La semana pasada se votó por la desaparición de los organismos autónomos y pudimos leer un texto de Nurit Martínez sobre el fin de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU). Ni siquiera era un órgano autónomo propiamente dicho y corrió la misma suerte que los otros seis organismos diseñados para operar con independencia de las secretarías de gobierno.
Las razones para extinguir a MEJOREDU fueron bastante simples: era un gasto excesivo sostener a un organismo cuyas tareas podían ser asumidas por la Secretaría de Educación Pública (SEP). Y es que la política educativa, más que tener al aprendizaje como eje, se ha centrado en dos cuestiones principales: garantizar que todos tengan un lugar en la escuela y suministrar un apoyo económico universal para que la pobreza y la acusada desigualdad que vive el país no fueran los culpables del abandono escolar.
A primera vista, el argumento no parece descabellado. Tal vez no se pueda garantizar la máxima calidad educativa en cada plantel, pero si se consigue que más del 90% de los estudiantes que inician la educación básica lleguen a la Universidad, entonces ya se tendrá mayor margen para optimizar los procesos de enseñanza y aprendizaje de forma gradual.
Las becas serían la herramienta para impulsar a todos los estudiantes hacia la educación superior. Al tener carácter de universales, llegaban sin restricciones a cualquier familia con hijos en escuelas públicas. La única condición es que sus hijos asistieran a la escuela. Los estudiantes de educación privada quedaron fuera del programa, tal vez porque el gobierno asumió que los que pueden pagar una colegiatura no necesitan ayuda.
Otro punto para implementar el programa es que la necesidad económica sí es un factor que interrumpe la trayectoria educativa, mucho más en un país como México, donde la pobreza multidimensional es un fenómeno extendido por todo el país. Las becas son un ingreso extra para las familias y ya no necesitan que los niños deban interrumpir sus estudios para trabajar.
Hasta aquí llega la mayor parte del discurso oficial. Las becas son un seguro para el logro educativo. Pero, como es bien sabido, hay un largo trecho entre el diseño de las políticas públicas y sus resultados.
El primer resultado que puede observarse es que, efectivamente, el abandono escolar disminuyó. De 14% en 2018 hasta 8.7% en 2022 para estudiantes de media superior. Y el rezago educativo también disminuyó, pasando del 29 al 27% de la población que no ha logrado completar la educación obligatoria. Esto logros llegaron con una inversión de más de 62 mil millones de pesos.
Como era de esperarse, el Gobierno Federal se mostró muy orgulloso de estas cifras. Pero surgió una interrogante ¿Por qué si las becas eran tan efectivas, disminuyó la cobertura escolar? Porque entre 2018 y el 2022, la cobertura escolar pasó del 84 al 78%. Las preparatorias de México perdieron prácticamente medio millón de estudiantes en 4 años, más aún, 1.6 millones de estudiantes de todos los niveles entre 2018 y 2024 dejaron de ingresar a la escuela, tal como lo muestra Eduardo Backhoff Escudero.
Esto es difícil de entender ¿Si las becas están para que todos estudien, ¿cómo es que se inscriben menos niños y jóvenes a la escuela? Se llegó a decir que la menor tasa de natalidad en México, pero esa no es una explicación apropiada, porque las mediciones de cobertura escolar se refieren al porcentaje de niños que tienen edad para estudiar y que van a la escuela, independientemente de cuantos haya. Y en México hay muchos niños y jóvenes que tendrían que estar estudiando y no lo hacen.
Otro problema con las becas es que, al no tener ninguna clase de requisitos, llegaron a casi cualquiera que las solicitara. Por eso el porcentaje de becados de hogares con ingresos medios y altos aumentó, sin que hubiera un cambio significativo en los hogares de ingresos más bajos. Es decir, hubo un sector de la población con alta marginación que se quedó sin recibir el apoyo que otros hogares aprovecharon sin tener la misma necesidad. Quizá el gobierno asumió que todos los que estaban en escuela pública es porque no podían permitirse el pago de una escuela privada.
Tal vez el programa de becas haya incurrido en un error sistemático. Se asumió que las carencias económicas eran el principal y tal vez el único factor de ruptura en la trayectoria educativa, como lo son las condiciones familiares, la infraestructura, el transporte disponible, la salud, el propio interés por los estudios y ¿Quién lo diría? Los aprendizajes. La falta de desarrollo de habilidades y la reprobación son elementos que contribuyen a que un estudiante decida dejar la escuela (véase el estudio de Carrillo et al. (2020) por ejemplo). Si solo se necesitaran de becas, tiempo ha que la desigualdad y el rezago educativo hubieran desaparecido.
Las becas han tenido su mérito y sin duda muchas familias han aprovechado este ingreso adicional para mejorar sus condiciones de vida. Pero, por desgracia, será cada vez más difícil saber a ciencia cierta cuán significativa ha sido dicha mejora y la contribución de las becas. La Comisión Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), encargada de monitorear y medir el efecto de las políticas públicas, también ha sido suprimida en aras de la austeridad Republicana.
Podemos asumir que mucho del dinero que se ahorrará en pagar a funcionarios, elaborar encuestas y exámenes o realizar estudios de eficiencia y prospectiva se destinará a los programas sociales. Pero nunca olvidemos que gastar no es lo mismo que invertir. MEJOREDU se fue, pero la necesidad de mejorar a la educación permanece.
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