La semana pasada se viralizó un video donde la ciudadana de origen argentino, Ximena Pichel, discrimino a un policía capitalino llamándolo “pinche negro” luego de que se le intentara infraccionar con la colocación de la denominada araña inmovilizadora, al no haber cubierto las tarifas del parquímetro en la colonia Condesa. En redes sociales se observa a Pichel encarando de forma altanera al oficial, mientras le grita dichos discriminatorios, con la agravante que su hijo es partícipe también en el enfrentamiento, con el agente público.
Antes de retirarse del lugar a bordo de su vehículo, continuó lanzando improperios fuera de control de sus emociones. La indignación natural que provocaron sus acciones son un pequeño ejemplo de una realidad clasista que existe de forma hasta natural, y que de no ser por la prueba videografica, hubiera quedado en la impunidad. Si bien es cierto que la ciudadana ofreció una disculpa pública al oficial que agredió mediante un comunicado, además de entregar un escrito a la Secretaría de Seguridad Ciudadana Capitalina, con el fin de brindar dicha disculpa de forma personal al elemento policiaco, el hecho de que saliera un segundo video donde encolerizada llama gata a una mujer de vigilancia, presuntamente de su edificio donde vive, muestra la recurrencia en su actuar discriminatorio.
En una entrevista dada al diario Reforma la agresora reiteró su disculpa y mencionó estar pasando por situaciones difíciles, aseguró que perdió el control esa tarde cuando se estacionó para comprar una quesadilla y regresar a su vehículo con su hijo, mientras el policía intentaba infraccionarla. Aunque en la entrevista asegura que su madre falleció y tiene muchos retos personales, su disculpa parece no ser fidedigna pues muchas mujeres con situaciones familiares y profesionales similares, no reaccionan de forma tan violenta ni son discriminadores.
Luego de la polémica marcha contra la gentrificación del pasado fin de semana, donde los hechos violentos alcanzaron a propiedades privadas, y el enfrentamiento verbal contra conocidos influencers a favor de la gentrificación, los ánimos generales de los ciudadanos están por demás polarizados. En este difícil dilema de culpar exclusivamente a los ciudadanos extranjeros por los males mundiales que acarrean el fenómeno de la gentrificación, el choque cultural con los mexicanos residentes de años, es una situación que requiere mayor análisis y comprensión.
No todos los extranjeros con fisionomía caucásica que viven en la ciudad de México son generadores de desigualdad social, ni ejercen la discriminación. Si bien existe un legado histórico de un sistema de castas durante la conquista española, que no acaba de romperse en la era del capitalismo salvaje a favor de las poblaciones con una tez de piel más blanca, es una realidad dolorosa. El caer en la simple descalificación sería errar el diagnóstico en torno a una mayor cooperación y la construcción de una comunidad generadora de bienestar general.
Mexicanos mismos, ejercen discriminación contra latinos de otras nacionalidades o contra connacionales de pigmentación de piel más oscura. Las nuevas normas de convivencia buscan evitar estos actos discriminatorios de una tradición cultural errónea, pero otras veces son reproducidas con la firme intención de herir y discriminar al que se considera inferior económicamente.
Regresando al caso de lady racista, Pichel no podrá evitar la condena social que ya se cierne sobre ella, pues en sus perfiles de redes sociales se describe como modelo, actriz y participante en algunas telenovelas. Sobre todo la marca Pantene se deslindó de haber colaborado con la ciudadana argentina, mediante un duro comunicado donde se pronuncia contra la discriminación y tacha de acciones imperdonables los hechos conocidos.
El exesposo de Pichel, Aron Beas se pronunció al respecto cuando ofreció disculpas a nombre de su hijo captado también en el primer video cuando se ataca al oficial que pretendía colocar la araña. El padre del menor de edad pide comprensión para su hijo que no tiene la educación adecuada, afirmando que no lo ha visto desde hace un año. Sin tener más elementos que nos permitan un diagnóstico real del estado mental de la agresora, solo podemos inferir por el actuar previo contra la mujer de vigilancia de su fraccionamiento, a la que le quitó el celular para evitar fuera grabada, que su acciones demuestran un nulo manejo de sus emociones, que fácilmente le hacen perder el control.
Resulta muy ilustrativo que a pesar de la viralización de sus acciones en el video ampliamente conocido en redes sociales, en sus perfiles hubiera borrado todo su material para solo dejar un aviso donde mencionaba que tenía toda la grabación completa y no solo una parte donde ella queda mal parada ante la opinión pública. Por lo que se deduce que no tenía la intención inicial de ofrecer ninguna disculpa pública, hasta que asesorada legalmente, entendió que el hecho era de dimensiones más graves.
Las sanciones alcanzadas podrían ser menores, como trabajo comunitario, disculpas públicas y en el peor de los casos prisión de tres años, la ciudadana argentina no sería deportada. Este caso regresa a la discusión pública la realidad cruda de un México donde permanecen los actos discriminatorios y el clasismo de las elites nacionales. La presidenta Claudia Sheinbaum y la jefa de gobierno, Clara Brugada, debieron pronunciarse en contra de estas acciones deleznables, pues las actitudes discriminatorias no pueden seguir formando parte de la cultura mexicana.
Las acciones de Pichel no deben ser olvidadas ni minimizadas por el paso del tiempo, pero no debe ser la única tarea el señalar con el dedo flamígero a la victimaria exhibida en redes sociales. La mención de una iniciativa de ley para deportar a extranjeros discriminadores también suena excesiva. Si la crispación social que despiertan estas acciones no se extiende al análisis y cancelación de las propias actitudes sobre los connacionales o extranjeros con mayor vulnerabilidad, solo seremos entes hipócritas que no buscan erradicar la discriminación, sino solamente escudarnos en el árbol caído. En esta batalla cultural, la sociedad mexicana tiene un pendiente histórico, donde no todos son conscientes de los agravios realizados contra la colectividad racial que debiera gozar de una verdadera igualdad y respeto.
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