La semana anterior planteábamos la importancia de aprender a autoasignarse un sentido para la existencia. Y decíamos también que el concepto de «sentido» posee dos acepciones complementarias –o, quizá sería más apropiado decir que una sola pero que se manifiesta en dos dimensiones–: significado y dirección. Hoy nos abocaremos a explorar la idea de «significado».
Decimos que algo tiene sentido cuando se descubre en ello un «significado». Esta idea engloba desde una frase cotidiana y la de interpretaciones múltiples, hasta auténticos crucigramas filosóficos o místicos. Desde un “hace mucho frío” hasta un “te amo”, interpretamos de forma directa lo que se nos quiso decir. Sin embargo ciertas ideas se transmiten de forma más vívida y eficaz si las palabras no corresponden de forma literal con lo que en apariencia expresan.
Pongamos como ejemplo la célebre frase de Samuel Beckett tomada de Rumbo a peor, un texto publicado en 1983: “Intenta. Fracasa. Intenta otra vez. Fracasa mejor1”.
Para desentrañar el significado de esta idea tenemos que ir más allá de la literalidad. No suena demasiado sensato que tras esforzarse y “fracasar”, el resultado esperable de continuar perseverando consista en “fracasar mejor”. Sin embargo, expresada en el contexto apropiado se convierte en una idea potente y motivadora. Pero también existen otros niveles de relación entre lo expresado y lo que significa.
En la tradición zen, el maestro suele plantear a su discípulo preguntas enigmáticas o paradójicas como parte de su práctica espiritual. En realidad se trata de cuestiones que no tienen respuesta racional. Lo que esta práctica busca es agotar las voces mentales que tratan de explicarlo todo desde una perspectiva lógico-analítica. Esto permite la emergencia de respuestas intuitivas, que, una vez que emergen, le otorgan «sentido» al proceso de aprendizaje interior del alumno, aun cuando para los demás las conclusiones se antojen incoherentes y absurdas. Quizá el kōan más conocido es aquel que, tras un aplauso realizado por el maestro, enseguida se cuestiona al alumno: “Este es el sonido que resulta de una palmada con dos manos. ¿Cómo suena una palmada que se realiza con una sola mano?”. Desde la literalidad, las palabras, una por una significan cosas, pero como pregunta sólo adquiere sentido a partir de la interpretación personalísima que el estudiante le dé.
Esta práctica tiene equivalentes en casi todas las tradiciones. En el ámbito cristiano, Agustín de Hipona formuló una conocida sentencia mística: “No me buscarías de no haberme ya encontrado”. Otro ejemplo se lee en el verso final de la oración de San Francisco, atribuida a San Francisco de Asís: “Porque dando es como se recibe, olvidando es como se encuentra, perdonando es como se es perdonado y muriendo es como se resucita para la vida eterna”.
Como se ve, el mecanismo es similar. Si estas sentencias se asumen de manera literal carecen de sentido lógico. Sólo encontrarán «significado» verdadero en ellas quienes las aborden desde una perspectiva específica.
La semana siguiente hablaremos de la «direccionalidad» que está implícita en la idea de «sentido».
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1 Original: “Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better”.
El País, Lo mejor de verne, Jaime Rubio Hancock, «Fracasa mejor», la frase de Beckett que no significa lo que creen los emprendedores, 25 de octubre de 2016.
Consulta: 14 de diciembre 2023
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