Las cuestiones personales, esas que le dan sentido a la vida son únicas, irrepetibles y difíciles de comprender para el resto de la humanidad. En ese sentido, 2024 representa para la que suscribe el presente texto un parteaguas por ser una década que termina con el número 4: en 1994 ingresé a la Escuela Nacional Preparatoria No.9, diez años después en 2004 iniciaba mi carrera profesional como coordinadora de área en reconocida universidad privada, en 2014 nació mi hijo y este año, se culmina la etapa que ha representado el mayor reto de mi vida tanto a nivel personal como profesional porque se finiquita el contrato como concesionaria de cafetería en una no tan reconocida escuela privada. ¿Coincidencia? Puede ser pero cada una de esas décadas han significado un cambio de raíz para mí y me siento orgullosa de cada uno de los pasos que he dado y de cada una de las cicatrices que me han quedado de cada experiencia; entre ellas, el fallecimiento de mi papá y la incapacidad de mi mamá para volver a caminar sin apoyo.
Sé que puede resultar poco interesante escuchar historias ajenas pero seguramente usted encontrará coincidencias muy cercanas a su propia historia cuando le platique de los “impresentables” esos personajes que abundan por todas partes y que según la Real Academia Española se definen como aquéllos “de escasa calidad moral o intelectual” pero ¿Qué es la moral? ¿Acaso existe todavía en medio de la era de la inteligencia artificial, la tecnología y la virtualidad? Lo que es más ¿A quién le interesa ser o no un impresentable, tener o no moral?
Se dice de los impresentables que realizan actos carentes de valores ante la sociedad puesto que la moral nace en la conciencia e impacta en la sociedad, los actos buenos suman a la comunidad mientras que los actos malos, la dañan y por ello, se dice que los valores son producto de la conciencia del hombre pero sin conciencia, no hay valores y sin valores la moral no existe.
En la categoría de impresentables se encuentra cualquiera que actúa en contra del bien común para proteger su individualidad y si bien, la intención no es dar una cátedra de valores, me interesa poner el foco de atención en aquéllos actos surgidos desde el interés y no a partir del bien común pasando por encima de lo que debería ser la cordialidad y el respeto entre semejantes porque todos los somos aunque nos separen los títulos nobiliarios o el color de la piel o la región en que nacimos o el idioma o la religión o el color del partido político porque se vale tener diferencias y se puede pensar distinto pero lo que no es válido es ser un impresentable en tiempos en que es urgente darle un nuevo valor a la empatía, a la tolerancia, a la educación, al valor moral pero es claro que muchos no están preparados para esa conversación.
Son impresentables los que disfrazan de decisiones corporativas sus actos de corrupción, los que usan la bandera de académicos para ocultar sus desvíos fiscales, los que trabajan al margen de la ley porque no se comprometen con nadie, los que son no más que cerdos capitalistas enfermos de ambición y poder, los que presumen títulos porque carecen de calidad moral y no tienen más qué ofrecer. Son impresentables porque no les interesa el bien común así se llamen médicos, abogados, profesores, políticos, etc., pero esa es otra historia. Nos leemos a la próxima.
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