La primera vez que tuve una tarjeta de crédito me la dio mi papá. Yo tenía 19 años y ninguna preparación para utilizarla. Siempre fui muy ñoña y bien portada así que nunca la usé para nada que no fuera estrictamente necesario. La traía en la cartera de adorno, la verdad. Me considero privilegiada porque un número reducido de mexicanos tiene la posibilidad de contar con una tarjeta de crédito que no tenga que pagar por sí mismo. Yo fui una de esas personas. Además traía muy metido en la cabeza el “status” que daba tener tarjeta de crédito, gracias a la publicidad. Podía tener TODO, solo con el poder de mi firma. Lo recuerdo y me da risa, ¡que estupidez! Pero nos convencieron, ¿a poco no?
A los 24 años me independicé y regresé esa tarjeta a mi papá, pero obviamente saqué MI primera tarjeta de crédito. Más tarde me ofrecieron otra tarjeta y dije que si. Y luego me ofrecieron una tercera. ¿Por qué no? Sé manejar mi crédito. Me sirve y me ayuda a cumplir todos mis deseos.
A lo largo de 10 años tuve 3 tarjetas de crédito y a todas les debía un poco. De pronto y sin darme cuenta, en conjunto, les debía a esas tres más de lo que ganaba mensualmente. ¡Oh sorpresa! Ni me preguntes en que momento fue porque no tengo ni idea. Vivía quincena a quincena para liquidar tarjetas. Ahí comenzó mi relación amor-odio con ellas. Las amaba porque podía pagar lo que se me antojara sin cargar efectivo o incluso tener dinero, lo podía pagar después. Luego llegaba el estado de cuenta y odiaba haberlas usado. En un momento de mi vida, vendí el coche para liquidarlas. Me dolió, pero ya no podía seguirlas pagando. Cancelé dos de ellas y me quedé con una sola. Por las dudas. Siempre es bueno tener una tarjeta de crédito, el problema es cómo la usamos. Cuando liquidé y me quedé con una, el banco me hizo el flaco favor de aumentar mi línea de crédito. ¡Mala idea!
En ese momento me iba bien, no necesitaba el coche porque podía llegar a mi trabajo muy fácilmente. Así que todo iba súper, según yo. Y de un día para otro perdí mi trabajo. Así es la vida. Tenía un guardadito pero empezó de nuevo el mal uso de la tarjeta. No quise bajar mi estándar de vida porque pronto conseguiría otro trabajo y santo remedio. Pero no fue así. Y parecía que no había aprendido nada de la experiencia anterior. Así somos, nos tropezamos dos y hasta tres veces con la misma piedra.
Y ¿qué creen que pasó con mi tarjeta? Pues me mantuvo todo el tiempo que no trabajé. Me tomó 18 meses conseguir un nuevo trabajo y aceptando un sueldo de la tercera parte de lo que ganaba. Obviamente reventó la deuda y yo no la podía pagar. Sin ingreso, ¿cómo pagas? Imposible. Al comenzar a cobrar mi pequeño sueldo dejé de usarla pero la deuda ya estaba gigante y no la podía pagar. El mínimo a pagar que sugería el banco era mayor a lo que yo ganaba mensualmente. Increíble pero cierto. Tuve que ajustar mi estilo de vida, ahora a fuerza. Con mucho dolor y molestia pero ni modo. A veces toca.
Con esa terrible experiencia y los años de aprendizaje me doy cuenta que cometí varios errores, unos más graves que otros. Te los cuento por si te identificas y puedes corregir antes de que la bola de nieve te aplaste.
Error número 1. Compro ahora, pago luego.
La primera vez me equivoqué porque compraba cosas que realmente no necesitaba, puros gustos. Viajé. No me detenía a pensar si podía o no comprarlo, o si lo iba a usar o no. No me importaba nada. Me gustaba y lo compraba. Lo que fuera. Total, después lo pago.
El crédito es bueno. Nos ayuda para un montón de cosas. Lo malo de gastar en cosas innecesarias y pagar después es que cuando lo liquidas lo estás pagando más caro. Además de que estás comprometiendo tu salario futuro. Antes de que te llegue el sueldo tú ya lo usaste.
