta resolución.
Si bien la “suspensión definitiva” no es “definitiva”, pues va a ser impugnada por Tauro Plaza México, y pasará a un tribunal colegiado para que se confirme o se revoque, lo cierto es que podrían transcurrir varios meses sin espectáculos taurinos en la Ciudad de México. Agreguemos que en julio son las vacaciones de los tribunales, y cerrarán sus puertas medio mes.
Los espectáculos taurinos programados para julio, septiembre y octubre en la Plaza México no podrán llevarse a cabo, lo que ha provocado el malestar de quienes defienden la llamada “Fiesta brava”.
Se vale defender u oponerse con argumentos a las corridas de toros y novilladas, pues para eso es el diálogo. Lo que no se vale es decir brutalidades, como la que dijo un conocido defensor de los espectáculos taurinos, el empresario y ex manager de la Plaza México, Rafael Herrerías. Hace unos días afirmó, durante un foro en el que se discutía la suspensión provisional concedido por el juez federal, algo bárbaro, bestial, misógino y reprobable: sostuvo que el toro no sufre en la corrida y que una mujer sangra con su período menstrual más que el toro. Y lo peor es que muchos taurinos creen semejante disparate.
Estas fueron las palabras de Herrerías:
“El toro no sufre, no lo torturan como dice ella [se refiere a la diputada Ana Villagrán, que está en contra de las corridas], el toro de lidia vive 4 años y en la plaza está 20 minutos, es decir una mujer tiene su periodo cada mes y sangra mucho más que un toro en toda su vida (…) Es decir, el toro no sufre, lo pican, sí, y sangra nada para lo que vive toda su vida, y lo que se genera es empleos y cultura, aunque diga la diputada que no se genera mucha cultura; porque hay muchos libros, mucha música en base a la fiesta de los toros”.
Vaya, este tipo de manifestaciones deberían molestar hasta a los taurinos más recalcitrantes. No creo que nadie pueda sostener, como argumento de defensa de las corridas, que sangra más una mujer con su período, que el toro en la corrida.
Pero dejemos a un lado esta barbaridad que dijo el conocido empresario. ¿Cuáles son los argumentos, digamos, serios, que esgrimen taurinos y antitaurinos? Hay muchos. Me voy a referir a los centrales:
Lo que dicen los taurinos:
- El toro no sufre en la corrida, y para eso fue criado; por eso es toro de lidia.
- La fiesta brava es cultura.
- Las corridas de toros generan miles de empleos y hay toda una industria en torno a ellas; suprimirlas equivaldría a dejar sin empleo a miles de personas.
Lo que dicen los antitaurinos:
- La fiesta brava es un espectáculo en el que el público se deleita con el sufrimiento del animal, y por lo tanto es sádico.
- Cualquier práctica que suponga maltrato y sufrimiento innecesario a los animales no puede considerarse una expresión cultural amparada por la Constitución.
- Espectáculos como las corridas de toros (o las peleas de gallos y perros) son prácticas que se oponen al derecho humano a un medio ambiente sano.
¿Quién tiene la razón?
Tanto el juez federal que dictó la suspensión provisional y luego la suspensión definitiva, como el tribunal colegiado que confirmó la primera suspensión, coincidieron en que el argumento principal es que las corridas de toros son contrarias al derecho humano a un medio ambiente sano y que no pueden considerarse una expresión cultural al amparo de la Constitución. Lo primero que contra-argumentan los taurinos es una falacia ad hominem: preguntan a quien se opone a estos espectáculos si come carne o si viste prendas de cuero. No dudo que el juez y magistrados que tienen suspendidas las corridas en nuestra ciudad coman carne y vistan cuero, y aún así fallaron con base al derecho humano a un medio ambiente sano. ¿Por qué?
Tampoco pasa desapercibido para mí que en el tribunal colegiado una magistrada tuvo un voto disidente. Es decir, la confirmación de la suspensión provisional no fue por unanimidad. Y precisamente lo que adujo la magistrada disidente fue que si se concedía la suspensión porque las corridas violan el derecho humano a un medio ambiente sano, entonces, llevando el argumento a sus últimas consecuencias, tendrían que cesar todas las matanzas de animales, incluso aquellas cuya finalidad es la alimentación y el consumo humanos. Su opinión jurídica fue sobrepujada por los demás magistrados: hacer sufrir a un animal hasta la muerte en un espectáculo público desde luego no puede considerarse una acción que abone al bienestar y desarrollo de las personas. Porque la finalidad del derecho a un medio ambiente sano, según nuestra Constitución, es esa: el bienestar y el desarrollo de las personas. Viéndolo así, resulta claro que el deleite en el sufrimiento animal no armoniza con un desarrollo sano y libre de violencia. Al contrario, parece que una corrida de toros, o cualquier espectáculo en donde se torture y mate a un animal, tiende a desarrollar un carácter sádico en la persona.
Cuando yo era adolescente, la maestra de biología me mandó injustamente a extraordinario. Me negué a participar en una práctica de laboratorio consistente en matar a un conejo –en realidad se iban a sacrificar al menos diez conejos, distribuidos entre los treinta y tantos alumnos que éramos–. Le dije que yo no participaría en semejante barbaridad, y ella amenazó que si no participaba, me mandaba a extraordinario. Yo le dije: “pues mándeme”; y sí, me mandó. No estoy diciendo que los demás compañeros disfrutaran al matar a un conejo para una clase de biología, una clase que bien pudo haberse llevado a cabo sin matar al animalito; pero es absolutamente verdad –una verdad confirmada por especialistas– que una persona que se deleita con el sufrimiento animal, ya sea que ella misma inflija el dolor o lo haga otro, tiene un grave problema y es susceptible de trasladar esa violencia y ese deleite-en-la-violencia a los humanos. Y el espectáculo taurino es eso: deleitarse con el sufrimiento del toro, aunque se diga que en la corrida no sufre el toro. Yo le diría al señor Herrerías y a los que dicen que el toro no sufre, que se dejen picar la espalda con banderillas y se dejen vapulear y torturar durante veinte minutos, a ver si no sufren. Claro que el toro sufre, si usted quiere no en el sentido intelectual del término, pero sin duda sí en el sentido, valga la redundancia, sensual del término. El toro es un ser sentiente que mientras sufre, hay un público que se enardece, se emociona y siente placer. Es muy probable que en la Ciudad de México las corridas de toros hayan llegado a su fin.
Tan fácil que sería todo si al final no tuvieran que matar al toro. Claro que cuando he dicho esto ante taurinos, me ven como la persona más estúpida del planeta. ¡Olé!
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