Olimpiada de las ofensas

La gran discusión, por primera vez en la historia de las olimpiadas, se da en Río 2016...

16 de agosto, 2016

La gran discusión, por primera vez en la historia de las olimpiadas, se da en Río 2016, todos los temas transparentes y escondidos han provocado una polémica determinada con respecto a asuntos que están fuera de competencia. Las críticas se vuelven protagonistas y, aunque hayan subido al podio de premiación, no ganaron una medalla.

Eran los triunfos en la vida de los deportistas, eran las razones por las que un campeón llegó a serlo, eran, en otro tiempo, historias de perseverancia, de decisión y disciplina que, principalmente por causa de la tecnología electrónica, en esta ocasión quedaron en segundo término porque sobresalió la burla, la ofensa y la desacreditación del esfuerzo.

Cierto, este tipo de competencias han sido siempre negocios millonarios para los países, los atletas han sido el producto y el medio para conseguir que la política del deporte haga su nada honrosa parte. Como en todo, se sabe que las negociaciones de cada evento deportivo se pactan mucho tiempo antes de ser transmitidas o entregadas al público.

La sobreinformación, los temas monetarios, faltas de apoyo, los favoritismos y la mala función de los organizadores se encarga de nulificar el talento de las verdaderas estrellas; las televisoras, en su intento por cubrir algunas competencias y acaparar el mayor público posible llenaron sus transmisiones de comerciales y de comentaristas repetitivos y escandalosos. El canal NBC, por ejemplo, ha cubierto solo las disciplinas en las que participa Estados Unidos y repite una y otra vez las que ha ganado ese país.

Ha habido también, toda clase de críticas hacia los atletas: que si los gordos, los flacos, los chaparros, los muy altos, los lentos, los casi mediocres, los guapos, las sexys y por supuesto, los viejos.  Se han escuchado cualquier cantidad de adjetivos denigrantes, llenos de racismo y hasta envidia hacia todos los deportistas, si son muy buenos porque son muy buenos y si son malos, para qué van; desde la inauguración, a nadie se le dio gusto esta vez, cada uno buscando como reporteando, el prietito en el arroz, lo malo es que muchos lo encontraron.

Se les llamó viejos a los veteranos que llevan tres, cuatro hasta cinco olimpiadas, se le llamó gorda a la gimnasta que no cumple con el arquetipo de una, se criticó a los competidores que cumplen con sus religiones y tradiciones, después de todo, con todo y las etiquetas que les han colgado, ellos solo tienen en la mira su triunfo personal, más allá de sus banderas y el metal de las medallas.

Llegar a una competencia deportiva, del tamaño que esta sea, es ya el logro de cualquiera que se precie de disciplinado y persistente. Tere Vale, por ejemplo, presentó hace un par de meses, su libro Bullying y abuso infantil y es precisamente lo que estaba haciendo en el programa del viernes 12 de agosto; me parece que es un insulto decir que Michael Phelps solo es un ejemplo que come Zucaritas. Eso mi querida, es “bullying”. Si es un negocio, es cierto, como dice Tere, solo que para que el negocio funcione como tal, es necesario contar con personas que han tenido una larga carrera y haber adquirido la disciplina que la mayoría no tiene para el deporte.

Por supuesto que un deportista no se entrena para anunciar productos, los productos persiguen a los deportistas para anunciarlos a ellos. El atleta no persigue una medalla para que se le retribuya en dinero, el dinero persigue al atleta. Los inicios en el deporte no siempre son porque se descubra a los tres años que se tiene talento para ello. La mentalidad de un deportista en sus inicios, no se centra en ser representante de un producto y nunca visualiza una cuenta bancaria en su futuro.

El deportista de alto rendimiento, sí es un ejemplo, y lo es para niños, jóvenes y debería serlo aún más para los adultos, para el atleta en solitario que no sobresale en la escena pública y no se cuelga una medalla de ningún metal, es ejemplo para aquellos que tienen un alto intelecto y que no mueven el cuerpo, lo es para todos quienes alguna vez conocieron el deporte y desistieron porque, para sobresalir era necesaria una disciplina que no quisieron adquirir y se cuelgan, con ese ejemplo,  la medalla de la satisfacción sin necesidad de comer Zucaritas.

Muchísimos atletas en México vimos los encuentros deportivos por televisión tratando de entender por qué no llegamos un poco más allá de una justa nacional y las razones son muchas o una sola, empezando desde los adultos de nuestro tiempo que no le dieron mayor importancia al talento de sus hijos o porque el entrenador no supo o no pudo hacer más por sus alumnos; el caso es que, haber sido deportistas y cultivar la disciplina, hace que el ejercicio siempre sea parte de nuestras vidas y ya con eso, hay medio camino ganado para muchas otras cosas que se pueden aplicar en la vida diaria.

Dice un comercial de comida rápida “mientras los otros compiten, nosotros comemos”. Una burla o una justificación para los flojos a quienes el síndrome olímpico les pegará por las siguientes dos semanas después de las olimpiadas, se vean gordos, intenten ir al gimnasio y vean que no es de “enchílame otra”. Ese síndrome, como el de año nuevo, se instala en los menos deportistas, mientras comen e imaginan ser uno de los otros, de los que están logrando una meta después de años de preparación.

Estar en una olimpiada equivale, en cualquier otra ocupación lograr eso por lo que se ha trabajado, llámesele el ascenso más importante en su trabajo, un libro publicado, una nueva cuenta en su cartera de clientes, un diez en matemáticas, pasar el examen profesional hasta estrenar una bolsa o pagarse un caro viaje.

Los mejores ejemplos están en el deporte, porque cultivar el cuerpo no es solo tener una bonita figura, hacer ejercicio no debe ser solo para bajar de peso, sirve para tener una capacidad mental objetiva y sana, poder de decisión en uno mismo, independencia, individualidad y espíritu para trabajar en equipo; una buena coordinación de pensamiento y palabra, un sano equilibrio en el comportamiento, la capacidad de entender el cuerpo y su función.

Y no, no es necesario ser atleta de alto rendimiento para entregarle la vida a una alberca o a una pista de atletismo, es necesario, simplemente hacer ejercicio para conservar la disciplina mental y física para que absolutamente todas las otras cosas en la vida sean, por mucho, más sencillas de resolver.

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