Sábado de Juglares

Tijuana, como sórdido precipicio, solitario y a la vez abarrotado de voces e inmerso en el estruendo de las balas.

22 de junio, 2018

Tijuana, como sórdido precipicio, solitario y a la vez abarrotado de voces e inmerso en el estruendo de las balas. Esa Tijuana que tiene rincones imprecisos que son refugio de la desolación. En su libro de cuentos, “Juglares del Bordo”, Daniel Salinas Basave, pinta los sinsabores y relata el tiempo gris del andar pisando sangre para capturar con la lente de periodista, los gestos de los muertos, del amordazado, del perseguido, del detractor o de los aventureros.

De todos los cuentos, La sonrisa de una cabeza robada, me gustó más. No porque la historia sea verdadera y bonita, es ingrato decirlo, me gusta porque mientras leía, me di cuenta que mis ojos caminaban por un extraño pueblo en donde la ley callejera vive y el orden desaparece. Se parece a la Tijuana polvosa del vino y la oscuridad, el rincón abandonado que los criminales quieren poseer y la morgue, una ciudad desconocida, encajada en una ciudad muy conocida Este debió ser, por mucho, el cuento que conquistó al jurado y que determinaron para otorgar el Premio Literario Fundación El Libro en Argentina.

La pluma de Salinas Basave, él solito y su puño, están en Sargazo zen. Esta historia me hizo correr como si de un partido de futbol se tratara. Sin adversario, defendiendo, atacando, corriendo, queriendo centrar el balón para anotar y no; de vuelta a la media cancha, a tiro de esquina, faltas, tarjeta amarilla. De vuelta a la portería sudando, corriendo, reteniendo el aliento y expulsando carrasperas. Me quedé sin respiración re-corriendo las letras queriendo anotar un gol, que nunca llegó.

La capacidad Daniel para apuntar en distintos tonos cada cuento, hace pensar que cada uno fue escrito por personas diferentes, como si los personajes hubieran tomado posesión de las manos, el teclado y el escritorio de Daniel para escribir sus historias.

Como pasa en, Entreveros de Rendichica. Aquí se puede escuchar la voz de Daniel, no solo imaginar que habla, su voz se sale del libro. En este cuento, puedo imaginar una escena de escritores, dos, tres, cuatro sentados en la misma mesa y Daniel apuntando apresurado lo que dicen. Si me dijeran que fue escrito a dos o cuatro manos, lo creería. Aquí hay muchas realidades, las que pasan todos los días. Son las historias que no cuentan todos los “Jeremías”, todas las “Aldonzas” o la multitud de “Jennis Sagrarios”, que viven en una misma ciudad aunque sus vidas no hayan iniciado en el mismo lugar y que terminan a merced de todos los “licenciados Magañas” y los más “Aldos Ubaldis” que abundan en el mundo de los trabajadores adolorios.

Quise adivinar y no pude, quise llorar y me vi interrumpida con “Las hermanas del mechón arcoíris”. Estuve a punto de enojarme con “Egidio” por chambón y traicionero, solo que sus mujeres no me lo permitieron, entonces casi termino enojada con ellas, sin embargo, Juliana y Alanah me gustaron tanto, que me lo impidieron. Este cuento bonito/triste/desolador es tan cuento como el pony de colores. Conozco historias hermosas del Comic-Con, entre lo infantil, lo maduro, lo fantástico y lo apasionado de la comunidad que religiosamente sigue la convención año con año. No se puede no querer a los personajes que dibujó Daniel.

En Los infortunios del Centinela, fui de paseo a un cerro que no conozco, me llegó la noche, entró por mi ventana el calor extremo de Mexicali y todo esto me anticipaba la fallida travesía y la cansada labor de quienes, por puro amor al arte (o a la muerte) tienen los rescatistas expertos lidiando con los exploradores ambiciosos. Un infortunio dice Daniel, una verdadera tragedia que deja dolor en las entrañas y cenizas en las páginas que encierran este cuento.

