Latinoamérica en París 2024

"If you pick up a starving dog and make him prosperous, he will not bite you. This is the principal difference between a dog and man." -Mark Twain

13 de agosto, 2024 Latinoamérica en París 2024

Con el cierre de los Juegos Olímpicos de París 2024 llegó el momento de repasar el desempeño de las representaciones latinoamericanas. Cierto es que los latinos, a falta de un lugar más propicio para colocarla, solemos poner una enorme dosis de esperanza en los atletas que cada cuatro años acuden a representar los colores patrios (y matrios, pa’ que nadie se enoje); nos emocionamos y gritamos sus contados triunfos dado que cada logro, cada oro, cada bronce, cada plata constituye una auténtica hazaña. También, porque nos sirve de catarsis gratuita, mejor opción (y más barata) que acudir al psicólogo con regularidad. 

La necia realidad, por el contrario, tiene la pésima costumbre de ponernos en el lugar que nos corresponde en el panorama mundial con cada competencia; lo anterior derivado de que nos aquejan sistemáticamente pésimas gestiones gubernamentales, una notoria falta de apoyo tanto privada como pública, escasa infraestructura, una carencia casi permanente de planes y proyectos de largo plazo, millonarias corruptelas y muchos otros obstáculos compartidos por todos los países que coexisten desde el río Bravo, en el norte, hasta la Patagonia, en el mero sur. 

El deporte al final no es sino un reflejo, como muchas otras cosas, de nuestras mismas sociedades. Y en LATAM somos unos eternos adolescentes incapaces de madurar, dejándonos llevar por palabras bonitas, creando castillos en el aire, ilusionándonos con promesas vacías y nos apasionan muy por encima del sentido común, el esfuerzo y la disciplina, el baile, la comida, los milagros y la izquierda dictatorial. El jolgorio forma parte de nuestro genoma tanto como votar por los rojos, por los zurdos, por todo aquello que huela a socialismo/populismo: por el peronismo, el chavismo, el obradorismo, por los Lula, los Kirchner, los Petro, los Ortega y demás etcéteras; por nuestra versión propia del socialismo, mejor dicho, que en lugar de competir con EUA en la carrera espacial para fracasar estrepitosamente después por insostenible, se crea enemigos imaginarios y lo mismo se pelea con aplicaciones de mensajería y con redes sociales (y sus dueños) que con naciones que ya no existen, por cosas que sucedieron 5 siglos atrás. No por ello, deja menos devastación, hambre y muerte a su paso.  

Tenemos, muy en nuestros adentros un alma infantiloide que jamás aprende la lección, por más que ésta se repita; alguna vez leí por ahí que toda persona madura sólo en el momento en que se da cuenta que nadie vendrá a salvarlo. Y acá siempre estamos buscando quien lo haga: un caudillo, un partido, etc. Peor aún, en pleno 2024, millones de latinoamericanos se sienten cómodos viviendo como se hacía a mediados del siglo pasado, esto es estirando la mano, a gusto con las dádivas gubernamentales, con el estatismo, con el retroceso, con el culto al líder, con las migajas que representan los subsidios hasta que el dinero se acaba y empieza aquello que toma a muchos por sorpresa, pero jamás es sorpresivo: represión de opositores y críticos, crisis, carestía y “el sálvese quien pueda”. En los gobiernos democráticos las masas mandan hasta que dejan de ser democráticos y entonces sólo queda la ruina sobre la que reina el Estado y aquellos ligados a él. De México hasta Argentina. Desde Cuba hasta Nicaragua. Años van y años vienen y vivimos confiando en que la próxima vez si será distinta, aunque termine siendo siempre lo mismo.  

Debido a lo anterior la gran mayoría de los latinos pasa su vida buscando distracciones pasajeras. Por eso bailamos salsa, cantamos rancheras y cocinamos como nadie más en el mundo. A modo de bálsamo la dicharachera LATAM sueña despierta, anhelando una gloria, un triunfo, un golpe de suerte, el que sea, que le permita escapar del lastre que representan sus malas decisiones y su funesta cotidianidad. Y eso lo brinda el deporte en determinadas ocasiones. 

