El TRIFE ha calificado la pasada elección presidencial como válida, al considerarla libre, auténtica y periódica, por lo que nombró a Claudia Sheinbaum Pardo, como presidenta electa. Con este formalismo necesario, se dejan atrás las impugnaciones y procesos electorales que la oposición promovió producto de la segunda histórica elección donde el partido político Morena ganó en forma contundente.
El tribunal electoral resolvió los 240 juicios de inconformidad en contra de los cómputos distritales, dos juicios de conformidad y un juicio ciudadano que buscaba la nulidad de la elección, todos desechados y atendidos. Al final las cifras oficiales dieron una votación total de 35 millones 924 mil 519 votos a favor de la candidatura de Sheinbaum Pardo, con un total del 59.76 por ciento de la votación, para finalizar señalando que cumple con los requisitos para ser presidenta del 1 de octubre del presente año al 30 de septiembre de 2030.
Con el récord de casi 36 millones de votos a favor la coalición morenista, logrará la histórica mayoría calificada que le permitirá realizar cambios constitucionales, dando origen a un cambio de régimen aún más radical del que se impulsó en el sexenio del casi saliente, Andrés Manuel López Obrador. El denominado carro completo, del argot priista político, no había sido logrado por ninguna fuerza política sola, o coaligada en años recientes.
Este asombroso resultado electoral no era previsible luego del ligero avance opositor en la lógica de desgaste gubernamental, además de muchos aspectos que no fueran atendidos y otros rubros más que empeoraron. Destaca la inseguridad en muchas zonas del país y la promesa incumplida de un mejor sistema de salud universal para los ciudadanos. La normalización para la psique mexicana ante la nota roja, se fusionó con la realidad y la resignación ante un fenómeno delincuencial que parece no tener solución. Este aspecto de vida social que debía pesar mucho en el voto de castigo al régimen, no fue suficiente para perdonar a los partidos tradicionales aliados, que intentaron infructuosamente canalizar las insuficiencias del gobierno.
Al final, la forzada candidatura de Xóchitl Gálvez, logró ser la peor campaña en la historia del país. Con menores distritos electorales ganados, menos diputaciones y senadurías, la debacle prianista condenó a sus cartuchos quemados a la simple supervivencia y la irrelevancia en la vida pública. La sobrevalorada figura de su candidata dicharachera fue víctima propia de sus desfiguros, sus tragicómicas pifias y su nulo timing político, que condenó a la oposición a la extinción.
La ruta marcada por la guerra sucia y su millonario patrocinio desde las elites económicas y mediáticas, no tuvo ya el resultado esperado. En el teatro del absurdo opositor, que nunca entendió nada, abonó al enaltecimiento de la figura presidencial de AMLO y de su candidata que cosechó una victoria histórica. Las escasas figuras opositoras pasaron por la máquina de picar carne, dejándolas en la total descomposición pestilente, destacando al grupo de senadoras histriónicas auto ridiculizadas, de donde salió la figura de Galvez Ruiz.
En lo referente al inminente mandado de la primera presidenta en México, los grandes retos parecen provenir del socio comercial y rival ideológico histórico, los Estado Unidos, que inmersos en una elección cerrada, con una sociedad aún más polarizada, deberá acudir a las urnas durante este periodo democrático muy poco luminoso. La llegada de Trump por segunda vez a la casa Blanca traería un sinfín de enfrentamientos con México, que sin ser un socio que el imperio respete históricamente a cabalidad, en esta etapa auguraría tiempos muy oscuros. El populista republicano, instalado en el espacio de poder más importante del mundo, no dudará en atacar a todo quien considere su enemigo.
El mundo postpandémico enfrenta conflictos bélicos, dos de ellos muy preocupantes, crisis hídricas y el mismo cambio climático que estresan a la economía mundial. Hace apenas una semana, hizo temblar a los mercados con la posibilidad de una recesión que sería la tormenta perfecta en estos años difíciles.
Ante ese escenario de pronósticos reservados, llegará Claudia Sheinbaum a la presidencia, con el bono democrático de una elección nutrida, y con el poder casi absoluto para poder operar. Esta carta poderosa del control de las cámaras legislativas no la tienen ni las democracias y países más avanzados, por lo que el talento para usarlas en favor de los retos históricos del país, serán fundamentales para la primera presidenta mexicana.
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