En pasados días la Ciudad de México ha padecido cortes en el suministro de agua debido a que el sistema Cutzamala está a niveles históricamente bajos, ya que surte más del 25 por ciento del agua que se consume en la capital. Municipios conurbados, donde históricamente se padece de tandeos en el suministro acuífero, y alcaldías que no padecían cortes por varios días se ven afectadas, destacando colonias pudientes que pagan más caro dicho servicio público.
Las reacciones por parte de CONAGUA son aún insuficientes para que una política de comunicación advierta sobre los peligros reales de que el tema de la falta de agua empiece a ser una terrible realidad, sino se empieza a tener una mejor cultura para su cuidado. Grillas baratas como las del alcalde de Miguel Hidalgo, Mauricio Tabe, ejemplifican la poca empatía de quien no desea entender que las lluvias del año pasado no lograron captar el recurso hídrico que se requiere para poder distribuirlo como se está acostumbrado, en una ciudad que es irresponsable en el uso del recurso finito.
La gravedad de la crisis hídrica que se puede presentar en este año es enorme, ni el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ni gobiernos anteriores de diferentes partidos se han preocupado en verdad, por invertir en infraestructura hídrica para enfrentar el inminente cambio climático que ya provocó una devastadora pandemia de Covid-19. Gobiernos estatales y locales emanados de diferentes partidos políticos han sido suicidas con la población en las obras hidráulicas que se requieren, con la miopía electorera de que las obras que están entubadas y bajo tierra no se ven electoralmente. Por lo que irresponsablemente han desistido de invertir en infraestructura hídrica.
Como se recordará, las próximas guerras se librarán por agua, ya la ciudad del Cabo en Sudáfrica llegó a enfrentar graves problemas de sequías en 2017 que les obligó a construir tres costosas desalinizadoras para poder mediar la escases de agua de sus ciudadanos. La cercanía del día cero que convertiría esa metrópoli en la primera urbe mundial que se quedaría sin agua, rozaron el apocalipsis de sus ciudadanos. Solo la inminencia del desastre provocó la conciencia en sus pobladores quienes se vieron obligados a vivir con un aproximado de 50 litros por persona, además de padecer el exorbitante incremento en los precios del agua.
Con niveles cercanos al 25 por ciento de agua en los mantos freáticos, la ciudad caótica y sin una infraestructura adecuada, estuvo cerca de llegar al bajísimo 13 por ciento de capacidad que le obligaría al gobierno sudafricano a detener el suministro hídrico para las casas habitaciones y solo proporcionarlo para sectores estratégicos, como hospitales, edificios de gobierno e infraestructura esencial.
Si bien la ciudad del cabo logró evitar el día cero donde no saldría más agua de los grifos, su viacrucis no está ni cerca de culminar. Aún cuando existen pendientes otras obras de infraestructura que les permita seguir enfrentando la crisis hídrica, tienen que invertir cuantiosos recursos millonarios en los próximos 100 años, pues el reto del cambio climático amenazará siempre con volverla una ciudad fantasma.
La lección de este terrible ejemplo del apocalipsis hídrico no parece permear en países como México, que tiene amplios territorios semidesérticos, donde el abastecimiento de agua ha sido históricamente difícil. En una paradoja trágica del desarrollo económico nacional se instaló la mayor parte de empresas y consorcios en las zonas fronterizas donde siempre ha escaseado el agua. Por lo que ya en el año pasado, el industrializado estado de Nuevo León sufrió desabasto que estreso en sobremanera a los ciudadanos, en lo que fue una problemática que increíblemente nunca fue una prioridad, como en otras ciudades.
La ciudad de México se encuentra entre las once ciudades del mundo que mantienen una alerta similar a ciudad del Cabo, respecto al suministro del recurso hídrico, ya que debido a la escasa cultura de captación de agua, el desperdicio del 40 por ciento del suministro por tuberías averiadas y un abasto desde zonas muy alejadas a la megalópolis, prevén un escenario dantesco en los próximo años.
La ciudad históricamente padece una planeación errónea desde la Conquista; ahora en los tiempos de modernidad, enfrenta retos infranqueables como la movilidad ante el crecimiento de su parque vehicular, una nula sustentabilidad ambiental y sobre todo, un inexistente programa de infraestructura hídrica y drenaje que le permita seguir funcionando de forma regular. El cambio climático ha magnificado las problemáticas de la zona conurbada, que sumado a la deforestación, han incrementado los días de contingencia ambiental o incontrolables inundaciones debido a las lluvias más intensas.
En una lógica demencial, los problemas de agua y su distribución en la ciudad de México son provocados por la errática política de no respetar el entorno ancestral de una ciudad construida en terrenos lacustres, donde se deforestó para aplicar una enorme plancha de concreto, que hace imposible la captación de lluvias intensas destinadas a la reinfiltración de los mantos freáticos. El México independiente heredó de la Conquista, la falta de visión de sus conquistadores españoles que destrozaron el entorno ecológico de la antigua Tenochtitlan para en siglos de dominio español, se formara una ciudad desordenada, sin ninguna planeación hídrica lógica, que le condena a los desastres del cambio climático.
Además de las terribles condiciones de la inseguridad en la zona conurbada, su caótica movilidad, se debe sumar ahora como reto impostergable la concientización de la crisis hídrica que está por venir, con el compromiso real de todos los niveles de gobierno para invertir en obras impostergables de infraestructura hidráulica, con un estudio real sobre el impacto de muchísima industria que consume gigantescas cantidades de agua, para comercializar comida chatarra que es dañina para la salud.
No se puede esperar que el día cero en cuestión de desabasto de agua, nos amenace como ocurrió en la ciudad del Cabo que apenas empieza enfrentar a su destino. La conciencia ecológica de los habitantes de la zona metropolitana de la Ciudad de México no visualizan el enorme reto que es una crisis de agua que podría hacer inviable la vida como la conocen, que estos días de tandeos que se padecen en la ciudad, sirvan más para arraigar la conciencia en el cuidado del agua y menos para la estéril polarización política.
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