Delirios humanos de grandeza

Para que una explicación sea científica, debe ser verificable. Los criterios de verificación son simples: la capacidad de detectar, compilar y medir los datos acerca de la cosa que se quiere conocer, extraer una conclusión provisional, o...

25 de abril, 2025 Delirios humanos de grandeza

Sin embargo, la cosmología –en tanto parte de la astronomía que estudia al universo–, enfrenta algunos problemas que otras ramas de la ciencia no padecen. Podríamos resumirlos en tres: sólo tenemos un universo; el observador forma parte de él; y tiene dimensiones colosales. Esto conlleva que no es posible experimentar con él, no se le puede comprar con otros universos y ni siquiera se le puede observar completo.

Esto implica que las teorías que lo explican sean siempre parciales y susceptibles de ser desplazadas por otras más nuevas que tengan en cuenta nuevas variables. De hecho, como nos dice John Hands, “de haber escrito este libro en 1928, habría dicho que la teoría ortodoxa actual de la ciencia es que el universo es eterno e invariable”(1). Pero sabemos que en la actualidad las cosas no son así.

En 1927 el científico belga George Lemaître incorporó varias teorías en boga a las suyas propias y planteó un universo en expansión. Al aplicar dicha posibilidad con carácter retrospectivo, llevó las cosas hasta obtener el «átomo primitivo». En dicha hipótesis “defendía que en el tiempo cero, todo lo que contiene el universo –toda la luz y todas las galaxias, estrellas y planetas– estaba comprimido en un único átomo súper denso que explotó y formó un universo en expansión”(2).

Tras la posguerra, la teoría del universo eterno e invariable compitió con la del Big Bang. Como se sabe, ganó la segunda, a pesar de contener una buena cantidad de inconsistencias. Para no ir más lejos, en 1989 en la revista Nature “publicó un editorial en el que calificaba de «inaceptable» el modelo del Big Bang y predecía que «es poco probable que sobreviva la próxima década»”(3). Sin embargo, la premisa de que un gran estallido de energía ultra concentrada dio lugar a un universo que continua expandiéndose es el fundamento de la teoría ortodoxa que para efectos científicos describe el origen del cosmos.

Basándose en los supuestos de la teoría ortodoxa y en su interpretación de los datos astronómicos, los científicos de la Agencia Espacial Europea anunciaron en 2013 que el universo está integrado por un 4.9% de materia conocida, un 26.8% de materia oscura y un 68.3% de energía oscura. Estos números poseen el inconveniente de que no ha sido posible determinar qué ni la materia oscura ni la energía oscura. Esto resulta en el hecho de qué desconocemos por completo el 95.1% del universo y del 4.9% restante apenas sabemos algunas cosas. “No sólo no estamos hechos de aquello de lo que está hecho la mayor parte del universo, sino que además ni siquiera sabemos de qué está hecho la mayor parte del universo”(4).

Por si esto fuera poco, nos queda también pendiente por descubrir a quién pertenece el esqueleto encerrado en el armario: ¿de dónde vino todo? ¿Realmente el Big Bang emergió de la nada? ¿De dónde procede la energía que no sólo produjo la totalidad el universo, sino que además contrarrestó la inmensa atracción gravitatoria de la materia súper densa que a la postre se expandió hasta su tamaño actual? Por supuesto, no existen respuestas.

Si faltara algo, no olvidemos que del mismo modo que ocurre con las religiones, “la literatura sobre la especulación cosmológica está escrita por creyentes en las distintas especulaciones; igual que sucede con sus homólogos religiosos, a menudo distan mucho de ser objetivos cuando presentan sus hipótesis y seleccionan e interpretan las supuestas evidencias que las sustentan”(5).

Si bien se trata del relato que hoy consideramos «la verdad», no sería razonable descartar que en un futuro no tan lejano se imponga otro más fiable que lo desbanque. Como sea, en tanto humanidad, en tanto seres racionales y científicos, dejamos de habitar un universo para mudarnos a otro que se rige por leyes y reglas muy distintas, y todo ello sin que un ápice de nuestra realidad percibida se modificara un milímetro. Y, tanto en el universo anterior como en este, no tenemos la menor idea acerca de cómo funciona nada, más allá de la ilusión de control que nos otorga nuestro minúsculo ámbito de existencia. ¿No será que nos tomamos demasiado en serio para lo microscópicos que somos?

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Referencias: 

(1) Hands, John, Cosmosapiens, solución humana desde los orígenes del universo, Primera Edición, España, La esfera de los libros, 2017, Pág. 54   

(2) Íbidem P. 55 

(3) Íbidem, P. 99 

(4) Íbidem, P. 91 (5) Íbidem P. 101

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