Error número 2. No ajustar a tiempo mi estilo de vida.
Al quedarme sin trabajo debí haber dejado de gastar sin pensar, pero no lo hice. Tenía que haber ajustado mi presupuesto y recortar, dejando lo estrictamente necesario, pero no lo hice. Pensé que pronto encontraría trabajo y no fue así. No hice ajustes a mi presupuesto y seguí gastando como si cobrara igual y fue un error gravísimo.
Cuando tienes deudas grandes o pierdes tu ingreso hay que ajustar el presupuesto mensual lo más pronto posible, así no duele tanto. Apretarte el cinturón un tiempo puede salvarte de hacer el hoyo más grande.
Error número 3. El crédito no es dinero extra o un sueldo.
Haber gastado como si fuera mi propio dinero, no prestado, y luego tener que vivir de la tarjeta de crédito para poder comprar comida fue otro grave error. No entendí, para nada, que tengo que pagar para usar ese dinero.
Si estás pagando con crédito el súper o tus gastos más básicos porque no tienes dinero en efectivo para pagar, tienes un gran foco rojo. Urge que hagas algo al respecto.
Error número 4. Nunca checar el CAT.
Cuando cancelé dos de mis tarjetas nunca revisé las tasas de interés, ni lo que me cobraba de anualidad el banco por tenerlas. No me fijé en el costo anual total y por mensa me quedé con la tarjeta más cara de las tres. Por supuesto, eso hizo que la deuda creciera mucho más rápido. No tomé una decisión informada. Si todo lo que pagué de intereses me lo hubiera pagado a mi misma, ya tendría un buen ahorrito. ¿No crees?
Te recomiendo que saques tus tarjetas de crédito y en una hoja hagas una tablita. Ella pon el nombre de la tarjeta y el banco, la cantidad que debes, el mínimo a pagar, el interés que te cobra, agrega el IVA y las comisiones además de lo que te cuesta anualmente mantener esa tarjeta. Compara entre ellas. Sé que da un poco de flojera pero no hacerlo es regalar nuestro dinero a los bancos. Te puedo ayudar con esta liga de la Condusef en la que puedes ver varias tarjetas de distintos bancos y hacerte una idea rápida de qué tanto estás pagando al banco que podrías pagarte a ti mismo.
¿Esto para qué?
Para que no se te salgan de control tus finanzas y te suceda, como a mi, que se vuelva una bola de nieve impagable. Lo que decíamos antes. Recuerda que todas las deudas cuestan dinero.
En la colaboración anterior, les conté la vergüenza que da que estén llamando a tus contactos para decirles que debes en la tarjeta crédito y que no has pagado. Por eso la vez anterior aprendiste a calcular tu máxima capacidad de endeudamiento. Teniendo ese número claro, ¿cómo están tus deudas en tarjetas de crédito? Puedes checarlo en la tablita que hiciste hace un rato. ¿Están muy por arriba de tu capacidad de endeudamiento? Ajusta lo que sea necesario antes de que tengan que amputarte la cartera.
El mal uso de mis tarjetas de crédito me ha hecho llorar muchas veces. Vendí mi coche, me quedé con una deuda enorme de nuevo y hasta estoy boletinada en el Buró de Crédito. Puro tache. A veces solo a golpes entiende uno.
No quiero que eso te pase a ti.
Recuerda que saber de finanzas personales es para que tu dinero trabaje para ti y no para los bancos. Las tarjetas de crédito son una gran palanca para ayudarte en tus proyectos personales pero no para vivir la vida diaria. Mucho ojo en cómo las estás usando porque aunque las ames, como yo, pueden ser un peligro. El crédito es bueno para crecer no para aparentar un estándar de vida que debemos.
¿Aprendiste algo nuevo hoy? Ojalá que algo de lo que te comparto aquí te sirva para aprender. Déjanos un comentario o sigamos esta conversación por las redes sociales. Recuerda que educarte financieramente te ayuda a tomar mejores decisiones en tu beneficio personal.
¡A saber más! Que nadie se beneficia de esto más que tú!
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