Es de vital importancia para la ciudadanía mexicana comprender a cabalidad lo que nos estamos jugando en la elección presidencial del 2 de junio próximo: ésta no será una elección como las de los últimos 23 años. Esta vez es distinto: Se trata de una elección plebiscitaria y bipolar donde nos jugaremos si seguimos viviendo en una democracia razonablemente funcional, dentro de un estado de derecho, o si, por el contrario, destruimos nuestra “democracia burguesa” para entrar a una “democracia popular”, retrocediendo hacia la relativa venezolización del país, como ya puede leerse en lo que se conoce del Proyecto de Nación 2030, escrito por los más radicales cuadros morenistas. (México no será Venezuela, tal cual, con su depauperización que ya roza niveles haitianos, pero el desastre de la 4T ya es palpable: por ejemplo, en el gravísimo déficit de servicios de salud, la escandalosa escasez de medicinas, la crisis de finanzas públicas que se anticipa para el 2025, la ideologización de la educación y el desmantelamiento institucional del Estado. Esta es la continuidad que ofrece Claudia).
La elección presidencial de 2024, en primer lugar, será una elección entre dos candidatas: Xóchitl y Claudia, ambas de aproximadamente la misma edad, egresadas de la UNAM de carreras de corte científico-técnico y con relativamente similar experiencia política. Pero Claudia contará con todos los recursos -legales, ilegales, éticos y no éticos – financieros, materiales y humanos propios de lo que se vislumbra como una elección de estado (millones de pesos canalizados mediante los “Programas del Bienestar”, la movilización de recursos de los 23 gobernadores de Morena y sus aliados, la activa promoción de los Servidores de la Nación y, presumiblemente, el apoyo de grupos del crimen organizado en algunos distritos electorales). Xóchitl, en cambio, cuenta con el apoyo de la ciudadanía democrática que ha salido a defender al INE y a la SCJN, mayoritariamente clasemediera, urbana y espontáneamente organizada, más las estructuras políticas y los recursos mermados de los tres partidos políticos que hicieron posible la transición mexicana a la democracia hace poco más de 25 años. Será una batalla que hace recordar la de David contra Goliat: Un gigante armado hasta los dientes contra un pequeño pastor que cuenta con su ingenio y una onda. O pienso más en la epopeya de El Señor de los Anillos, donde los pequeños hobbits guían e inspiran a lo que queda de los pueblos libres de la Tierra Media, en su lucha contra las huestes demoníacas de Sauron, cuyo máximo propósito es tener el poder para dominarlos a todos. (Para los lectores no familiarizados con esta obra, cabe aclarar que Sauron, es un personaje central en la saga de JRR Tolkien: Astuto y ambicioso, con extrema sed de poder, es conocido como El Señor Oscuro o El Gran Maestro de la Mentira y tiene a su servicio a miles de criaturas cegadas en su entendimiento o envenenadas por la ambición, de modo que se han dejado esclavizar, voluntariamente, por su amo y señor, también conocido como El Cruel, El Horripilante, El Aborrecido, El Ojo sin Párpados o El Ojo de Fuego por su enorme poder que todo lo ve).
Además de la Presidencia de la República, también estará en juego la elección de 128 senadores, 500 diputados federales, 8 gobernadores y el Jefe de Gobierno de la CdMx (con sus 16 jefes delegacionales), 31 congresos locales (los de todos los estados menos Coahuila) y los gobiernos municipales (presidentes, síndicos y regidores) en 29 estados. Sin embargo, la elección presidencial es la más importante, teniendo un singular efecto de atracción sobre los resultados de los otros procesos. Y la elección presidencial, esta vez, será bipolar: O votamos por Xóchitl, o gana Claudia. Cualquier voto que no sea en favor de la primera equivale, automáticamente, a una ventaja para la segunda.
