Los mensajes suelen llegar en grupo y más cuando uno se encuentra receptivo, tan solo esta semana sin esperarlo me vi, digámoslo de alguna forma, “Brutalmente expuesta” a un sector adolescente. Contexto: Mi hija Nat, segundo adulto en edad después de mí en esta familia a quien por lo menos le doblo la edad, participó de forma exitosa en el congreso de los jóvenes de la Universidad Panamericana en donde estudia y trabaja.
Después de esta breve y necesaria aunque presuntuosa introducción, les platico que tuvo el gentil gesto de invitarme y que gracias a eso pasé dos días inmersa en un ambiente al que hace tiempo no accedía. Dos días de conferencias y actividades para alumnos de preparatoria que me dieron mucha tarea para llevarme a casa, adultos haciendo un enorme y honorable esfuerzo por hablar y escuchar a los jóvenes y establecer un diálogo verdadero con ellos tomando en cuenta sus intereses, sus desintereses y su propio idioma.
Observar desde mi lugar de madre, invitada, persona que casualmente pasó por allí a la adolescencia de hoy en día es toda una experiencia, y no es que la adolescencia sea algo nuevo, todos lo fuimos en algún momento y de igual forma que los adolescentes de hoy en día fuimos distintos a los adultos de la época y a adolescencias anteriores.
La adolescencia se distingue siempre por eso: por ser particular, única e irrepetible. Desconozco la etimología real de la palabra y si proviene del verbo “Adolecer” como padres y terapeutas en broma y no lo dijimos alguna vez, sin duda el proceso hormonal de todos los chicos es similar siempre pero no el entorno ni el contexto.
En lo personal me parece que esta última generación marca un brecha muy pronunciada por la presencia de redes sociales, ya no son solo jóvenes aislados en ese espacio entre la niñez y la vida adulta como lo fuimos todos a los que la guerra de hormonas les hace sentirse incomprendidos y muchas veces insuficientes, que batallan con su identidad, con su propia aceptación e integración, la dificultad para complementar la propia percepción de su imagen y esencia y que muchas veces solo encuentran respuesta en otros adolescentes de la misma generación.
Ahora el eco es mucho mayor y casi completamente desconocido para los padres, aunque nosotros también tengamos acceso a las redes sociales es muy distinto nuestro lenguaje que el de ellos y lo peor es que ni siquiera lo sabemos. La cantidad de información y espacios que encuentran los adolescentes en el Internet y las redes sociales puede ser infinito, como un mar de posibilidades al que como adultos no tenemos ningún tipo de acceso. Los adolescentes han desarrollado nuevos códigos, nuevos idiomas y nuevas formas de comunicarse en el absoluto silencio y anonimato de sus sus adminículos electrónicos y los padres, maestros y adultos en general estamos exentos y absolutamente inconsistentes de esta actividad y de este infinito espacio.
No es necesario ser padre o maestro para saber que el sector adolescente es parte de la sociedad y que lo que suceda con él nos afecta en todos los aspectos a todos, somos miembros todos de una comunidad y estos jóvenes interactúan y son también parte de.
Después el fin de semana vi de una sentada esta serie de la que todos hablan “Adolescence” que me dejó con la cabeza explotada en más de un aspecto.
¿Qué pasa en una sociedad que navega hacia un lado y no tiene ni la más mínima idea de lo qué ocurre con su juventud? ¿Cómo podemos cruzar esta barrera que se ha formado con el internet, las redes sociales, los videojuegos, etcétera y lograr hablar eficientemente con los jóvenes?
Una brecha generacional que siempre ha sido complicada ahora se vuelve infranqueable y no juzgo a los padres ni a los profesores que han tirado la toalla decidiendo hacer oídos sordos y creer que todo está bien y que lo estamos haciendo bien, que no hay mucho más que podamos lograr en cuestiones de comunicación durante esta etapa.
No sabemos lo que pasa con los menores, no tenemos ni idea de cómo hablarles y cómo hacernos escuchar; ignoramos si estamos haciendo bien las cosas; es más: ni quiera sabemos si hay una forma correcta de hacerlas. Vivimos una relación de adultos con los adolescentes muy distinta a la de nuestra época de adolescencia y son reglas que nosotros mismos propusimos con base en lo que creímos que nuestros padres y abuelos hicieron mal pero no sabemos si vamos por el camino correcto o estamos completamente equivocados, nadie nos lo va a decir.
Diseñamos un mundo que creemos es más amable y equitativo y nos enfrentamos al juicio de nuestros padres que no paran de decirnos que somos permisivos y que no entienden porque hacemos las cosas de esta manera, pero tampoco sabemos si será lo correcto.
Intentamos ser más flexibles, inclusivos, relajados y también vivimos en otro contexto de vida. Las mujeres muchas veces maternamos de forma autónoma o no y salimos a trabajar, a divertirnos, a socializar; buscamos nuestro propio desarrollo, oportunidades profesionales, experiencias nuevas correspondientes a la vida adulta y confiamos muchas veces en las instituciones para el apoyo de la formación de los jóvenes; nos recargamos también mucho en las famosas nanas electrónicas que nos ayuden a mantener entretenidas a nuestras fieras mientras nosotras podemos intentar vivir nuestras propias vidas. ¿Es esto incorrecto?
Por ningún motivo quisiera decir de qué va la serie que a mí me encantó y me dejó pasmada y con un solo tema en la cabeza. De verdad la recomiendo ampliamente y creo que todos, padres, maestros, adultos en general independientemente de que no tengamos a uno varios adolescentes cerca, tenemos que ver.
Lo último que tenemos que hacer es creer que el trabajo está hecho, que podemos dejar el tema de lado, la adolescencia es una responsabilidad de la sociedad e independientemente de nuestra filosofía de vida, creencia política, religiosa, social debemos descuidar e ignorar por nada del mundo. Todo menos dejar de observarlos, aunque no nos entendamos, aunque los desesperemos y ellos a nosotros, siempre estar pendientes y tratar de entender qué pasa en este mundo que es de todos y en el que todos ocupamos un lugar.
Tal vez ahora pueda parecer que los adolescentes son algo así como el recreo, la reserva de un equipo, no hay que olvidar que algún día serán los titulares y los que tengan el control de la sociedad y que en este momento de sus vidas, aunque no participen tal vez de la vida económica del país ni puedan o deban aún vivir de forma independiente son igual de importantes que cualquier otro sector de la sociedad, sin duda la etapa más breve de la vida pero muchas veces la más determinante.
Yo no sé si lo estamos haciendo bien o mal nosotros y ellos, pero sí creo que no debemos por nada del mundo pensar en singular ni como si fuésemos entes independientes uno del otro o enemigos que en un futuro adulto se reconciliarán.
Mis respetos para la Universidad Panamericana y su equipo por este asombroso esfuerzo por conectar y hacer comunidad, por entender y leer a este sector tan importante y muchas veces tan segregado, por lograr acaparar su atención y darles la importancia que merecen, por tenerlos como prioridad y demostramos a los adultos que ya pasamos por allí que ninguna sociedad será eficiente si no son dignificadas y atendidas todas y cada uno de sus etapas.

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