Terminando de leer, Desbarrancadero Resort, me dieron ganas de cambiar mi lugar de lectura por la silla del escritorio en donde, esa pantalla junto al teclado invita a la investigación, me resistí y me olvidé que ese Resort del cuento existió. Hice como que nunca lo vi, que nunca pasé por ahí y me sumergí en las páginas del libro. ¡Qué padre cuento!, me gustó porque parte de una realidad y porque lo que quedó en duda y se empezó a convertir en leyenda, Daniel lo hace emocionante. Mi lectura fue un sábado y desde ese día, no puedo apartar mi mente del Resort que ya no existe. Poco o nada supe de su historia cuando estuve ahí hace muchos años mientras, trabajando en el proyecto de construcción de la Termoeléctrica de Rosarito, los ingenieros de la compañía se hospedaron en ese hotel y ahí mismo se hicieron muchas reuniones de planeación, recepción de personal extranjero y proveedores de materiales. Todos preguntaban por la soledad que se sentía en el lugar, aunque el servicio en el restaurante y los salones de juntas siempre fueran de primer nivel. Yo tenía poco tiempo de residir en Tijuana y no sabía la historia ni los antecedentes, ¡de haber sabido! (luego vino la “googleada”)

Las Chapuzas de la clarividencia reporteril no me gustó mucho, quizá haya sido porque el tiempo que cuenta Daniel y los personajes que viven en este relato están mucho más alejados del tiempo que conozco. En este cuento aparece “Yuliesky”, una bailarina del table dance que se mueve sensual, mientras asesinan a ‘El Plebe Zazueta’ y me salta el recuerdo de la pequeña “Yuliesky” hija de Aldonza, la Rendichica. He leído periodistas que sí, parece, solo parece que adivinan la noticia y más en este tiempo en que la cosa política y de violencia es tan predecible, noticias repetidas como las “Yulieskys”.

Yacen las piedras de la locura en la Rumorosa ¡ah, qué delicia la aventura nocturna por esta carretera! Solo una vez la he recorrido de noche y es, como relata Daniel y lo aseguran muchos, un lugar extraño, peligroso y lleno de historias de misterio fantasmal y de terror. Así ha sido y son las leyendas de una de las carreteras más peligrosas del país. Me encantó la bici verde de “Galaor Roa” y su romance con la enfermera de la noche, aunque la bicicleta, también verde, me recuerde al chiquillo maya que espiaba a Catherine Dupont cuando quería quitarse los dedos muertos de sus dedos temblorosos en Sargazo Zen

Y para cerrar luminosamente, El Juglar del bordo, el cuento de todos los Tijuanenses. Cada uno de los que alguna vez compraron un periódico de manos del payaso voceador, cada madrugada y cada noticia es parte de este cuento lleno de historia, y para muchos, un derroche de nostalgia, ahí está Pepe Nacho para todos. En la misma acera se sientan todas las mañanas, los juguetes viejos y los sombreros del personaje más conocido en las calles de la ciudad. Después de la lectura, pasé por la esquina del vocero y, después de tantos años de verlo, ese día me detuve frente a él, quise ver de cerca el rostro que Daniel deletrea para beneplácito de todos los que tenemos la fortuna de verlo vivir y mantenerse.

Podría contar cada cosa, cada emoción y cada sobresalto que viene encerrado en el libro y me comieron las ansias por hacerlo, solo que estos cuentos son para cada par de ojos, para cada montón de entrañas y reflejos, son para platicarlo con aquellos que ya lo leyeron y por supuesto, en una, espero muy pronta presentación de Daniel, exclusiva para Juglares.

¿Y el glosario? Necesité poco de las referencias, eso ya me convierte con orgullo y honor, en una Tijuanense más. Gracias Daniel, por el libro, por las historias, por el recorrido y porque sí.

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