A modo de ejemplo ahí están las medallas obtenidas por la representación de una de las dictaduras vigentes en la región, la cubana: en especial la presea áurea del “Gigante de Herradura” Mijaín López, quien decidió retirarse a sus 41 años tras inscribir su nombre en el libro de récords al convertirse en el único deportista en conseguir cinco oros olímpicos en la misma prueba individual (lucha grecorromana). Campeón indiscutido desde Pekín 2008 hasta París 2024.  Ni Phelps ni Bolt ni Biles lograron concretar semejante hazaña. 

También está la historia del gimnasta de 17 años Ángel Barajas, originario de Cúcuta, quien obtuvo la primera medalla olímpica en dicha disciplina para Colombia y cuya inspiración para dedicarse al mundo deportivo provino del personaje de “Sportacus”, mismo que aparecía en la serie infantil de origen islandés Lazy Town. Magnus Scheving, el creador y protagonista de esta, felicitó a Barajas en redes tras su triunfo con las siguientes palabras: “Eres un verdadero superhéroe y una inspiración”. 

Y por supuesto la gesta heroica de Rebeca Andrade, quien conquistó la medalla de oro en la prueba de piso en gimnasia artística, superando a la favorita y multimedallista Simone Biles y a la rumana Ana Barbosu. Andrade creció en un entorno marcado por la marginación y la delincuencia en Vila Fátima, en la periferia de Sao Paulo, junto a sus 7 hermanos. Su carrera la llevaría primero a Curitiba y luego a Río de Janeiro y requeriría tres cirugías entre 2015 y 2020 antes de ascender a lo más alto del podio en este 2024. 

O la medalla de bronce conseguida por el velerista Stefano Peschiera, la primera obtenida por la representación de la República del Perú tras 32 años de sequía, quinta medalla en los registros olímpicos del país andino, primera medalla en vela y la primera de bronce para los peruanos en su historia. Peschiera había terminado su participación en Río 2016 en el puesto número 31 y en el 25 en Tokio 2020. 

Y no puede faltar Julien Alfred, oriunda de Santa Lucía, una isla del caribe ubicada al norte de San Vicente y las Granadinas y al sur de Martinica, con menos de 200,000 habitantes. Alfred logró obtener la medalla áurea en los 100 metros planos y la de plata en los 200 metros, las primeras dos en la historia para la pequeña nación insular de poco más de 600 kilómetros cuadrados de superficie que envió solamente 4 representantes a París.  

Aunque hay muchas más, casi todas nuestras historias van por el mismo camino. Talento innegable que debe sobreponerse a todos los obstáculos posibles: internos, externos, personales y nacionales, económicos y sociales. Atletas, hombres y mujeres, que triunfan contra y a pasear de todo. 

Más de seiscientos (650) millones de habitantes hay en LATAM actualmente y nuestra cosecha total fue de 54 medallas olímpicas en París 2024; México en lo particular, con sus casi 130 millones de habitantes, regresó a casa con 5 (3 de plata y dos de bronce). En contraparte, con sus 39 millones de habitantes Canadá obtuvo 27 medallas en estos olímpicos, 9 de ellas doradas. Australia, con 26 millones, logró sumar 53 medallas, 18 de ellas doradas. Nueva Zelanda, con poco más de 5 millones, obtuvo 20 preseas, 10 de ellas de doradas. 

Dado lo anterior, cabe entender que cada medalla para LATAM, que jamás será potencia deportiva, implica una auténtica odisea y debemos festejarla como tal. Aún nuestros competidores que terminan en el lugar 5, 10, 20 o 50 DEL MUNDO merecerían más reconocimiento del que obtienen, por más que esto sea una competencia y sólo los que ganan son recordados; porque al final de todo, no existe en realidad ningún enemigo allá afuera (ni EUA ni Asia ni España) como nuestros “líderes” repiten con frecuencia, que amenace nuestra región. El gran enemigo de Latinoamérica (en lo deportivo y en todo lo demás) somos nosotros los latinoamericanos, nuestras reprobables sociedades y nuestros funestos gobiernos. Y nadie más. 

Nos leemos la semana entrante. 

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