A lo largo de nuestras vidas conocemos, escuchamos, somos testigos de muertes de personas por un sinfín de causas, unas son inexplicables y se vuelven misterios sin resolver, otras muertes se dan en accidentes, otras como grandes actos heroicos y otras sin sentido alguno.
Así fue la muerte del bombero de Tapachula Hernán González Galdamez al querer recuperar el cuerpo de otro rescatista que era arrastrado por la crecida y muy fuerte corriente del Río Coatá, el cual cruza por la ciudad.
En las redes sociales hay expresiones de molestia desde todo el país. ¿Qué sentido tenía arriesgar la vida por recuperar un cuerpo sin vida? ¿Por qué no se aplicaron las medidas de seguridad para así correr riesgos calculados? Así, podrían surgir cientos de hubieras, preguntas del actuar de los elementos y buscar culpables de esa muerte.
La única cuestión en este caso fue que se trató de una decisión personal tomada en un momento determinado, sin medir el peligro y el anhelo de rescatar el cuerpo inerte de su colega bombero que era arrastrado por el caudaloso rio Coatán, tomó impulso de aventarse a la corriente.
Cuando eres joven no mides las consecuencias, te crees indestructible con ideas preconcebidas, muchas veces erróneas, de valores que te gustan como suenan.
Cuando uno entra en una situación donde se requiera actuar para salvar una vida, es necesario pensarlo bien. Es necesario estar preparado física, con táctica y mentalmente para rescatar a alguien. Esto con la única condición de que el que está en riesgo este vivo.
En este caso, por más frío que parezca, no debieron ningún elemento del Heroico Cuerpo de Bomberos ponerse en peligro de muerte por rescatar a alguien que ya falleció.
Si se da la necesidad de recuperar el cuerpo del fallecido en cuanto se le encuentra, es necesario implementar los protocolos y acciones necesarias para correr riesgos calculado y manejables para preservar la vida del voluntario rescatista y de todos los elementos que participan en el rescate de una víctima o de los restos mortales de una persona o personas.
Los lazos afectivos entre víctimas y rescatadores afecta completamente todas las maniobras o estrategias de rescate, porque la desesperación nerviosa limita la atención y el pensamiento analíticos que al fin de cuentas afecta el rendimiento físico del cuerpo humano. Con esto, hemos sabido de familias enteras que mueren al ser cogidos por la corriente y fallecido juntos… al menos eso es un consuelo.
La muerte de Hernán es heroica, pero es un heroísmo mal entendido porque no se protegió y se arrojó al abismo de lo desconocido.
Los cibernautas claman que la muerte de Hernán no sea en vano y que conlleve a una serie de acciones para profesionalizar y perfeccionar las estrategias, técnicas y el uso irrestricto de líneas de vida que ya existen. Además como sociedad debemos de apoyar económicamente a los cuerpos independientes de rescate, los cuales deben ser certificados por Protección Civil.
Descanse en Paz Hernán González Galdamez…
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