Una vez que un individuo humano se independiza de su corporalidad y de las estructuras biológicas y planetarias que dieron lugar, no solo a su existencia, sino a las características específicas que definieron a la especie, el ser humano como tal ha dejado de existir. Lo que emerge en su lugar es un misterio.
En la película Trascedender (1) (Trascendence) de 2014, Will Caster (Johnny Depp), es doctor e investigador en inteligencia artificial. Busca crear una máquina sensitiva que combine la inteligencia colectiva con las emociones humanas al grado de alcanzar una conciencia capaz de conjuntar los conocimientos, percepciones y experiencias del mundo entero. Sin embargo, un grupo de extremistas antitecnológicos hacen hasta lo imposible por detener su investigación y evitar que esta conciencia digital se concrete.
Tras un atentado Will Caster está a unas horas de morir y entre su esposa Evelyn (Rebecca Hall) y su mejor amigo Max Waters (Paul Bettany) traspasan al ordenador del proyecto todos los recuerdos y conocimientos del moribundo. La esperanza es que el personaje de Depp continue viviendo a través de esa nueva existencia digital.
En efecto, Will Caster manifiesta su supervivencia, y ejecuta el programa original. Su consciencia cibernética se conecta a Internet y con ello obtiene toda la información y el poder imaginable. Sus capacidades de procesamiento de información se disparan exponencialmente, varias veces, con lo que en poco tiempo se convertiría en una entidad capaz de manipular los sistemas digitales del mundo entero y es indispensable detenerlo antes de que sea demasiado tarde: “¿Estamos seguros de que es él?”, pregunta Max Waters. “Está claro que su mente ha evolucionado tan rápido que ya no creo que importe”, responde Tagger, otro destacado científico, interpretado por Morgan Freeman.
Como se aprecia, aquí la película da un giro a partir del cual abandona la exploración filosófica para convertirse en una especie de aventura de Marvel, con lo cual, cuando menos para mí, perdió todo interés. Lo que sí resulta oportuno es tomar este ejemplo de la ficción para reflexionar acerca de los límites de lo humano.
La combinación de género y especie es la unidad básica de clasificación biológica. Agrupa a un conjunto de organismos de características físicas, morfológicas, biológicas, químicas, genéticas análogas y son capaces de generar descendencia.
Mientras que el ser humano “Will Caster”, con sus capacidades materiales y cerebrales propias de la especie humana, jamás habría podido ni gestionar esa cantidad ingente de información ni habría podido ejercer semejante poder, el “Will Caster” digitalizado sí que puede. Está claro que lo que sea que esa IA produjo, no es un ser humano y por lo tanto no hablamos de una evolución biológica, sino el surgimiento de una nueva variedad de existencia de la que, aun cuando fuimos quienes le dieron lugar, no sabemos en esencia nada.
Una vez que un individuo humano está fuera de la corporalidad y de las estructuras biológicas y planetarias que dieron lugar, no solo a su existencia, sino a las características específicas que definieron a la especie, el ser humano como tal ha dejado de existir. No sólo hay una gran diferencia entre estar formado por células y neuronas a estar formado por algoritmos y datos, sino también la ubicación espacial, las perspectivas que se pueden ver desde un sitio y otro, la consciencia de inmortalidad y un sin fin de cosas más que hacen incompatible la idea de trasladar la consciencia a una dispositivo computacional y suponer que quien emerja de la operación será el mismo que fue implantado. De una experiencia de vida física-emocional-sentimental-racional pasamos a una experiencia informática-digital. Así como en la película Will Caster desaparece para dar lugar a otra cosa, lo mismo ocurriría con una tecnología semejante que nos prometiera la vida eterna.
Quizá el ente digital comparta con su humano de origen algunas estructuras de pensamiento, así como algunos recuerdos, pero ha dejado de ser la persona que era desde el momento en que sale de su cuerpo. A partir de ese instante, su identidad se ha disuelto.
Aunque esta tendencia de reflexión insiste en la idea de que la evolución natural humana nos lleva a convertirnos en un híbrido humano-virtualidad digital, lo cierto es que lejos de una evolución, sería una aniquilación de la especie.
Instagram: jcaldir
Twitter: @jcaldir
Facebook: Juan Carlos Aldir

(1) Pfister, Wally, Trascender (Trascendence), Estados Unidos, 2014, Alcon Entertainment – DMG Entertainment – Straight Up Films, 119 minutos.
De Frente Y Claro | Pemex sigue en el ojo del huracán
Por más que el gobierno federal afirme que Pemex saldrá adelante, cada día está peor. Una pequeña muestra lo...
diciembre 4, 2025
Transiciones. En México hicieron falta más Suárez y Fernández Miranda, y menos Fox Quesada y Carlos Castillo Peraza
Las transiciones democráticas entre las de España y de México no pueden ser más disímbolas. De entrada y antes...
diciembre 3, 2025
Al rescate de la industria hípica. Nuestra solicitud a doña Claudia Sheinbaum Pardo, Presidenta de todos los mexicanos
La Industria Hípica de Carreras de Caballos merece un rescate y necesita urgentemente la atención de doña Claudia y...
diciembre 3, 2025
La Adelita
Adelita Grijalva, congresista del Partido Demócrata por el séptimo distrito de Arizona, es hoy todo un fenómeno en Estados...
diciembre 3, 2025