La Iglesia en México y el Mundo: ¿Por qué no viene el Papa a México?

Muchas personas en el país quedaron desilusionadas porque Francisco no vendrá México en 2015, a pesar de que viajará a Estados Unidos y a otros países de América Latina en...

26 de enero, 2015

Muchas personas en el país quedaron desilusionadas porque Francisco no vendrá México en 2015, a pesar de que viajará a Estados Unidos y a otros países de América Latina en los próximos meses.

Las razones para no visitar México son varias, algunas de índole logística, otras de racionalidad eclesial, y otras, naturalmente, políticas. Empecemos por las logísticas.

La visita a Estados Unidos el próximo comprende tres etapas: asistir al octavo Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, una alocución ante la Asamblea general de la ONU en Nueva York y una visita oficial al presidente Obama y al Congreso en Washington, D.C.. Con ese itinerario, se llenan los ocho días que se destinan a una gira internacional. La gira a Sri Lanka y Filipinas duró una semana, desde la salida de Roma el lunes 12 de enero por la tarde, hasta el regreso exactamente al siguiente lunes, 19 de enero. La semana siguiente, las actividades del Papa se redujeron al mínimo indispensable. Obvio, el Papa Francisco es un hombre de 78 años, sin un pulmón y que si bien goza de una salud aceptable para su edad, está consciente de que no debe extralimitarse si quiere cumplir con todos sus objetivos de reforma.

En el caso de la visita pastoral a Ecuador, Bolivia y Paraguay, programada para fines de año, no hay modo de incluir a México, simplemente por distancia.

Vamos al segundo aspecto, al eclesial. Una parte de la jerarquía católica mexicana parece ser el modelo de lo que Francisco critica y que quedó magistralmente resumido en la alocución a la Curia del 22 de diciembre pasado, cuando habló de las quince enfermedades que “debilitan el servicio de Cristo”. No es porque en México no existan agentes pastorales positivos y con gran vocación, sino porque la parte más visible deja qué desear. Para muestra, el expediente de los Legionarios de Cristo y su relación con los poderes fácticos locales, independientemente de las atrocidades cometidas por su fundador; o personajes como el obispo emérito Onésimo Cepeda que se refirió al tema de Ayotzinapa en términos poco delicados por decirlo de una manera suave…

Un aspecto que resulta poco conocido son las diferencias entre el clero diocesano y el regular en México, en especial, la distancia que hay entre los obispos y los jesuitas. En el particular caso mexicano, la Compañía de Jesús desde la guerra cristera (1927-1934) ha asumido una posición crítica al gobierno frente a la posición más colaboracionista de los obispos a partir de 1938. Y justamente en las negociaciones para los cambios constitucionales de 1992, la jerarquía impidió que los religiosos participaran del diálogo con el gobierno, lo que derivó en que éstos cuestionaran cómo y para qué los cambios. Los obispos atribuyeron a los jesuitas haber promovido los cuestionamientos internos y desde entonces, puede hablarse de una especie de veto sistemático a los jesuitas, de forma en que no ha habido en México un obispo jesuita desde el fallecimiento del último obispo prelado de la Tarahumara, Mons. José Llaguno, en 1992. A ello hay que añadirle la animadversión que Juan Pablo II tenía en contra de la Compañía… y que Jorge Mario Bergoglio es jesuita y se le nota…

Lo de que sería grosero no visitar a la Virgen de Guadalupe, tiene algo de verdad y algo de retórica …. Benedicto XVI no estuvo en la Villa y no pasó nada, pero fue una forma elegante de Francisco para excusarse frente a tanta invitación gubernamental y eclesiástica.

El Papa Francisco conoce México, ha estado tres veces en el país, y lógicamente tiene una buena idea del sistema político mexicano no sólo como parte de la cultura general de América Latina, sino porque su secretario de Estado, el cardenal Parolin, conoce al dedillo la lógica de la clase política y de la Iglesia en México, pues le tocó ser testigo presencial de los intríngulis de las negociaciones de los cambios constitucionales en materia eclesiástica.

En las actuales condiciones de México, la necesidad de legitimación es muy fuerte, provenga de dónde provenga. Por eso, el Papa Francisco claramente dijo que no es el momento de hacer una visita pastoral a México: primero, precisamente porque no quiere que su imagen sea utilizada para convalidar un gobierno que él percibe fuera de la lógica de la doctrina social de la Iglesia, cuyos postulados son semejantes a los keynesianos en lo económico, pero con una agenda moralizante en lo político y lo social. Segundo, un elemento que pudo haber influido en la decisión del Papa es la percepción internacional del gobierno peñista. En ese sentido, diferentes publicaciones de alto impacto entre las élites mundiales -The Wall Street Journal, The Economist, The Guardian, The Washington Post, entre otras-  han dado cuenta no sólo de los casos relacionados con la violencia y el narcotráfico (Ayotzinapa y Tlatlaya) sino también de la corrupción, uno de los temas que más preocupan al Papa y al cual se ha referido en varias ocasiones, diciendo que es normal ser pecador, pero corrupto, no.

Un tercer aspecto son los informes que recibe de la Conferencia del Episcopado Mexicano y de la Nunciatura Apostólica, los cuales, a juzgar por lo expresado en la visita ad limina de mayo de 2014, no deben ser particularmente halagüeños con respecto a la gestión gubernamental, máxime si tomamos en cuenta el número de sacerdotes asesinados -nueve- por el crimen organizado de 2013 a la fecha, así como la crítica situación económica en la que destaca la alta concentración de la riqueza.

Un cuarto aspecto es que el Papa ha expresado su interés por acompañar a los migrantes y claramente dijo que le gustaría cruzar la frontera de México a Estados Unidos, al igual que los migrantes. Sin embargo, ese un tema de la agenda bilateral de los gobiernos de Obama y de Peña Nieto, cuya negociación es bastante espinosa y una acción pontificia, como la antes señalada, podría entorpecer la negociación política entre republicanos y demócratas en el Congreso Norteamericano, en detrimento de los migrantes mexicanos y centroamericanos. Como lo ha demostrado en distintas ocasiones, Jorge Mario Bergoglio es políticamente sensible y si no puede ayudar, tampoco estorba…

En suma, la prudencia política, tanto en términos civiles como eclesiales, indican que no es el momento apropiado para que el Papa argentino visite México. Tal vez en 2016, si las condiciones son favorables.

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