Al día siguiente de las elecciones federales intermedias de 1997, don Vicente Fox rompió el esquema del tapadismo y de la tradición de nunca revelar las intenciones políticas de ser presidente, sobre todo cuando se competía desde la oposición. El declararse abiertamente como precandidato presidencial le valió ser reconocido como figura opositora y realizar una de las campañas más exitosas en la historia moderna de México.
En el año 2000 fue Vicente Fox quien derrotó al gobierno del PRI por primera vez en la historia, lo que fue una hazaña gigantesca, ya que el entonces partidazo aún tenía en su poder una maquinaria electoral histórica, que, sin embargo, no pudo doblegar la voluntad popular protegida desde el naciente Instituto Federal Electoral (IFE). El prestigioso organismo autónomo producto de la negociación entre la oposición y el régimen priísta, fue la piedra angular que hizo posible encaminar al país a una democracia en vías de construcción.
El viejo régimen que empezaba a dar signos de decadencia con el tecnócrata Ernesto Zedillo, debió ceder el control de las elecciones al nuevo instituto ciudadanizado, ya que al inicio el sexenio la terrible devaluación conocida como el error de diciembre desencadenó perder la mayoría calificada del PRI en el Congreso. Aquellas elecciones otorgaron a la izquierda mexicana el primer triunfo histórico con la Jefatura de Gobierno, desde donde han salido las figuras políticas más importantes que han competido por la presidencia de la República.
Una de las victorias morales del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es haber acuñado el término PRIAN, al denominar el amasiato no reconocido entre los dos partidos principales nacionales de la era neoliberal. Nadie imaginó que 23 años después de la alternancia los partidos habituales, incluido el izquierdista PRD, terminaran aliados con la simple misión pragmática de sobrevivir al nuevo partido oficialista creado por el caudillo AMLO.
Fox inauguró la figura de la sucesión presidencial adelantada, en la lógica de que una candidatura exitosa se debía construir desde años antes al proceso electoral, ya que como sucedía históricamente, la cartas del régimen priista gozaban de la visualización desde el gobierno, que les daba mayor exposición ante la sociedad, los grupos económicos, las elites políticas y los mismos electores que estaban acostumbrados a ser bombardeados por la propaganda oficialista, poco regulada e ilegal, hasta antes de los tiempos del IFE.
Ahora con la tradición rota de que “el que no se mueve no sale en foto”, como máxima adaptada del líder de la CTM, Fidel Velázquez, todo aspirante que busca un cargo político se dedica a la campaña prematura, con tal de repetir los pasos del exitoso Fox candidato.
Con un nuevo régimen morenista, bajo el liderazgo único del presidente AMLO, la práctica de placear a los precandidatos de facto, es una tradición que se adecua y se repite para buscar perpetuar la tradición del presidente en turno, que busca designar a su sucesor en el poder ejecutivo. Aunque en la época democrática de la alternancia, PRI y PAN se habían cedido el poder respectivamente, fue a raíz de la aplanadora guinda de Morena en el año 2018, que dicha concertacesión se rompió al cambiar el sistema político.
El PRIAN oficialmente formalizado ahora sufre por tratar de dar cierta batalla a las denominadas corcholatas presidenciables ya que a raíz de su debacle electoral, desperdiciaron la oportunidad de formar nuevas figuras políticas, crear un proyecto alternativo de nación que no sea la calca neoliberal que ya fue derrotada en las pasadas elecciones. Es increíble que a pesar de la terrible pandemia y sus estragos nacionales, el partido oficialista siga manteniendo las preferencias electorales a favor del partido del presidente AMLO.
Es tal el descrédito de los partidos tradicionales, que la mayoría de los electores prefieren refrendar la confianza ciudadana al incompleto proyecto morenista que canalizar el verdadero descontento en una figura opositora que aglutine el voto de castigo. Si a esta difícil realidad aliancista se le suma que el proceso interno morenista para designar al “coordinador de los comités de defensa de la cuarta transformación”, está muy avanzado y planchado.
Dicho ejercicio espera tener el mínimo de riesgos de enfrentamientos internos, con el compromiso de que sus participantes deben cuidar la unidad interna, lo que hace muy difícil que cualquier candidato opositor logre la presidencia de la República, de no darse una escisión.
Si bien es cierto que el presidente AMLO tiene simpatías por una figura de los aspirantes presidenciables, el pragmatismo político se impondrá al designar al candidato que asegure la victoria en la elección presidencial, así como los candidatos a los varios procesos estatales y los federales tendientes a renovar la cámara de diputados y el senado de la república.
Si la oposición sufre de nuevo una derrota estrepitosa, el PRI se verá sentenciado a sobrevivir como un partido local, y el PAN podría sufrir su desintegración tendiente a nutrir un nuevo instituto político de extrema derecha que enfrente al partido del régimen morenista.
Sin la conducción del presidente AMLO, las dos figuras más visibles de Morena, y probables ganadores de la presidencia de la República, no aseguran un continuismo del régimen lopezobradorista, ya que sus trayectorias políticas y su ideología son diferentes a pesar de pertenecer al mismo instituto político formado por el exitoso estratega electoral tabasqueño.
Vendrán meses de escuchar posicionamientos encaminados a ser una marca reconocida para los días de la encuesta que podría definir la presidencia de la república. El proceso buscará ser lo más aseado posible, aunque sea acartonado y con la menor presencia en medios tradicionales.
Esto mientras la oposición no acepta o no se entera de que sufrió una derrota más al perder la gubernatura del estado de México, con la que morena dominará el mapa político de 23 entidades con poder territorial, económico y fuerte influencia política que será muy difícil de enfrentar en una elección, que a pesar de efectuarse dentro de un año, por momentos parece definida. En el juego de la sucesión adelantada, la oposición una vez más parece una víctima tragicómica de su nula autocrítica y su falaz propaganda de autoengaño, el mismo Fox ahora es un cartucho quemado que solo inspira burlas y rechazo.
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