La atroz matanza de Búfalo donde murieron diez personas y tres resultaron heridas, no puede tomarse como una noticia más de las muchas que vemos, leemos y escuchamos en los medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales. No podemos acostumbrarnos a normalizar lo anormal, aunque suceda todos los días, a todas horas y en todas partes. Por eso es que retomo diversos elementos del hecho que me parecen sumamente significativos para visibilizar el contexto en el que vivimos.
El multihomicida era un joven estudiante de 18 años de edad; usó una arma larga; viajó 320 kilómetros hasta el lugar del crimen, el cual seleccionó por tener el porcentaje más alto de población negra cerca de donde él vivía; transmitió el ataque en directo en redes sociales. El agresor dijo que visitó Tops Friendly Market tres veces el 8 de marzo para inspeccionar el diseño y los momentos en que había más clientes; planeó su ataque para mediados de ese mes, pero retrasó la fecha varias veces, y colocó sus planes en internet, los cuales pormenorizó en un documento de 180 páginas (incluían un segundo ataque). El atacante quien se declaró inocente fue detenido después de la masacre y está bajo vigilancia suicida.
Después de la masacre se difundió que 11 de las víctimas eran personas negras. El tiroteo masivo fue descrito como un crimen de odio. La trasmisión en vivo del ataque en las redes sociales provocó un “frenesí” de ideología extremista violenta; en la red social 4Chan casi todo vale, algunos de sus foros se dedican casi exclusivamente a compartir memes y tropos racistas y antisemitas. Algunos usuarios de 4chan no hicieron referencia a lo lamentable de los hechos, lo importante para ellos no eran las vidas perdidas, sino compartir formas para volver a subir el video y que pudiera tener más vistas.
Una investigación preliminar determinó que Gendron, el joven multihomicida, veía portales de internet de supremacistas blancos y teorías conspirativas racistas, había estudiado las masacres de Noruega en 2011 y de Christchurch en Nueva Zelanda en 2019.
De acuerdo con diversas fuentes de información, la cadena de “tiroteos de masas” en lo que va de este año es de 202 incidentes en el país vecino del norte, con una media semanal de diez, incluso el pasado fin de semana se registraron cinco sucesos en diferentes condados.
Los acontecimientos de Boston, del resto de los Estados Unidos, Guanajuato, Francia, Ucrania, Honduras y Kabul no son actos de violencia al azar, sino acciones premeditadas que tienen como común denominador la xenofobia y el racismo. Son crímenes de odio perpetrados por un tirador solitario, por un líder político y por un sistema global que alienta la supremacía de unos seres humanos sobre otros por razones de género, raza, idioma, condiciones de salud, edad o cualquier otra causa.
Lo cierto es que existen demasiadas armas y violencia en nuestras casas, en nuestras calles y en nuestras vidas. El horror es tanto y tan cotidiano que llega a pasar desapercibido, a grado tal, de considerarlo natural.
María Antonia Sánchez-Vallejo al narrar lo sucedido en Boston, escribió una frase lapidaria en el Diario el País, “…para la lectura de los cargos, dejó ver a un joven imperturbable, incapaz de mostrar la menor emoción…”. A lo que yo agregaría, un joven hecho de cristal y azogue, en el que se refleja la humanidad de nuestros días, sus historias, sus tragedias e inconfesables facetas. Es ese Narciso que dialoga consigo mismo y que está construyendo una sociedad imperturbable.
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