Que si se deben desmantelar la estructuras económicas y financieras del narcotráfico en México, que si la extinción de dominio, que erradicar las redes de protección gubernamental, que si tal o cual gran capo como objetivo de la DEA ha caído o continúa prófugo y no sé cuántos conceptos idealizados más se han vertido de nuevo a raíz de la histórica captura del Mayo Zambada en Texas.
La realidad es que la multicitada captura en nada cambiará el fenómeno del narcotráfico. Mientras exista (que muy difícilmente menguará) la bestial demanda de “los gringos” por estupefacientes, México seguirá siendo país productor y de tránsito para satisfacerla, y además no nos podríamos dar el lujo (en el imposible caso de que se pudiera hacer) de detener el multimillonario negocio, ya que sobrevendría un colapso en la economía al suponer el fin de la entrada de esas divisas, que se calcula ya aún mayor a las que ingresan al país por concepto de remesas de nuestros connacionales radicados en Norteamérica. Es más, la famosa guerra hipócrita e inútil de Felipe Calderón, al falso grito de “para que la droga no llegue a tus hijos” fue solo para intentar legitimarse ante unas elecciones de 2006, muy cuestionadas, por decir lo menos.
Ya que en México el consumo de drogas está lejísimos de convertirse en un problema de salud pública, o si no sólo ver el detalle de que cuando hay decomisos, estos siempre son en DÓLARES americanos, si fuera lo contrario, serian en PESOS mexicanos. No podemos caer en romanticismos e ingenuidades al pensar en el fin de los cárteles mexicanos. La naturaleza de esa industria es que los capos tengan una fecha de caducidad, y que se “reciclen”, porque sabido que la ley de la oferta y la demanda es prácticamente inviolable, y en cuanto a la Ley “antilavado”, solo ha servido para dos cosas: instrumento de venganzas políticas, e inhibición en el ámbito de los negocios de todo tipo, porque ahora resulta que el tener dinero parece haberse, a veces, convertido en un delito en sí mismo, afectando esto a la actividad económica y al dinero circulante, y más aún en épocas de vacas flacas como la que vivimos cíclicamente.
México no es, cuándo menos todavía, una economía que tenga un papel preponderante en el concierto económico internacional, donde nuestras exportaciones son, en alta medida aún, importaciones con el valor agregado de una mano de obra barata, donde el precio del crudo es siempre volátil, donde las remesas de los trabajadores inmigrantes cobran una importancia toral, dónde si acaso el Turismo es nuestra actividad exportadora más noble, y presenta cada día más competencia de nuevos destinos, donde la ciencia y la tecnología son un apartado emergente aún (apenas se elevará a nivel de un ministerio en el próximo sexenio).
Las capturas y recapturas de grandes capos representan más un asunto de mejoramiento de imagen, tanto hacia el exterior como al interior, así personajes del gobierno estadounidense subrayen, en no pocas ocasiones, el corrupto e ineficaz Estado mexicano exhibiendo a sus instituciones de seguridad, procuración y administración de justicia; es una realidad nuestra, pero en buena medida por las obscenas cantidades de dinero que mueve dicha industria. Para acabar pronto, uno de los más importantes roles de México, es el de surtir de drogas ilegales a su vecino del norte, nos guste o no.
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