Viendo la vida pasar

La curva de la psicosis se eleva por minutos, por segundos o por días enteros. La pimienta no puede estar cerca porque nos hace estornudar...

28 de abril, 2020

La curva de la psicosis se eleva por minutos, por segundos o por días enteros. La pimienta no puede estar cerca porque nos hace estornudar y nos da miedo. Tener frío porque la temperatura del día bajó, nos pone en estado de alerta y nos queremos abrigar. Sentir dolor de cabeza porque hace mucho calor, nos asusta. Estar comiendo y que una migaja viaje por el lado equivocado de la garganta y nos haga toser, puede hacer correr al vecindario. 

Salir a la calle cubiertos con los trapos necesarios o el cubrebocas ajustado dejando los ojos alertas para detectar a todo aquel no sigue la regla. Esperar que la temperatura de nuestro cuerpo sea normal para que el guardia de la entrada a la tienda nos deje pasar. Dar pasos cortos en la fila del banco o del super y mirar de reojo a la persona detrás esperando que no se acerque, los oídos atentos esperando que nadie tosa.

Por minutos, en una salida rápida a la tienda. Por segundos, cuando el teléfono suena a deshoras. Por horas, cuando algún ser querido enferma y no lo podemos visitar. Por días enteros, cuando familiares dejan de comunicarse por cualquier razón. Y se olvida, sí, también se olvida y parece que un día, sin más ni más, todo ha vuelto a la normalidad. Y vuelta a empezar… La noticia, el anuncio, la exageración, las tarugadas de los presidentes y la falta de información precisa cambian el rumbo y el tono del estado de ánimo. 

Y se olvida, sí, se olvida también. Cuando los niños gritan y se ríen en la casa de junto. Cuando se escucha que alguien canta, cuando el chiste más viejo nos arranca una carcajada. Se olvida cuando recordamos que le podemos llamar al amigo al que nunca le llamamos porque lo encontramos seguido. Se olvida cuando soñamos bonito y nos depertamos con una sonrisa. Se olvida cuando escuchamos canciones que nos hablan de un país lleno de magia y tradición.

Las conversaciones recurrentes caen el lo mismo. Volvimos a aprender de memoria esos libretos obsoletos y seguimos diciendo: “cuando esto pase…” y eso dijimos antes, cuando había mucho trabajo, cuando hacía mucho calor, cuando hizo mucho frío: “cuando esto pase…”. La distancia social existe hoy por obligación y responsabilidad, antes la distancia social y familiar exisitía por puro gusto.

Repetir hasta creernos lo que decimos sin cumplir lo que se promete: “esto será un antes y un después” y el “después será diferente, seremos mejores tal, mejores, tales…” y un sinfin de inventos. Para algunos, sí será mejor aunque no sepan cómo. Para el resto, será lo mismo.

Al principio, se obligaron a ser productivos, se obligaron unos a otros a cumplir con tareas nuevas y a aprender a convivir. Después del mes, ya no es igual. Al inicio de las instrucciones, la mayoría cumplió y hasta hizo divertidos planes para vacacionar en casa. Después de un mes, ya no es igual. Empezando la contingencia, todos se surtieron de víveres para pasar un mes sin salir a la calle. Se acabaron la comida porque además de los otros planes, comieron todo el día. Después de un mes, ya no es igual. El dinero tiene que cuidarse y no se pueden volver a surtir igual.

A mitad de marzo, la vida se detuvo en seco. No pausas, no semáforo en ambar. En seco, alto total. Y la vida seguía pasando tolerable para todos. Mitad de abirl, más casos, más inquietud, más incertidumbre, más enfermos cercanos. Más tiempo en casa y la normalidad que se añora, no existe, se agotan de pronto las ideas para convivr en familia y cada uno ha encontrado su rincón.

Dice la cancion: “Viendo pasar los minutos, viendo pasar los segundos…un callejón sin salida, viendo la vida pasar” porque todo se vuelve complejo, confuso, quieto. En marzo, la sonrisa cubierta se veía en el brillo de los ojos y el saludo inclinando la cabeza fue la brevedad. En abril, la seriedad se ve en los ojos opacos de muchos y apenas un levantar la mano que saluda a alguien al otro lado de la acera.

El avance en las investigaciones del COVID-19, van en dirección a la sintomatología. En marzo, eran tres síntomas y afectaba a personas mayores o con enfermedades existentes. En abril son muchos y en combinaciones variadas que afectan a cualquiera. Se puede estar infectado o tener en casa a una persona contagiada, lo difícil no es la cuarentena, sino el miedo que causa cada segundo y cada minuto de esos catorce días mientras la enfermedad progresa o desaparece.

El antes es ese antes que dejamos en pausa. El durante es esto que a veces no se quiere ver y que pretendemos olvidar. El después del mundo, el después individidual, el después de la familia, se puede soñar, mas no se puede planear como no se planea lo que sucede de repente. “Viendo la vida pasar” en espera alentadora de que ese “de repente” para avanzar sea el mejor para todos. Les mando una sonrisa, por si acaso hace mucho que no ven una.

@1chachis

 

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