“Cuando veas un gigante, examina antes la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un pigmeo” Novalis. (Georg Philipp Friedrich von Hardenberg)
Los vendedores de enciclopedias, en otro tiempo, caminaban y tocaban puertas para vender sus cargamentos literarios. Luchaban por vender una, lograban a veces vender dos o tres en un mes. Los vendedores de colchas, de enseres domésticos y de utensilios para cocina, en su momento, hicieron lo mismo.
Para vender, muchos de ellos tenían que inventar maravillas más allá de lo que su producto ofrecía, una suerte de engaño necesario. En ocasiones, los vendedores se encontraban en la misma cuadra y cada uno hacía uso de su creatividad para ganarle la venta a su compañero competidor.
Las enciclopedias dejaron de venderse casa por casa, el embarque a pie era muy pesado, las librerías tomaron el lugar del vendedor ambulante y muchos de los hogares contaban, al menos, con una de varios tomos.
Otros productos seguían recorriendo las calles y las ventas bajaban, entonces, los “engaños blancos” se volvieron mentiras increíbles hasta convertirse en fraudes, como la gente seguía comprando, los vendedores aumentaban ganancias a costa de sus mentiras.
Entre los compradores defraudados, la opinión podía la misma, y advertían a los conocidos: “no sirve, no lo compres”. El vendedor se daba cuenta y cambiaba la mentira por otra aun más increíble. Mientras más creativo era el vendedor, más ventas conseguía y mientras siguieran existiendo los incautos, más vendedores fraudulentos había.
En tiempos de tecnología acelerada, los vendedores de casa en casa desaparecieron y aparecieron los virtuales, los sin rostro, sin voz y sin producto, los grandes vendedores de mentiras. Nacieron otros incautos que, sin pagarles directamente, compran las mentiras, las comparten y aseguran, además, que son verdades. Esos vendedores invisibles, cobran por cada “like” por cada “share” por cada “hit” en sus páginas virtuales y alguien, que también es invisible, remite en efectivo por medio de pagos electrónicos que pasan desapercibidos para Hacienda, por lo que, esos vendedores, tampoco pagan impuestos.
Como el ‘producto’ que se vende en redes sociales se desgasta de inmediato, las mentiras deben convertirse en aberraciones porque, mientras más escandaloso sea el producto, mejor posición tendrá en el mercado. La oferta y la demanda está en manos de lobos y ovejas.
Quienes sienten la necesidad de ‘proteger’ a los agredidos en la información y creen tener el poder de callar al mentiroso, se apresuran a comentar y a compartir estas publicaciones y eso es precisamente, lo que hace al constructor de la mentira un ganador dentro de su gremio invisible.
Ellos, los inventores de la noticia tergiversada, comen de los enojos, beben de las peleas, viven de los ignorantes. Ganan a costa de la insensatez del flojo que no quiere investigar y del obtuso que cree ciegamente en lo poco que alcanzan a leer sus ojos ciegos.
Para que las mentiras, los engaños, los embustes y la infamia virtual desaparezca, habrá que investigar más allá de un encabezado o al menos, tener la cordura de no dar ‘clic’ en todo lo que apantalle o asuste a primera vista.
Los creadores de las noticias impresionantes, son seres muy pequeños instalados en donde la luz del sol hace su sombra gigante.
Por eso estoy aquí
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