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Concesionar el tren maya a China, una opción que no sería disparatada

Los chinos son hoy por hoy los reyes mundiales en fabricación de trenes, construcción de redes ferroviarias y operadores de ese mismo sector.

19 de noviembre, 2025

Ginés Sánchez

El tren maya no termina por traducirse en bienestar para la gente, al contrario, supone tanto una bestial inversión inicial del Estado mexicano (varias docenas de millones de dólares, las cifras varían según el emisario) y el costo de su mantenimiento (los trenes, casi siempre necesitan de subsidios para operar) es tan grande que el monto de recuperación por concepto de contraprestación por parte de los usuarios no llega siquiera al 1 %. La situación que vive Tulum, con ocupación hotelera debajo del 10% promedio, no sería posible si todo lo anterior no fuera cierto.

La carga fiscal para el Estado mexicano es y será por siempre, a diferencia de otros proyectos como el de DOS BOCAS, que eventualmente generará recursos en beneficio del país, Esto a menos que se utilice inteligencia e imaginación por parte de algún gobierno federal, una opción sería concesionarlo a los chinos, que son hoy por hoy los reyes mundiales en fabricación de trenes, construcción de redes ferroviarias y operadores de ese mismo sector, que tan importante es en aquella nación asiática y que tantos beneficios (más indirectos qué directos) les reporta. Un sólo ejemplo son los ramales qué unen a zonas rurales con enormes centros urbanos y que los campesinos utilizan para vender sus cosechas directo a clientes y/ó distribuidores, eliminando así a rapaces intermediarios, que son los que, en su mayoría, cargan con la culpa de un campesinado postrado y miserable en la mayoría de los países del mundo.

Si se concesionara a los chinos, estos sabrían cómo hacer que el tren maya fuera algo, eventualmente incluso rentable, máxime al tener en cuenta a un mercado turístico chino que ya crece cómo la espuma y que demanda sitios para viajar y/o vacacionar. Todo esto no supondría un proceso nada fácil. De entrada, con Trump cómo presidente de los Estados Unidos, nuestro principal socio comercial eso luce imposible, dado la encarnizada guerra comercial, tanto con tácticas éticas cómo no tanto (“dumping“) mantienen al resto del mundo en vilo, siendo (para esos dos gigantes) la mayoría de los demás países, simples piezas de un tablero de ajedrez, si no vayamos tan lejos, recordemos cuándo la administración Peña Nieto suspendió (de facto) la obra de un tren que uniría Querètaro con la CDMX debido a que el consorcio constructor era precisamente de China, y que en un viaje de Estado del entonces presidente priista al gigante asiático, este fue recibido por unas edecanes que le regalaron, a manera de franca burla dado su fama intencional de iletrado, un altero de libros, exhibièndolo pues de fea manera, a modo de represalia por haber cancelado ese compromiso ante uno de sus consorcios

Otro tema es que, por más bloque económico y geopolítico que seamos por causa del T-MEC, México no puede “poner todos los huevos en una misma canasta”. Uno de los motivos para no hacerlo es la creciente inestabilidad de los Estados Unidos, su cada día más frágil estabilidad económica y financiera. Sus números macroeconómicos no mienten: deuda de proporciones bíblicas, déficit fiscal, déficit comercial, una inclinación a la economía especulativa en mercados de dinero y de valores (economía de casino), impresión sin límite de dinero de parte de la FED (lo más cercano a su banco central) que nos sugiere una burbuja financiera que el día que reviente hará ver a todas las demás como una cosa de juego de niños, y todo su poderío, no sobra decirlo, basado también en su inconmensurable poder militar. Aun así, el sentido común nos dice que es imposible que una nación plagada de haraganes y adictos a las drogas y a las armas no puede ser más fuerte que una donde sus ciudadanos, siguen al pie de la letra la doctrina del conficuanismo, y están dispuestos a cualquier sacrificio, al estudio incansable y al trabajo obsesivo, justo como es el camino que China ha elegido y que lo tiene hoy ya, virtualmente viviendo en una suerte de novela de ciencia ficción.

Por supuesto el que esa posibilidad se pusiera sobre la mesa supondría concesiones de otro tipo para China, y se necesitaría de auténticos oficios de estadista de clase mundial para llegar a un acuerdo de esas dimensiones que fuese benéfico para ambas partes, que es esa justo la estrategia que ha adoptado China: el “regalar” infraestructura a países periféricos a cambio de canonjías, que jueguen en beneficio de los planes de China, que lejos están del cortoplacismo de la inmensa mayoría de los países, que solo piensan sus clases políticas en las próximas elecciones, haciendo esto China con planes que van desde unos meses hasta de, literalmente, siglos.

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