¡Basta! Tremenda polémica se levantó la pasada semana debido a algo que no puedo entender. Esta vez no fue un partido de futbol, no fueron campañas electorales ni algún comentario político. No, esta semana entramos en debate por algo que no hace más que mostrarnos a nosotros mismos lo intolerantes, agresivos y crueles que podemos llegar a ser.
Michelle Rodríguez, famosa comediante mexicana, poseedora de un talento y un carisma que le han abierto el corazón de la teleaudiencia mexicana, cometió el peor de los atrevimientos. No, señor, no evadió impuestos, tampoco participó en un pleito callejero, ni fue descubierta como parte de una Banda criminal, no fue parte de un triángulo amoroso, tampoco hizo algún tipo de comentarios de esos que suelen levantar ámpula.
Michelle Rodríguez salió en la portada de una conocida revista de moda, mostrando su cuerpo con orgullo. Esto no debería representar ningún problema para nadie; sin embargo, fueron miles de personas las que se manifestaron en redes sociales, molestas y ofendidas por el hecho de que Marie Claire dedicara su portada a dicha actriz.
¿El problema? ¡Es gorda! ¿Por qué romantizan la obesidad? ¿Porque normalizan y promueven esta condición que enferma a la sociedad? ¿Cómo se atreven a exhibir un cuerpo gordo en un espacio que es dedicado a la belleza y la moda?
Y yo me pregunto: ¿de verdad nos preocupa tanto la salud de la gente obesa? Porque no creo que mostráramos la misma molestia si la revista hubiese mostrado a una mujer rubia y esbelta luchando contra el cáncer, o saliendo adelante con algún tipo de discapacidad, a alguien que represente a quienes han sufrido la amputación de algún miembro, o padecen algún tipo de enfermedad o adicción. Todo el tiempo aplaudimos a la gente que entra dentro de las exigencias de la moda y la estética y muy poco les preocupa su calidad moral, si cumple con sus responsabilidades cívicas, si tiene una vida funcional o un comportamiento honesto.
No es un tema de feos y bonitos, de blancos y morenos, de esbeltos o robustos. Es un tema de humanidad. De reconocer el valor de la gente por su talento y calidad humana y aplaudir sus logros sin envidia y sin restricciones. Pero es que hasta eso queremos escoger, el tipo de enfermedades que queremos ver, quién sí y quién no merece ser portada.
Hablamos de equidad, de libertad, de aceptación, pero no queremos ver a gente que no nos parece bella, no queremos a gente que no sea rubia, que no sea esbelta, que no muestre una piel perfecta.
Lo demás nos parece de mal gusto y disfrazamos de conciencia social nuestro rechazo y nuestra personalidad discriminatoria, alegamos que es un tema de salud y sin reservas señalamos con el dedo y emitimos juicios de valor como si fuésemos dueños de la única verdad y peor aún, como si estuviéramos en condiciones de criticar, como si fuésemos dueños de un cuerpo perfecto, de un comportamiento y unos hábitos impecables, de un historial sanitario sin huecos. Criticamos como si tuviésemos la razón, el derecho y el deber de decir quién sí y quién no es digno de lo que sea.
No creo que este tipo de comentarios sean nuevos para Michelle o para cualquier otra persona no perfecta que haya osado mostrar su cuerpo. Ya deben de estar acostumbrados al rechazo y al escrutinio. Desde la infancia, todos hemos sido etiquetados por nuestras características físicas y peor aún, por nuestros defectos como si estos fueran nuestra responsabilidad y los ostentáramos para ofender a los demás.
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Michelle en sus redes sociales valientemente contestó a quienes emitieron alguna crítica pidiéndoles que si están tan preocupados por su salud física lo hagan también por su salud mental: -Mucha gente se suicida por cosas como las que me han escrito-
-Mi cuerpo, como cualquier otro, es digno de existir y de aparecer en una portada, porque soy una mujer con talento y que lucha por ser buena en lo que hace.
-Aunque esté enferma eso no me quita el derecho de existir, de ser amada, deseada, admirada, respetada.
Aun así aunque reconozcamos el valor de esta mujer, el daño ya está hecho, con ella y con todo aquel que se atreva a desafiar los cánones de belleza impuestos por gente sin escrúpulos que al parecer, contrario a amar a la humanidad, la odia. Que quiere que las mujeres vivamos siempre a dieta, que nos privemos de cualquier placer, que nos matemos en el gimnasio, que nos olvidemos de nosotras mismas con tal de presentarnos frente a los ojos de nuestros estrictos jueces como ellos nos quieren ver. Que prefieren no pensar que existe gente no blanca, no delgada, no atlética, no perfecta y que maquilla su racismo y su clasismo llamándolo preocupación y conciencia.
¿Qué tal si empezamos por respetar?, ¿por no discriminar?, ¿por no ofender?, ¿por no tomar como personales los asuntos de los demás y por no hablar de otros cuerpos que no sean él nuestros?
¿Por ir más allá, por entender que “Normalizar” es aceptarnos, respetar nuestras diferencias, ser empatices con las debilidades o las cargas que el otro tiene que sufrir y no hacerlas más pesadas de lo que de por sí son?
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