Alito te quiere gobernar y Piña le sigue la corriente

Don Alejandro Moreno, alias “Alito”, realizó un antihomenaje de la canción de José De Aguilar, “María Cristina me quiere gobernar” para “bailar” a los raros especímenes electorales que aún se dicen orgullosamente priistas. Luego de la debacle del otrora partidazo en el pasado proceso electoral, donde la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, simplemente se “bailó” a toda la oposición, los dirigentes nacionales de los dos partidos sobrevivientes no atinan a dar una explicación lógica ante su desastre político.

La misma tragicómica excandidata presidencial, Xóchitl Galvez, se pasea por las salas del TRIFE, da signos claros que simplemente no puede superar la cataclísmica derrota. Si bien señala momentos puntuales de inequidad desde las mañaneras presidenciales de AMLO, la Señora X, nomás no entiende que no entiende a la ciudadanía que votó en contra de su proyecto político, ideado por el junior muy X en de la estrategia electoral.

En un acto digno de los mejores gánsteres, Alito Moreno modificó los estatutos del PRI para poder reelegirse hasta por tres periodos. No es que en verdad a alguien le importe mucho que destino tenga el expartidazo emanado de la revolución y destinado a la repartición del poder y la riqueza nacional. Sino que este actuar del campechano del Botox, desnuda también la cosmética división entre poderes que “sospechosistamente” mantienen, la presidenta del poder Judicial, Norma Piña, con el balconeado capo Moreno. 

Como se recordará durante la pasada campaña electoral, un trabajo periodístico de Milenio permitió saber de una reunión clandestina entre la ministra Piña con el ahora casi vitalicio presidente del PRI, Moreno Cárdenas, además de los ministros del TRIFE luego de la destitución de Reyes Mondragón como presidente de dicho tribunal electoral. Esta reunión confirmada por varios asistentes, realizada en la casa del magistrado González Alcántara Carranca, nunca ha tenido una explicación por parte de la presidenta del poder judicial.

En la gira de medios que la ministra Piña realiza para intentar detener o modificar en la manera de lo posible, la reforma al poder judicial, se omite cuestionarle sobre aquella reunión. La forma y fondo en cómo se dio aquella encerrona de ministros con un dirigente de partido, previo al inicio del proceso electoral, le hubiera costado el cargo a varios de los asistentes en democracias medianamente funcionales. En México, para la comentocracia simplemente nunca fue tema de interés.

Como se recordará, producto de la pasada elección de junio del presente año la ciudadanía se decantó mayoritariamente en las urnas por morena y el trabajo del presidente AMLO, logrando una histórica mayoría calificada en la cámara de diputados, mientras que en el senado dicha mayoría estaría por lograrse con un puñado más de senadores. Por ello el paquete de reformas constitucionales presentadas por el ejecutivo en el 107 aniversario de la constitución mexicana, tienen todas las posibilidades del mundo de materializarse.

La reforma al poder judicial era un pendiente impostergable para la sociedad mexicana que padece el nepotismo, la corrupción, el clasismo y el viacrucis en general de lo que nunca ha sido una justicia pronta y expedita. Los poderes judiciales de los estados que son totalmente impresentables, tienen historias de terror dignas de novelas negras y de abusos contra los quejosos que buscan justicia. El mismo poder judicial federal es juez y parte en la Judicatura, que es el órgano encargado de condenar el mal desempeño de los juzgadores, que muy rara vez son sancionados.

Escondido de ese trascendental escenario, se encuentra el interés de Alito Moreno por convertir al expartidazo en una rémora de poder personal, al que pueda esquilmar como lo hace Dante Delgado en MC, Anaya en el PT y el “niño verde” en el partido Verde. Los cartuchos quemados por los priistas que se oponen al secuestro de los fierros viejos del PRI, no tienen la fuerza para oponerse a Alito. Pero sobre todo les será muy difícil que desde los tribunales electorales, obtengan ayuda para evitar la perpetuación de su dirigente, que curiosamente decía oponerse a la reelección política.

Los enjuagues y triquiñuelas que podrían haberse dado entre Alito y la ministra Piña en aquella reunión, dejarían libre el camino al poder absoluto partidista para el político campechano, que entiende las bondades económicas de regentear un partido político, a pesar de no ganar nada electoralmente. Una mansión de 300 millones de pesos, de repente es titular noticioso, cuando fue el modus operandi histórico de la clase política priista en todos los aspectos.