Con relación a la elección presidencial del año próximo, recientemente he escuchado a gente cercana decir que poco podremos hacer los ciudadanos de a pie para evitar la arrolladora victoria de Morena y que Claudia será la próxima presidenta de México, con lo cual se consolidará la captura autoritaria del estado desde el nacional populismo, que va con todo para destruir a la república y a “la democracia burguesa”, en favor de una “democracia popular” presidencialista.
Los argumentos pesimistas descansan sobre la increíble popularidad que conserva el Presidente (entre 56 y 63% de aprobación en diversos sondeos de opinión) y, por supuesto, consideran la dimensión de la elección de estado que ya se perfila con la aprobación presupuestal de más recursos para los programas del bienestar (un incremento de 25% en términos reales, para alcanzar una cifra que superará los 700 mil millones de pesos para asegurar la clientela electoral); con 23 gobernadores operando desde el poder ejecutivo de sus estados en favor del obradorismo y la movilización de cerca de 25,000 “servidores de la nación” con presencia en todos los municipios del país y cuya misión es convencer -con pensiones, becas o amenazas- a la población para que vote por Morena y sus candidatos. A esto habrá que añadir la esperable participación de cárteles delincuenciales a favor de los guindas en algunas regiones (como ya ocurrió en las elecciones de 2021, 22 y 23) y la brutal campaña de manipulación informativa que baja diariamente desde las mañaneras y a la que se pliegan sin honorabilidad alguna distintos medios de comunicación. Estos argumentos no son despreciables, por supuesto.
Sin embargo, frente a ellos, es pertinente plantear otros en contrasentido, para afirmar, contundentemente, que las elecciones del año próximo no están, ni remotamente, predefinidas. Para aquellos demócratas que no alcanzan a ver más que nubarrones horribles en el horizonte político mexicano, expongo las siguientes consideraciones:
1.- Como ocurre en toda competencia deportiva, los juegos hay que jugarlos hasta el final y la contienda no queda definida hasta que se termina el partido. Lo mismo sucede en materia electoral: Ninguna encuesta puede predecir con precisión el resultado final de una elección. Por ejemplo, a Barack Obama le anticipaban “una segura derrota” antes de ser reelecto como presidente para su segundo mandato y, al contrario, a Hillary Clinton la daban como “segura ganadora” antes de las elecciones en que perdió contra Donald Trump. En México, Felipe Calderón inició su campaña muy atrás del amplio favorito, Andrés Manuel López Obrador en 2006, para terminar ganándole la elección apretadamente (sin fraude: el único fraude del 2006 es el discurso del fraude que ha mantenido el obradorismo desde entonces, fieles a su costumbre de mentir sin escrúpulo alguno). El único resultado válido será el que tendremos después de la elección del 2 de junio y ese dependerá de lo que haga la ciudadanía, mucho más que de lo que hagan los candidatos y los partidos políticos. Más que atender a las encuestas (varias de ellas compradas y manipuladas), hay que echarle ganas en defensa de la democracia, contra el autoritarismo de la 4T.
2.- Si atendiéramos a lo que hoy dicen las encuestas publicadas, el panorama que se obtiene es muy errático. Encontramos, por ejemplo, una encuesta de Massive Caller (12/XI/ 23) que asigna para Claudia 38%, para Xóchitl 31% y para Samuel 13% (Verástegui no pinta), cifras parecidas al más reciente sondeo de El Financiero (28/VIII/23) que daba a Claudia 46%, a Xóchitl 37% y a Samuel 9%. Estos números resultan muy esperanzadores para la oposición. Sin embargo, contrastan con otra publicada en El Heraldo (17/XI/23), que asigna 59% a Claudia, 21% a Xóchitl y 5% a Samuel (aunque hay que señalar que El Heraldo trae ya línea en favor de la 4T). El hecho es que aún es muy temprano para hacer una medición confiable, máxime que se estima que cerca de la mitad de los electores posibles aún no identifican siquiera a Xóchitl Gálvez, mientras que Claudia lleva presentándose por todo el país desde 2021 con un despliegue publicitario considerable que le da arriba de 90% de reconocimiento de nombre.
