¿Por qué se le cree a uno y se le critica a cuatro, si los cinco dicen lo mismo? La campaña no es campaña, es una aglomeración de redundancias e incongruencias, la retórica usada es el mismo discurso, los mismos temas y las mismas -muy pocas- propuestas y el “punch”, la palabra, miedo.
El miedo ya era nuestro antes de las campañas, nos obligaron a sentirlo y aprendimos a cuidar de nuestra integridad, es una realidad que se hizo presente en las calles, entre los secuestros y la sangre, ahora son los candidatos quienes ya saben qué se siente tener miedo, se temen entre ellos y ¡por fin! tienen miedo del pueblo.
Hace miles de años, los piratas buscaban lo mismo, atemorizar. Atacaban para lograr el mismo fin y se desprestigiaban unos a otros. Los candidatos igual que aquellos salvajes, lo que prometen y proponen todos, es lo mismo con otras palabras. Se les ocurren algunas variantes tratando de ser diferentes, entonces, el camino de los candidatos, como los antiguos piratas, no lleva a buen puerto, si acaso, a sortear la tormenta para volver a empezar la misma historia política de todos los tiempos.
Todos quieren acabar con la corrupción, solo quieren. Todos quieren acabar con la pobreza, todos quieren. Todos quieren acabar con la violencia, todos quieren; incongruentes todos, desde sus campañas están siendo corruptos, usan a los pobres y están violentando al país. Sin decir cómo, sin planes y sin instructivos se revuelven en palabras que al final, son lo mismo, por ejemplo, uno dice que dará becas a los estudiantes, el otro dice que les dará una mensualidad.
Uno dice que dará amnistía a los delincuentes (el innovador), el Sistema de Justicia Penal ya lo hace. El otro, dice que mediante las instituciones erradicará la delincuencia (el genio), las instituciones son violencia y ahí viven los delincuentes. El otro, asegura que erradicará la violencia sin instituciones y sin amnistía, (el mago). El otro, les mochará las manos (el salvaje) ya el sistema penitenciario y la policía torturan. La otra, la otra no dice ni escucha porque ya es amiga de la violencia.
Vuelven los piratas y se repite la antigua práctica de saqueo organizado en embarcaciones amotinadas que atacan a otras. El propósito: robar la carga, exigir rescate por los pasajeros, convertirlos en esclavos y apoderarse de las naves. ¿Se parece a algo que ya conocemos? La carrera por la silla presidencial, es una historia de piratas que corre desde el mar, alcanzando las tierras que pisamos en un hoy, destruido, corrupto, pobre y violento.
Como piratas, los candidatos son atacantes, son mercenarios de la paz, incitadores de la violencia, masacran la credibilidad y destruyen la armonía que pueda quedar en la sociedad. Es una espeluznante realidad con filibusteros que vuelven a las andadas en tiempos modernos.
Margarita, como la pirata Sadie Farrell, no escucha porque le falta una oreja; Andrés Manuel, como Francis Drake, tan habilidoso que la corona española ofreció recompensa por su captura; José Antonio Meade, igual de infortunado que William “Captain” Kidd, que quería ser un noble corsario y terminó siendo un vil pirata; Ricardo Anaya, como el pirata Barbanegra, que terminó sus días sin su tripulación y sin poderío; y El Bronco, como el terrible Olonés, tristemente célebre por su extrema crueldad, mordía o arrancaba con sus manos el corazón a los traidores.
A estas alturas, lo de menos es quién gane la presidencia, el problema, como lo tiene Estados Unidos, es lo que quedará cuando el nuevo verdugo tome posesión de su trono. Le quedará una sociedad descompuesta, enojada, triste y apática con la que no podrá negociar acuerdos. Lo que recibirá el próximo bárbaro de la patria, será un pueblo enemistado y la alegría que caracteriza a los mexicanos no será su aliada, gobernará en un silencio que le irritará los oídos.
El que gane, tendrá que reivindicarse con los ciudadanos, tendrá que de unir lo que han despedazado ¿Cómo logrará que los mexicanos cantemos orgullosos el Himno Nacional, sin sentir que nos retiembla desde su centro la tierra?
Nos deja este temporal, un mar embravecido sin costa a la vista y un horizonte nublado, veletas rotas y timones roídos por las ratas, mástiles endebles y velas arrancadas. La enseña tricolor, es el ancla que nos queda como única forma de patria; cuando el nuevo bucanero tome protesta y por los siguientes seis años, nos quedará el orgullo de anclarnos de frente a la bandera y por dignidad, de espalda al presidente.
Por eso estoy aquí
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