El uso de la palabra prohibición es sin duda una de las más complicadas en nuestros tiempos y más tratándose de niños y adolescentes. En realidad yo quería escribir una columna sobre ciberacoso infantil pero en mi investigaciones me encontré con esta iniciativa que llevó el gobernador del estado de Querétaro, Mauricio Kuri, a la Cámara de senadores en febrero de este año. Se trata de restringir el uso de dispositivos digitales en niveles básicos y medios superiores, sin descartar la posibilidad de hacerlo también en las preparatorias. ¿La razón? El peligro que corren las infancias y juventudes en este laberinto de posibilidades y peligros llamado internet.
Y no es poca cosa. Los datos son escalofriantes. Uno de cada tres usuarios de redes sociales son niños, a pesar de que supuestamente la mayoría de las redes sociales preguntan a quienes se registra si son mayores de edad. De sobra sabemos que esquivar esta restricción es muy sencillo mintiendo. Por otro lado está comprobado que el algoritmo de las plataformas más populares estudia en milésimas de segundo la edad y por tanto los intereses de sus usuarios , enviando de forma supuestamente inocente publicidad y enlaces a ciertos contenidos que para que se nos pongan los pelos de punta, en su mayoría llevan a los niños y adolescentes a páginas de contenido sexual. Es una realidad que sin usar la palabra que pueda tener un contexto sexual en máximo tres clicks, cualquier persona puede encontrar contenidos sexuales del tipo que sea y cuando digo del tipo que sea, me refiero a lo que muchos no alcanzamos ni a dimensionar incluyendo obviamente violencia y pornografía infantil.
Ocho de cada diez niños que navegan en redes sociales han sido contactados por algún adulto que haciéndose pasar por niño les solicita una conversación con la finalidad de obtener sus datos personales con fines de lucro como extorsión y trata de personas lo que se conoce como “Grooming”. La pregunta es: ¿Tú como padre dejarías entrar a cualquier desconocido uno o varios a el cuarto de tus hijos a mantener una conversación con ellos sin que tú pudieras escuchar ni enterarte de lo que hablan? ¿Tú dejarías que tu hija o hijo fuera a un prostíbulo o a ver una película pornográfica sin tener ni idea de qué fue lo que vio?
Eso es lo que estás permitiendo al no estar pendiente de lo que ven tus hijos en internet.
La palabra prohibición es difícil de aceptar, pero si no ¿quienes seríamos sino los que restringieran y regularan el uso de redes sociales a los menores de la casa? Nosotros los padres que menos nos podemos controlar ni autorregular con el uso del internet. Para ser sinceros y acabar pronto yo no conozco a nadie que no sea adicto al internet, estamos peor nosotros que los jóvenes y muchas veces además de nuestra propia dependencia encontramos en las tabletas digitales a la nana perfecta para tener tranquilos a nuestros hijos sin imaginar la factura que vendrá después.
Tal vez no sea nuestra culpa y ya es demasiado tarde. El uso de pantallas digitales activa la dopamina, lo que nos genera felicidad inmediata. El movimiento, la imagen y el sonido abstraen nuestra atención y nos aportan placer, mucho más que la mayoría de las actividades que hacemos en el día. ¿Quién puede resistirse a esto? Es el escape perfecto para las situaciones de aburrimiento y de estrés, lo que nadie nos dijo es que esto nos generaría una adicción, que nuestro lóbulo prefrontal podría achicarse y poco a poco ir perdiendo capacidades, que nuestra capacidad de atención y concentración se irían perdiendo y que estaríamos destinados a ser esclavos de los dispositivos digitales.
Definitivamente la mayoría de los padres no estamos en capacidad de educar a nuestros hijos en una cultura digital responsable y regulada. Por eso es necesaria una intervención del gobierno como lo dice el artículo 4 en su párrafo décimo primero:
El estado velará con el principio del interés superior de la niñez reconociendo que los niños y niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y salud esparcimiento para el desarrollo integral.
Por otro lado, yo no me puedo imaginar la impotencia y coraje que los docentes deben sentir al pretender impartir una clase preparada con responsabilidad y pasión por la enseñanza y que todos los alumnos estén distraídos en su celular o tableta digital. Es increíble que incluso en universidades los alumnos vayan hasta el aula de estudio y no sean capaces de poner atención durante lo que dure la clase y que se distraigan viendo las notificaciones de sus celulares que además en la gran mayoría de los casos son cosas sin ningún tipo de relevancia pero que los sacan por completo de la atención a la que muchas veces ya no podrán regresar en lo que queda de la clase.
El uso excesivo del internet y la sustitución de las pantallas como herramientas de estudio en el caso del horario escolar no es el adecuado y quien afirme lo contrario está mintiendo por adaptarse o por no poder prescindir tampoco de los mismos.
El uso de internet para los trabajos escolares tanto en el aula de clase como en casa para las tareas exime a los niños de la capacidad de investigación, análisis y síntesis, limita su aprendizaje natural, el desarrollo óptimo de sus capacidades, afecta su ortografía y todas las formas de desarrollo cerebral, los hace perder todos los beneficios que les otorga la escritura a mano, la realización de cuentas matemáticas y los limita y condena a ser unos simples copia y pega de la vida.
En esta investigación me encontré con un dato que llamó muchísimo mi atención: la escuela de más prestigio en Silicon Valley es el Instituto Waldorf, al que asisten tres cuartas partes de los hijos de familias que trabajan en temas de tecnología. Ahí está absolutamente prohibido el uso del celular, durante todo el día ningún niño puede usar ningún tipo de dispositivo móvil, se aprende en pizarrón y con cuadernos y lápices. ¿Por algo será?
Nos hemos hecho y estamos haciendo a nuestras infancias dependientes de algo que si bien nos da una satisfacción inmediata también nos la quita, el periodo de tranquilidad sin usar redes sociales es cada vez más corto, padres e hijos pasamos la mayor parte de nuestros días conectados y acusamos a las demandas del trabajo pero sabemos perfectamente que la mayor parte del tiempo queremos estar viendo qué hacen los demás, incluso estando en la situación de nuestros sueños, con nuestros seres amados, en espacios que siempre quisimos estar y por lo que luchamos y trabajamos para poder llegar, me refiero a vacaciones y viajes y aún ahí la ansiedad por saber qué está pasando y de qué nos estamos perdiendo en el mundo digital, nos rebasa.
Está es sin duda una época que nos está ganando la batalla como seres con decisiones propia y autonomía. ¿Es eso lo que queremos para nuestros hijos? Si estamos de acuerdo en que las escuelas impongan sus propias reglas sobre el uniforme y asuntos lógicos como la prohibición del uso de drogas porque no estaríamos de acuerdo en que por el bien de nuestros hijos se restrinjan los teléfonos y las tabletas al menos de las redes sociales.
Si por seguridad, por protección del ciberacoso y de todos los riesgos que está demostrado están a un click de nuestras infancias, por respeto al personal docente y por formación y conciencia, algo tenemos que hacer como especie para proteger nuestro intelecto, a nuestras familias y garantizar la seguridad de los menores que son los más expuestos y vulnerables.
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