Esto lo sabe muy bien nuestro Sauron de Macuspana, el habitante de Palacio y jefe de campaña de Sheinbaum, de modo que, adicionalmente a pretender engañar cotidianamente a la opinión pública con una narrativa de cuentos sobre la gran transformación en marcha desde su gobierno, se dedica a poner en operación una masiva compra virtual de votos (multiplicando o amenazando con condicionar los “apoyos del Bienestar”); a tratar de destruir, por todos los medios a su alcance, la candidatura de Xóchitl (valiéndose, como es costumbre, de mentiras, montajes y ataques diversos que estamos todavía por ver) y a intentar dividir a la oposición mediante la promoción de Caballos de Troya electorales que es estratégico reconocer para evitarlos y combatir. El papel fundamental de estos troyanos electorales, supuestamente de oposición a Morena, será fragmentar el voto opositor real, restándole significativos puntos porcentuales al Frente Amplio por México y favoreciendo a la anticarismática candidata del Presidente en una contienda que se anticipa cerradísima y que se definirá por un margen de votos muy estrecho.
El más importante de estos Caballos de Troya es, sin duda, Movimiento Ciudadano, que jugará, en el presente contexto electoral, a favor de Morena. No es casual que el propio AMLO promueva la candidatura del gobernador de Nuevo León, Samuel García, quien se estima que podría jalar cerca 10% de votantes ilusos que se traguen el cuento de que están votando contra la 4T. La realidad es que MC carece de la estructura territorial suficiente para hacerse de la Presidencia de la República, aún en el remoto caso de que lanzara a un peso completo de la política como es Marcelo Ebrard, pero será de gran utilidad para restarle votos a Xóchitl en favor de Claudia.
El otro candidato de oposición aparente que es necesario mencionar es Eduardo Verástegui. Personaje que me parece respetable por la congruencia que pretende en su conversión religiosa y en particular por sus luchas a favor de la vida, del respeto a la dignidad humana y en contra del abuso infantil y el tráfico de personas, quiere mostrarse como candidato representante de valores cristianos tradicionales bajo las banderas de Dios, Familia y Patria. Para muchos analistas, la candidatura de Verástegui puede ser objeto de risa y burlas, toda vez que realmente no tiene posibilidad alguna de ganar la contienda presidencial (porque carece de estructura política y sobre todo porque su discurso resulta demasiado extremista para el grueso de la ciudadanía). No obstante, a la oposición democrática anti-Morena debe preocupar seriamente, porque basta con que le reste unos cuantos puntos a Xóchitl para que el resultado se incline a favor de la candidata de la 4T. Eduardo Verástegui es también un Caballo de Troya a favor de Morena.
De Verástegui, de entrada llama la atención su cercanía a dos de los empresarios más cercanos a AMLO, que le aportan dinero a su campaña: Ricardo Salinas y Carlos Slim. Después, que en sus discursos y redes sociales, se dedique a atacar con fiereza extrema, particularmente a Xóchitl Gálvez, acusándola de comunista, abortista y corrupta. Incluso se azotó diciendo que “Xóchitl 666” ¡es la encarnación del Anticristo!
Es verdad que para que realmente aparezca en la boleta electoral del 2 de junio, Verástegui tendrá que recolectar cerca de un millón de firmas en 17 estados, pero no tengo duda que, para cumplir esa tarea, será bien ayudado por las huestes de Morena. Su pretendida candidatura como opción de “la nueva derecha” mexicana, sería muy favorable al triunfo de la izquierda radical de Claudia Sheinbaum.
Tengamos pues, en claro, que la elección presidencial del año próximo será una trascendental batalla política plebiscitaria en favor o en contra de una democracia liberal: Queremos seguir viviendo en una sociedad cada vez más abierta y plural, con división de poderes, solidez institucional y estado de derecho, capaz de ir resolviendo en paz sus múltiples problemas, o seguimos avanzando a convertirnos en un régimen autoritario y cerrado, en el que se gobierne exclusivamente a favor del “pueblo auténtico” y se excluya, crecientemente, a “la burguesía aspiracionista”, involucionando hacia un estado cada vez más alineado, en sus afanes y métodos, con los ya frecuentes invitados a los desfiles del 16 de septiembre: Cuba, Nicaragua, Venezuela y ahora Rusia. Conviene entender esto.
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