3.- Si uno mira el escenario por partidos, la tendencia favorable a Morena aparentemente ha sido clara desde el 2018, con el partido del Presidente y sus aliados sumando una aceptación de entre 50 y 60 %, mientras que los partidos del Frente Amplio por México, sumados, alcanzan entre el 30 y el 35%. Sin embargo, una cosa es lo que dice la gente en sondeos de opinión “en frío” y otra la realidad de los resultados de las elecciones en los procesos electorales de 2021, 2022 y 2023. Las elecciones de los tres últimos años muestran una votación muy pareja: Sumando los votos obtenidos por los tres partidos que integran el FAM (PAN, PRD, PRI) en cada una de estas contiendas, en todas ha habido más gente que vota por ellos que por Morena y sus aliados. Resulta claro que Morena no obtiene mayoría en la votación nacional. Una cosa es que la gente diga que le sigue cayendo bien el Presidente y muy otra es que vuelvan a votar por él o por su partido. Los desastres y desventuras de la presente administración sí le han costado en votos reales a la 4T. De ahí la creciente radicalización de AMLO: Está preocupado porque sabe que no tiene asegurada la continuidad de su régimen.
4.- Fundamental resulta señalar que la campaña electoral aún no empieza. Diversos analistas argumentan que Sheinbaum ya llegó a su límite superior de atracción de voto, mientras que Xóchitl tiene aún mucho margen de crecimiento, en función de la campaña que desarrolle. Aunque algo similar puede decirse de Samuel García, la estructura nacional del PAN, PRI y PRD es considerablemente mayor que la de MC, de modo que es de esperarse que la primera pueda crecer mucho más que el segundo, aunque es esperable que muchos ciudadanos no caigan en la trampa de Samuel, que jugará a favor de AMLO para quitarle votos a Xóchitl. Por otro lado, si Claudia es un personaje muy poco carismático y en sus planteamientos no se puede despegar de lo que ha sido la 4T, las posibilidades que se abren para la creatividad de las campañas de la oposición son significativas. Xóchitl es una candidata fuerte, con arrastre popular. Es una persona carismática, con muy buen acercamiento al electorado de distintos perfiles y niveles sociales. Si el diseño de su comunicación y su presencia territorial tienen la creatividad y eficacia suficientes, puede crecer notablemente de aquí a junio del próximo año.
De hecho, un estudio reciente publicado por Gabriel González Molina, experto en estudios de opinión, señala que el voto duro de Morena no es superior a 21% del electorado. Y más o menos el mismo porcentaje de votos es duro a favor del FAM. Ello implica que un 60% de las preferencias de los electores estará en disputa. Son los que llaman “switchers” y serán los que definan la elección. La moneda está en el aire.
5. Además, mucha gente todavía no entiende lo que implicaría una victoria de Claudia. Su victoria sería un cáncer terminal para la división de poderes, la democracia y el estado de derecho, como bien lo expresa la terna propuesta por AMLO para remplazar a Arturo Zaldívar como ministro en la SCJ y el compromiso anunciado por Claudia con “el plan C” para reventar la autonomía del Poder Judicial. A medida que más gente comprenda lo que está en juego, la propensión del voto hacia el FAM deberá ser mayor. Al menos, quizá no tanto por Xóchitl sino contra Claudia. Pero para ello, los ciudadanos que formamos “la marea rosa” en febrero pasado para defender al INE, tendremos que movilizarnos otra vez para hacer campaña en defensa de la democracia, contra Morena. Lo relevante no es Xóchitl sino la conservación de la democracia, la república y el estado de derecho. La tarea le corresponde, en mi opinión, más a la ciudadanía, que a Xóchitl o a los partidos que la cobijan.
De estas reflexiones se sigue que la fuerza que tendrá Xóchitl Gálvez no debe venir de los partidos que la postulan sino de la ciudadanía libre, que fue la que la promovió en primer lugar y que ve en ella la alternativa viable en defensa de la democracia. O sea que ¡ánimo y a trabajar! Porque la verdadera campaña habrá de ser “viral”, de boca en boca y dependerá de nosotros, los ciudadanos.
Twitter: @Adrianrdech
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