La agenda del papa Francisco, como de costumbre, pero quizá un poco más en esta ocasión, está saturada. El próximo sábado 6 de junio, el Papa estará en Sarajevo, capital de Bosnia Herzegovina, ciudad con mayoría bosnia y musulmana, a la que se suman dos comunidades cristianas: la ortodoxa serbia, que es mayoritaria, y la católica croata, que apenas representa el 15% de la población.
Pero antes de ir a Bosnia, Francisco se entrevistará esta semana con las presidentas de Chile y Argentina, así como con los presidentes de Venezuela y Colombia. Esto es relevante porque el 5 de julio iniciará la gira apostólica por América Latina. Visitará Bolivia, Ecuador y Paraguay y regresará a Roma el 13 de julio. El problema es que hay un conflicto a la vista en el que al Papa se le atribuye un interés particular, que desde el punto de vista institucional, no tiene por qué serlo.
Y el pasado jueves 28, el Papa se reunió al ex presidente uruguayo José Mújica, quien había anticipado que hablaría con el pontífice de "la dificultad de integración entre todos los países latinoamericanos". Esto, si bien genérico, alude a un conflicto actual: la salida al mar que Bolivia le pelea a Chile casi desde la independencia.
Desde hace siglos, la Santa Sede como actor internacional ha sido mediador en conflictos fronterizos; entre 1979 y 1980, medió entre Chile y Argentina con respecto a la posesión del Canal de Beagle, lo que evitó una guerra en ambas naciones.
Ahora el papel mediador de la Santa Sede está siendo cuestionado porque ahora parece haber un conflicto de interés, que no tendría que serlo, excepto por la susceptibilidades nacionalistas que existen en el cono sur, en específico entre argentinos y chilenos, mismas que tocan de cerca la credibilidad del Papa Francisco en la mediación entre chilenos y bolivianos por la salida al mar.
El caso es que la presidenta Michelle Bachelet y su gabinete están preocupados porque la gira papal sea instrumentalizada para que se dé un laudo internacional en favor de que se le dé a Bolivia salida al mar y probablemente éste sea un tema que abordará en su visita al Vaticano.
El presidente boliviano, Evo Morales, desde diciembre aseguró que la visita papal será exclusivamente pastoral y que los chilenos estaban un tanto paranoicos porque no habría ningún intento por solicitar la mediación pontificia. Pero el tema, por la parte chilena, sigue vigente y el viernes cinco se sabrá qué pasó, si el Papa mediará en favor de Bolivia – como creen los chilenos, en una estrategia que parece haber sembrado el gobierno en medio de la crisis que vive – o si declinará por un conflicto de interés, simplemente por ser argentino de nacimiento.
Lo que me parece es que los chilenos no entienden que no entienden que el Papa ya no es un nacional argentino nada más, sino el líder de mil millones de católicos… y que, en caso de participar, se tendría que ajustar a las normas del Derecho Internacional.
El caso es que el próximo fin de semana estará agitado, pues el Papa recibe el viernes a la presidenta chilena, el sábado va a Bosnia y el domingo recibe por la tarde a Cristina Fernández de Kirchner – séptimo viaje que la presidente argentina hace a Roma para, suponemos, contarle sus cuitas y obtener el consejo papal de primera mano -; por la mañana, Bergoglio se reunirá con Nicolás Maduro, en lo que espera una entrevista ríspida por la situación de los líderes opositores, aunque realmente el que está llevando el tema es el cardenal Parolin, quien antes de ser secretario de Estado fue nuncio en Venezuela, así que conoce a cabalidad la situación. Con toda probabilidad, tanto el Papa como Parolin abogarán por los opositores al régimen y le darán alguno que otro “coscorrón” a Maduro …
Por otra parte, el Papa Francisco llevará a los Balcanes, en su octava gira internacional, un mensaje de reconciliación y tolerancia para la convivencia pacífica y el diálogo interreligioso en Sarajevo, ciudad que todavía sufre los estragos de la guerra librada entre 1992 a 1995. Sin duda, uno de los daños colaterales de la caída del Muro de Berlín, pero las raíces del conflicto se hunden en los siglos de dominación turca y la posterior adscripción a uno de los imperios más multinacionales que han existido: el austro-húngaro.
La visita papel es más que nada simbólica y busca fortalecer el diálogo ecuménico e interreligioso que ha sido tan difícil en esa zona durante los últimos 25 años.
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