Mi niña creció

Y de pronto llega una soledad extraña, un vacío adentro que no sabe hablar.

4 de agosto, 2017

Y de pronto llega una soledad extraña, un vacío adentro que no sabe hablar. Los ojos cerrados revisan una película imaginaria de tiempos que se fueron, de risas que no se escuchan más. Se ven con nostalgia en esas nítidas imágenes, unas manitas aplaudiendo, unos zapatos de agujetas desanudadas, coletas amarradas con ligas de colores. Se dibujan en la pared del pensamiento, una casita de juguetes, la coronita de princesa y un disfraz de Rapunzel con todo y su larga trenza.

En el armario todo existe aún y sin abrirlo sé qué hay. En el armario de mis recuerdos guardo sus noches de miedo en las que me pedía que ahuyentara al monstruo que vivía bajo la cama. En un cajoncito están los abrazos de consuelo cuando la tormenta interrumpió su sueño y colgados en perfecto orden están sus primeras palabras, sus besos, los brazos que se enredaban en mi cuello y la música que bailé con ella subida en mis zapatos.

La película que cuenta el paso del tiempo en el rostro de mi niña la retengo en mi mirada con todas mis fuerzas, mis ojos la ven crecer y mi corazón se esfuerza por detener el tiempo. Esa pequeñita ha crecido y me ha dejado empapado de una extraña soledad, una soledad que se revuelve con orgullo, con satisfacción, con honor y durante las noches silenciosas, con una profunda tristeza.

Mis paseos con ella se apartan cada vez más y las tardes de largas pláticas empiezan a desaparecer, me ha cambiado por otras personas y por otros lugares. He cambiado de lugar en su vida diaria, aunque soy feliz porque ella sabe caminar sola, sabe a dónde ir y sabe elegir a sus amigos. Estoy contento porque empieza a decidir lo que será importante para el resto de su vida y soy feliz porque ella alcanza a ver su futuro cercano y se esfuerza por caminar de frente a sus sueños.

Mi niña ha crecido y eso también me ha hecho llorar de muchas maneras, de todas las maneras y con todas las emociones. Celebré su cumpleaños con un corazón dividido en sentimientos, mis ojos no alcanzaban a ver a la pequeñita de risa sonora porque su plática se mezclaba con la risa de sus amigas. Mi niña es ya una jovencita que no me mira y no me acompaña siempre. Ahora su tiempo es un tiempo en el que tengo que saber acomodarme para estar, para que me vea.

Sabe que siempre estaré junto a ella, aunque sus intereses la alejen de mi tiempo. Ella sabe que mi vida y mi propio tiempo están destinados para verla triunfar todos los días, ella sabe todo y quizá se ría porque mis ojos le dicen que no crezca más, que no se aleje. Ella lo entenderá un día y me abrazará muy fuerte.

Sé que son cosas de papá y que es la etapa que me toca conocer. Yo sé que cada vez ella estará más lejana, aunque siempre me lleve en su corazón y aunque todo lo sepa y crea entenderlo, es inevitable tocar la realidad: Mi pequeña ha crecido.

Le guardaré su trenza de Rapunzel por si un día necesita que le rescate de un momento difícil. Guardaré el disfraz de princesa en su armario para que cuando lo vea, se recuerde a sí misma que un vestido de fantasía es un momento de calidez y protección que siempre tendrá en mis brazos.

Le guardaré sus fotos y sus momentos infantiles que son cosas que a ella no le interesa recordar hoy. Yo me encargo de guardarle su tiempo porque al pasar los años, las imágenes y las cosas lindas del tiempo pasado son lo que ella buscará para acercase a sí misma y ahí estaré yo para entregárselas.

Mi niña creció y el momento que vivo al verla despedirse de mí cuando se va con sus amigos, cuando me abraza de prisa y sonríe de lejos, es como un telón de teatro que se cierra dejándome sin poder ver la obra. Yo la guardo en mi corazón y le abrazo el pensamiento para que nunca tenga que llorar lejos de mí. Vivo orgulloso de verla crecer tan linda, tan linda de tantas formas.

Y hoy que veo la sonrisa de mi jovencita y quiero entender el espacio que se forma entre ella y yo, se me llenan los ojos de una inmensa nostalgia. Este momento me hace recordar mi tiempo. Quisiera saber qué sintió mi padre cuando yo crecí delante de sus ojos, qué pensó cuando me fui con mis amigos en lugar de acompañarlo a comer semillas en la plaza. Mi padre se fue sin decirme que no creciera más, se fue sin decir que quizá deseaba que yo siguiera siendo el niño que lo tomaba de la mano, que siguieran siendo mis ojos chiquitos que le vieran, que mi sonrisa siguiera siendo la del niño que no sabía de más personas en el mundo, además de su papá.

Hoy soy papá y lo mejor es que estoy para mi pequeña, quiero ganarme el privilegio de verla crecer aún más porque confío en la educación que le di y me llena de alegría saber que ella confía en sí misma. Mis hijas y mi tiempo, el tiempo de mis hijas conmigo, el tiempo extraño que vivo cuando veo que una de ellas, ya creció.

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