Ella camina todas las tardes, como dueña y señora de la cuadra, quiere hacer ejercicio rodeando varias veces la manzana, para eso, lleva a su perro sin correa, será, quiero suponer, que al perseguirlo la caminata le da mejores resultados. El mismo perro, sin correa sale por las mañanas solo y el mismo perro sale de nuevo por las noches, ahora con el dueño, otro que quiere hacer ejercicio con el perro por delante y sin correa.
En la esquina, los vecinos decidieron tener un perro para que les cuide la casa y lo dejan afuera todo el día, de vez en cuando el animal puede entrar a tomar agua y, si le va bien, le abren la puerta por la noche, si no, la pasa vagando y durmiendo en un rincón. A la vuelta, en otra casa hay cinco perros, todos de diferentes razas y tamaños, salen también a pasear con sus dueños a cualquier hora, cuatro con correa y el más chiquito suelto, corriendo, atravesando la calle de un lado a otro.
Otra persona pasea a sus dos intimidantes perros llevados con una gruesa correa, educados ellos, los perros nunca ladran. Dos jóvenes de calles arriba, sacan a caminar a dos enormes perros, casi caballos que rara vez van con correa, amarras de barco serían necesarias para el tamaño de los animales.
La casa del vecino tiene perros de pedigrí, de esos de concurso, ladran toda la bendita noche detrás de la puerta de metal y durante el día ladran todo el día en el jardín de enfrente. En la casa de al lado hay cuatro perros, tres chiquitos escandalosos, les ladran a las piedras, a las moscas y uno grande que no tiene lugar para moverse, le queda solo brincar en un espacio de dos por dos, tanto se ha entrenado, que casi puede alcanzar el techo.
En otra casa hay perros como de peluche que lo único que saben hacer, es ladrar. Había unos vecinos que tenían un San Bernardo y se los robaron, era el que no ladraba. La casa de la esquina, tiene unos chiquitos que viven en el balcón de arriba y por supuesto, ladran todo el tiempo.
En casa ahora tenemos, dos, los dos llegaron cachorros, son mascotas no hijos. Cuando llegamos a la cuadra nadie tenía perros y la Lola, siempre con correa, paseaba por todo el rumbo sin problema, dejé de pasearla cuando se llenó la calle de perros territoriales, Lola ya se murió. Tenemos uno que cuando pasea, va con su correa y sabe a dónde no quiere llegar, ya no quiere ir al parque porque le asustan los aspersores del agua que, seguramente algún vecino prende desde su casa, qué casualidad que cuando llegan los perros, empiezan a funcionar corriendo a todos los que visitan el parque. La otra, La China, no sale a la calle, tiene suficiente espacio para ejercitarse y jugar, sí, los dos ladran cuando pasa gente o cuando escuchan a los otros ladrar, es un recorrido de sonido estridente en todos los tonos y ritmos.
Las noticias anuncian que hay perros que han matado niños, que han atacado personas y los han mandado a la perrera porque son desobedientes, los han sacrificado porque “no tenían remedio” A los perros los atropellan, los abandonan, los maltratan, son policías de casa sin sueldo ni atención, son seres vivos sin voz ni voto, son muchos hijos de gente irresponsable y necia.
Si un perro es bravo, desobediente y destructor, hay que tener cuidado con sus dueños, deben ser peores. Son, los perros el reflejo auténtico de sus amos, aunque lo nieguen; pasa con los niños, se puede saber quiénes y cómo son los padres.
Una noche, dos señoras llevaban a sus perros. Una de ellas llevaba dos con correa y la otra, la que siempre deja a su perro suelto, aunque ella trae la correa en la mano. El perro suelto se le fue encima a uno de los de correa, pelearon, la responsable abrazó a su perro y pudo controlarlo, la otra no hizo nada y su perro suelto seguía queriendo atacar. Los perros no pelearon al final, las que pelearon exageradamente con palabrotas que yo ni sabía que existían, fueron ellas. De no ser porque tenían que controlar a sus perros, se habrían enfrascado en una pelea a mano limpia; no me dieron miedo los perros, ¡me dieron terror mis vecinas! y a ellas no se las llevará nunca la perrera, ni las sacrificarán, aunque ya no tengan remedio, andan por ahí rondando sin correa y sus perros no saben cómo controlarlas.
Si el perro de casa tuviera voz, diría que lo maltratan, que le enseñan a pelear o simplemente diría que tiene que defenderse porque lo han golpeado siempre, diría que los niños lo agarran de juguete, diría también, que necesita atención. Si tuviera voto, pediría que encierren a la gente irresponsable. Y los perros callejeros son los últimos en atención, ellos viven mudos a la deriva, deambulan buscando un espacio propio, son seres que están expuestos a la maldad y la inconsciencia de la gente.
Qué pena que haya tantos que no sepan observar la mirada de los perros, con solo esa acción sabrían que tienen mucho qué decir, mucho qué denunciar, mucho por lo que habrían de votar.
Por eso estoy aquí
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