El Meollo del Asunto | Cambios en la familia

Si usted es una persona con más de 40 años de edad, creció en un mundo, en un país y en una familia compuesta por papá hombre, mamá mujer e hijos. Ese fue el modelo hegemónico de...

7 de septiembre, 2020

Si usted es una persona con más de 40 años de edad, creció en un mundo, en un país y en una familia compuesta por papá hombre, mamá mujer e hijos. Ese fue el modelo hegemónico de Familia. Ya no lo es más. Pensar dentro de ese marco de referencia es pensar en el pasado cercano. Es carecer de información o de entendimiento de cómo se ha conformado la sociedad.

Nuestros nietos crecerán en un mundo y en una sociedad muy diferente a la que nosotros crecimos. Seguro que nuestros abuelos vieron esto mismo en relación al mundo en el que ellos vivieron cuando se dio el efecto de la Revolución Industrial. Claro. Pero una cosa es pasar de los carruajes tirados por caballos y mulas a los automóviles, tractores e implementos eléctricos productos de un cambio industrial; y otra el pasar de un modelo de familia a otro, producto de una revolución social.

Un cambio trascendental y definitivo se ha registrado ya en el mundo occidental y en el que México está inmerso, un cambio en los marcos de referencia. Cambios que tienen consecuencias negativas en caso de no reconocerlos y no actuar en consecuencia. 

Los efectos se dejan sentir diariamente y los vemos, los escuchamos, nos los reportan, hablamos de ellos, pero no los tratamos de la manera adecuada, es decir, con base en los cambios que se han manifestado.

Existe en las grandes sociedades una dinámica grande por el cambio dirigido por el desarrollo económico y tecnológico que impactan las estructuras, políticas, y posiciones personales, así como en gobiernos y en estructuras sociales. Estos son de fácil comprensión por su detección obvia. El cambio, en este sentido se ve y se nota, pero en las estructuras sociales no es tan sencillo.

El cambio que se genera en el tejido social, al que las autoridades se refieren constantemente, se ha dañado. Es por ello que vivimos las situaciones familiares que tenemos. 

¿Cómo se daña? ¿Quién o quiénes lo dañan? ¿Cómo se repara? ¿Se repara? ¿Con qué se daña? ¿Cómo es que una sociedad se echa a perder? Trataré de explicarlo. Tiene que ver con la transformación de la estructura familiar.

Según un análisis de la ONU y El Colegio de México, con base en los censos de población de 1990 a 2010, el modelo de familia tradicional conformada por mamá, papá e hijos, si bien continúa siendo el más común, ya no es el mayoritario. “Cayó 12.3 puntos porcentuales, al pasar de 57.7% a 45.4%  en los hogares mexicanos”.

¿Qué tiene que ver esto? Mucho.

Quién siga pensando en el modelo anterior de familia, está, por supuesto, fuera de toda realidad. Al hablar de la familia como la base de la sociedad, dice bien, pero el modelo cambió. Y si en el discurso o en la resolución que se tome se está considerando el modelo hegemónico anterior, pues ya no lo es tanto y está dejando fuera a otros modelos que son una realidad; modelos que no se pueden ignorar, familias que son reales, que cuentan, que tienen necesidades y problemas que se han de resolver. 

Las ideologías nos juegan trucos mentales de los que no nos damos cuenta debido a que tenemos muy definido el marco de pensamiento dentro del cual nos movemos. Está bien. Pero es una realidad que la sociedad cambió.

En el informe El Progreso de las mujeres en el mundo 2019-2020: Familias en un mundo cambiante, se señala que “en este tiempo ha aumentado el tipo de familia extensa, es decir, se incluyen otros parientes como los abuelos”.

Uno de cada 10 se compone de una mujer u hombre con hijos sin pareja conyugal. Este modelo también se denomina nuclear monoparental y ha ganado solo un punto porcentual entre 1990 y 2010, al pasar de 9.1% a 10.1%.  Según el análisis, alrededor de 85 de cada 100 de estas familias están encabezadas por madres y solo 15% por padres.

Los investigadores resaltan que hay dos tipos de hogares que se han vuelto más comunes: las parejas sin hijos y los unipersonales, cada uno de ellos representaba alrededor de 10% en 2010.

La edad media a la primera unión se había situado alrededor de los 21 años por más de 50 años, pero ha bajado a partir de 2010. Una de cada cinco mujeres entra en unión conyugal antes de cumplir la mayoría de edad. Estos enlaces tempranos ahora coexisten con aquellos que se efectúan en la tercera década de la vida de otras mujeres, reflejando desigualdades profundas y persistentes entre distintos grupos sociales.

Respecto al matrimonio infantil, advierten que “la tasa se ubica por encima de 20% y es una de las más altas de Latinoamérica y la mayor de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)”.

Se señala que el aumento de la unión libre es uno de los cambios más significativos en la formación conyugal: hoy en día una de cada tres mujeres jóvenes vive así.

Estos son números que el reporte señala que le dan sentido a la problemática que vivimos a diario en el país y tienen que ver con violencia intrafamiliar, consumo de drogas, asesinatos, crimen organizado, embarazo de adolescentes, aborto, divorcios (donde uno de cada tres parejas se disuelve antes de llegar al décimo aniversario), jefatura femenina, pobreza, mala educación, malos servicios de salud, malos sueldos, pocos empleos, empleo informal, baja cultura, diversidad de todo tipo, etc.

Como leen, los problemas y las situaciones que hemos generado en dos décadas son muchos y variados. 

No se pueden resolver sin tomar en cuenta que estos aspectos son vivenciales y obedecen a modificaciones en la estructura que no supimos valorar y cuidar: la Familia, la célula principal de la sociedad. Célula que se cansa, se deteriora, se enferma de un tipo de cáncer, cuyo tejido social se desgarra como las de cualquier cuerpo.

Para atenderla y repararla no se requieren de partidos políticos con marcos de pensamiento caducos, no se necesitan de las mismas y antiguas políticas públicas con perspectivas heterogéneas. 

Que en nombre de una referida igualdad para la diversidad se provoque más desigualdad que la que ya tenemos, es consecuencia de tanta aberración y sin sentidos perniciosos.

Necesitamos una nueva sociedad donde ya no haya más diferencia entre empleado y patrón, hombre y mujer, político y pueblo, ricos y pobres, esclavos y libres, negros y blancos. No que no existan, sino que no haya diferencia. 

Para reparar el tejido social necesitamos una nueva creación, la cual, el universo espera con ansia su manifestación. Ahí el Meollo del Asunto.

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