El candidato republicano Donald Trump logró reelegirse en una elección que al final no fue todo lo cerrada que se anticipaba, los denominados estados columpio beneficiaron completamente al partido republicano logrando mayorías en el senado y la cámara baja, incluso se impusieron en el voto popular. El carro completo republicano dará al candidato supremacista todo el poder de hacer y deshacer a su antojo, en un contexto político de un país completamente polarizado y con claras tendencias de muchos ciudadanos hacia la derecha.
Al parecer desde que se dio el relevo en la candidatura demócrata con Kamala Harris, el proyecto continuista estaba destinado al fracaso, al no entender que la economía, los temas migratorios y sus extremismos, además del atentado contra Trump, marcarían el triunfo aplastante del presidente republicano.
En la misma madrugada del pasado 6 de noviembre ya se sabía que las tendencias eran adversas a la candidatura demócrata, cuyo gobierno fue más hostil contra el régimen mexicano, entonces encabezado por el presidente AMLO. Al parecer el mítico voto latino, no tiene ningún arraigo a pesar de ser mayoritariamente de origen mexicano, pues sus ciudadanos no sienten ningún apego hacia el país de sus padres. Sumado al titubeante actuar del senil Joe Biden, la invasión de Ucrania y el genocidio en la franja de gaza, terminaron por dinamitar las simpatías demócratas.
El regreso de Trump a la oficina oval consolidará el avance de la extrema derecha sobre todo en la Europa, donde ya se dan pasos hacia las viejas ideologías extremistas en contra de los migrantes. No es que los gobiernos de derecha sean tan eficientes al gobernar, baste recordar los abucheos y lanzamiento de lodo en contra del rey Felipe y el presidente español Pedro Sánchez en las calles destrozadas de Valencia, producto del desastre natural de las tormentas más destructivas en el país ibérico. Las figuras antisistémicas han logrado posicionar el descontento con las democracias liberales tradicionales.
Mientras la agenda informativa se alejaba por unas horas de los Juniors tóxicos mexicanos que dominan la oligarquía mediática, y quienes encabezan a la fallida oposición prianista; en México los payasos justicieros de la tremenda corte perdían estrepitosamente en el pleno, cuando se desechó el proyecto golpista de Juan Luis González Alcántara Carrancá, quien, saltándose las trancas de las atribuciones y la separación de poderes, intentó anular parcialmente la reforma al poder judicial. En la locura total, característica del actuar político de la ministra presidenta Norma Lucia Piña, se pretendió hacer una pirueta legal para modificar la mayoría de ocho votos a seis en la conformación de la votación de ministros de la SCJN.
Al final, la ruta de la crisis constitucional a la que apostaban los ministros golpistas, no pudo ser posible al no contar mayoría en el pleno y donde históricamente se imponían. A pesar de que en las reformas de la era peñista, no se aceptaron controversias constitucionales pues los ministros ya se habían pronunciado por la imposibilidad de detener, modificar o cancelar una reforma constitucional, la defensa de los privilegios bien valía desdecirse y amenazar al poder ejecutivo con destituirle, importándole muy poco la terrible imagen del poder judicial que ahora es poco más que apestado.
Con el triunfo de Trump, sus amenazas muy realistas contra México y una polarización real en los Estados Unidos, el mundo se suma a las preocupaciones de tener un gobierno autoritario en eso que llamaban la democracia más funcional del mundo liberal. En su mensaje de triunfo, Trump aseguró que fue una gran elección con resultados electorales favorables, aseveró que encabezaría la mejor era económica de la historia. Realizó una mención especial para el magnate Elon Musk, además de afirmar que Dios le hizo sobrevivir al atentado para salvar a su país.
Trump desempolvo el espíritu xenófobo y racista de los estadounidenses en su primer mandato, ahora con su segunda victoria presidencial, estas retrogradas actitudes ya son parte de la nueva realidad en amplios sectores de la sociedad. Solo queda esperar que en los múltiples frentes abiertos por la difícil administración del republicano, México pueda ir saliendo de la destructiva agenda del régimen norteamericano, que se aleja de la pluralidad y abraza los extremismos que en el siglo pasado combatió durante la segunda guerra mundial.
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