La ineptitud de Juan Manuel Gastélum, alcalde de Tijuana, no tiene límites. Su deporte favorito es esconder errores con denostaciones hacia la población y la interminable lista de declaraciones no son más que la prueba de su fallida administración. El señor ha cumplido a medias un par de promesas de campaña y esto ha sido porque los ciudadanos lo han enfrentado. Los Tijuanenses ya no se dejan y eso lo tiene muy enojado.
Gastélum se metió en camisa de once varas durante su campaña haciendo acuerdos con las mafias, con los gremios de transportistas de taxis y camiones que representaban muchos votos, por otro lado, prometió transporte gratuito para estudiantes y personas de la tercera edad, otro montón de votos. Y lo que es un beneficio para estudiantes, va en contra de sus amigos transportistas. El alcalde está atrapado en su palabrería.
Se enojó cuando se presentó una demanda en su contra por la falta de transparencia y quiso demandar a los ciudadanos. Se enoja cada vez que aparece una raya más en el tigre por cuenta del narcotráfico, con cada lona amenazante colgada en los puentes. Se enoja tanto, que es capaz de escenificar regaños a los servidores públicos o al titular de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal. Le gusta grabar sus teatritos y publicar los videos con gran alegría. Nadie lo cree.
“Soy un sapo, galán, simpático, Patas verdes soy yo” es el presidente municipal y su odisea de burbujas. Hace unos días, la payasada llegó a la silla presidencial, a Peña Nieto le tocó su burla. El alcalde exasperado, ha arrasado con todos a su paso, dice que ningún chile nos embona, como si estuviéramos buscando uno y criticó de forma muy ofensiva a diputados y regidores. Por esta absurda declaración, los afectados presentaron una demanda por discriminación, además, el jovencito Juan Manuel dijo que el presidente Peña Nieto es un “ruquito”; tampoco sabe hacer cuentas, Gastélum tiene casi diez años más que Peña.
El alcalde se ha enredado en el tema de la renta de camiones recolectores de basura, de la renta de luminarias, de la renta de patrullas. Los medios lo han presionado para que presente licitaciones, resultados y contratos, de no ser por la presión, el Patas no presentaría nada. Se le ha exigido que transparente los movimientos financieros de su administración y lo ha hecho a medias, obligado por la gente, no por cumplir.
La población empezó a recordarle una promesa más, el transporte gratuito para estudiantes. A tanta exigencia, el Patas inventó el programa “Raite”, una credencial para ir a la escuela sin pagar transporte aunque, aseguran, no se cumplió la meta, miles de jóvenes se quedaron sin este beneficio. Raite es un programa que se diluirá muy pronto, como no hay dinero que le alcance al alcalde Gastélum, le faltará para reintegrarle a los transportistas y vendrá otra revuelta. Entre otras muchas promesas, falta cumplir con los adultos mayores.
Ya no se puede ver el principio ni el fin de este señor y sus barbaridades. Aunque él no quiera decir lo que hace en lo oscurito, siempre hay uno que lo descubre y le prende la luz. Su lema #sepantodos, es real, sabemos que Gastelum ya no encuentra la salida.
Tijuana se bate entre balas, asaltos y baches. ¿Y la cultura y el deporte? Eso no le importa al Patas aun cuando se vio muy sensible y declaró que sería muy cuidadoso en este tema, no es cierto, ya se le olvidó. Lo bueno es que, en Tijuana, la gente es quien hace la cultura, la gente es quien decide hacer deporte y no está esperando que el simpático alcalde haga algo.
La canalización del Rio Tijuana, en la que vivieron por muchos años adictos, deportados, migrantes e indigentes fue desalojada en la administración pasada sin que se supiera a dónde fueron todos. De ahí, como coincidencia, empezaron a aparecer muertos por todos lados y se les relacionó con el narcomenudeo.
Hace unos días, las personas que no tuvieron a donde ir, regresaron a la canalización y a Juan Manuel Gastélum se le ocurrió mandar a las instituciones en conjunto a atenderlos. Les han cortado el cabello, los han bañado y han formado un expediente de cada uno. Todos se llaman Juan, la mayoría no recuerda su apellido y el domicilio de todos es la calle. Este es un gran reto, si se le da el seguimiento debido y los olvidados encuentran un espacio seguro, será digno de aplaudirse, no porque la canalización se vea limpia como lo hizo Jorge Astiazarán, sino porque los habitantes merecen una mejor calidad de vida.
Hay que anotar que la mayoría son adictos, han vivido en la calle y bajo los influjos de las drogas duras por muchos años y eso no es una gripa común que cure un corte de cabello.
Así las cosas en Tijuana. Aunque uno no quiera poner atención, el alcalde Gastélum insiste fervientemente en que se le señale, no deja otra opción. Pasa sus días tragando jabón, su odisea es un chiste y sus burbujas le estallan en la cara a mil por hora.
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