No es política ni socialmente correcto decir que me da lo mismo la revolución de comentarios, quejas y confusiones que se apoderan del pensamiento de la gente por la próxima administración en Estados Unidos. También me daba lo mismo la administración que se va.
En tiempos de túneles mundiales, llaman la atención sobremanera las últimas semanas en que se sintió el pesar que invade a los norteamericanos al despedir a Obama y entre tanta lágrima de los vecinos, casi se olvidaron los millones de deportados que llegaron a despedazar lo tenían de vida en una ciudad y un México que no conocían. Casi se olvidó la amarga escena que se sucedía cada madrugada en la línea fronteriza, tantos padres de familia que, escupidos del mundo de junto, vinieron a caer en donde no había lugar para ellos. Casi se olvidaron las reuniones que se planean en las rejas que dividen los mundos para que esas familias rotas pudieran al menos, tocarse los dedos. Casi se olvida, que el plan de los deportados no era plantarse en solitario en una tierra que no los esperaba.
La nuestra, que es una política tan complicada como descompuesta y es lo suficiente ruidosa, como para que deje espacio a interesar letras, por ahora, en el otro lado de la frontera. De este lado, es el ruido, el reaccionar en bulto, el grito de uno seguido de miles, la opacidad y la apatía, el silencio y la osadía del ser humano ante las desidias del gobierno. Para muchos, el pretexto ideal para esconder su pereza, su falta de empuje personal. Mientras más falla el gobierno, más fuerte es la excusa del flojo y mejor la sensación porque tiene alguien a quien culpar.
A veces, me parece que el mundo espera noticias nefastas para que su pobre vida parezca genial y es tan común en la naturaleza humana, que la mediocridad individual se vuelve permitida porque otros no hacen las cosas como deben. Lavarse culpas, limpiar la conciencia, desaparecer su responsabilidad para adjudicársela, en este caso al gobierno. Seres chiquitos pues, que esperan la equivocación de otro, para agrandar su pequeñez.
Y hablando de pequeñeces, y seres chiquitos, está visto que Peña Nieto es más afecto a enterarse en los medios electrónicos y no tanto por el ruido en las calles, lo que sucede en el pueblo. Le tiene miedo a los programas que descubren sus pasos ocultos. Todas las veces que Peña ha reventado cuetes en solitario, han hecho eco en las redes sociales y de inmediato reacciona con un pronunciamiento, a su favor, por supuesto. No utiliza las redes para informar, las usa para enterarse de lo que hacen los mexicanos y se asusta.
Me parece que vale la pena, entre marcha y marcha, seguir bombardeando con mensajes electrónicos relacionados, con verdades y fundamentos. El señor, además de bruto, es lento y es por eso que se le debe indicar claramente, uno por uno los temas de inconformidad. En orden, formaditos, es por demás sabido que ese flaco no puede con dos cosas a la vez.
Ya Peña se ensució encima del fango que dejaron los otros. Quiso ser presidente, ahora tiene, por obligación, que quedarse a terminar su sexenio, obligarlo a que haga las cosas como el pueblo lo demande. Ayudarlo a dimitir como los cobardes, no resolverá ni uno solo de los problemas en los que ha sumergido al País, dejaría un lugar en la presidencia para que otros priístas inicien un pleito que ya no necesitamos, como tampoco se puede hacer uso de recursos para llamar a una elección extraordinaria, además, no tenemos tiempo para eso.
La solicitud y exigencia que puede lograrse, al día siguiente del término de su mandato, es demandar su expulsión de México con todo y familia. Hay animales que se curan las heridas en un rincón y ese rincón no va a ser uno en la República Mexicana.
Los enormes cuartos, habitaciones y recovecos de la casa mexicana se están quedando a oscuras, ese señor está apagando la luz y no tenemos por qué quedarnos en el cuarto oscuro. El pueblo, el patrón está indignado, muy enojado y quiere verlo de rodillas antes de que pueda dejar el país.
Es seguro que esta vez, a Peña Nieto le salió el tiro por la culata. El gasolinazo dejó de mover automóviles y echó a andar a México. Bien por esa, nos hacía falta la última cachetada para reaccionar. Después de eso, no habrá muros que nos detengan… ni ese.
Mientras en Estados Unidos lloran la partida de Obama, Peña Nieto llora la exigencia sin contemplaciones de los mexicanos. A seguir imponiendo la voluntad de los ciudadanos, a seguir en la marcha, a seguir presionando, seamos en verdad, el patrón del presidente. Si ordenamos el país con ese inepto en la silla, quien sea que llegue en 2018, sabrá a qué atenerse.
Y porque lo terrible que pasa, tiene, forzosamente que derivar en algo benéfico, brindo con un tequilita por nosotros, por México. Poco a poco, ahí la llevamos, ¡Salud!
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