El pasado 11 de agosto, en medio del genocidio sionista contra la población palestina en la franja de Gaza, el reportero palestino Anas al Sharif fue asesinado junto con su equipo de prensa de la cadena Al Jazeera, luego de que un misil israelí explotara en su tienda de campaña. El ejército de ocupación que lidera el criminal de guerra Benjamín Netanyahu conocía de la ubicación de los elementos de prensa que eran conscientes del peligro de informar sobre la inmisericorde hambruna y muerte de la población gazati, en especial contra sus infantes que mueren de inanición.
El moderno apartheid ha costado más de 60 mil muertos donde destaca la saña contra los menores de edad palestinos a los que el régimen neonazi israelí califican como peligrosos y cuyo destino padece estar sentenciado al extermino, al mejor estilo del racismo hitleriano, de la solución final. El bloqueo de ayuda humanitaria, los bombardeos criminales contra hospitales y refugios, además de la crisis por hambruna son aspectos innegables en una de las más cruentas guerras de exterminio.
Muy tarde Occidente se ha tratado de deslindar de la barbarie sionista, que ha provocado indignación entre la misma población israelí. Con señalamientos de la ONU, más en papel que de forma, Francesca Albanese, relatora de la ONU ha declarado sin medias tintas que lo ocurrido en la franja de Gaza es un genocidio y que no puede continuar. A pesar de las órdenes de aprensión internacional contra Benjamín Netanyahu, este sigue visitando países aliados sin el menor miedo de ser detenido, en lo que representa la más rampante y dolorosa impunidad.
Voces críticas del medio cinematográfico empiezan a sumarse a la petición de que Palestina sea declarado un estado reconocido por la ONU. Francia y algunos países de la Unión Europea buscan lavar un poco la cara en la demencial doble cara de condenar el hecho sangriento contra los palestinos, pero continuar brindando apoyo bélico al ejército israelí, además de haber dado voz a los mandos militares en un ejercicio de manipulación mediática burdo, que representará una vergüenza internacional por varias décadas.
Si bien la reacción desproporcionada del ejército israelí fue provocada por los terribles asesinatos del grupo terrorista Hamas contra colonos hebreos y la toma de rehenes que aún están en poder de los grupos extremistas, el avance inmisericorde contra la población civil en general es digno de las persecuciones nazis contra los judíos en la segunda guerra mundial.
La nación de Israel siempre controvertida y dependiente de la política de la unión europea y de los Estados Unidos, enfrenta ahora la posibilidad real de convertirse en un estado paria, donde las protestas y las movilizaciones contra sus ciudadanos son más que evidentes. El monstruo criminal creado por Occidente ya no tiene la posibilidad de ser defendido en horario estelar, así como privilegiarlo con el silencio cómplice y criminal. Influencers, comunicólogos y simpatizantes sionistas de México y el mundo, deberán pagar las consecuencias de minimizar la carnicería humana en contra del pueblo palestino.
En la fácil manipulación de que todo el que critica el sionismo asesino, es un antisemita, o defensor de los grupos extremistas de Hamas, se refugia en la comodidad de ser imparcial ante el genocidio más documentado, cruel, impune y sangriento de nuestra era moderna.
El periodista Anas al Sharif, consiente de su destino fatal, legó un testamento donde aseguraba que sabía que sería asesinado, pero que no iba a cesar en su labor informativa realizada para denunciar los crimines de guerra cometidos por el ejército de ocupación israelí, que de forma sádica e impune, comente un genocidio imperdonable. La represión contra todo periodista, en especial contra los palestinos que valientemente informan sobre las masacres del ejército israelí contra la población gazatí, es el común denominador en el inicio de la limpieza étnica.
No es de extrañar que para el aparato de propaganda sionista, el reportero palestino fuera acusado de ser un líder de una célula de Hamas, sin aportar pruebas contundentes. Como se recordará el pasado conflicto de Israel contra Irán por los bombardeos preventivos a sus bases militares donde presuntamente se enriquecía material radioactivo para crear bombas nucleares, se generaron tensiones dignas de una guerra mundial nuclear.
El estado de Israel es el más desarrollado militarmente en la región de medio oriente, con arsenal nuclear que no está regulado por el organismo de control de armamento, su domino del espacio aéreo es casi total a diferencia del cacareado escudo contra misiles que fue puesto a prueba durante las represalias de Irán.
La ultraderecha sionista instalada en el poder de Israel, tiene argumentos autocráticos y fundamentalistas religiosos que pretenden imponer su destino manifiesto a todas las naciones involucradas en tierra santa. Mientras las pocas cadenas televisivas que siempre dieron cobertura a los hechos sangrientos del ejercito fascista, enfrentaron la contra propaganda y las amenazas reales de la represión mortal.
No es de extrañar que la mayoría de la población asentada en Israel sea afín a la idea de desplazar a los sobrevivientes palestinos al desierto, o que no los consideren siquiera como una población con derechos humanos. En una contradicción total del holocausto nazi padecido en la segunda guerra mundial, con piezas cinematográficas de auténtica idealización y martirizarían de su cultura; que ahora con el genocidio contra Palestina, no volverán a ser consumidos cuando la realidad les desnuda como simples opresores de pueblos indefensos.
El momento de inflexión llego ante lo evidente y en la UEFA durante la final de la supercopa Europea donde el PSG resulto campeón, se leyó en una pancarta instalada el campo de juego: “dejen de matar niños, dejen de matar civiles”. Bueno y más productivo hubiera sido que desde el inicio de las represalias israelíes, Occidente fuera más imparcial ante el genocidio cómplice, que ahora con la crisis humanitaria en Gaza pretenden lavarse las manos ensangrentadas con miles de vidas, en especial de menores asesinados selectivamente.
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