Hay un día en el año en que la gente deja libros en cualquier lugar para que alguien los encuentre, voy en bicicleta a buscarlos y a “sembrar” los míos. Encontré uno a media calle, más parecía extraviado que echado a propósito porque no tenía escrita la leyenda que se acostumbra: “Este libro no está perdido, lo dejé para quien lo encuentre”.
En el libro callejero que encontré, “Falacias de la psicología” dice Rolf Degen que: “…la mayoría de la gente sana más rápidamente muchos de sus trastornos mentales si no acude a psicoterapia”
Añade Sergio Parra: “…Pero gran parte de la psicología se ha caracterizado por un desfile de teorías que, con el tiempo han ido revelándose como simples modas pasajeras incapaces de responder a las grandes cuestiones sobre la naturaleza humana”. Y comenta Andrea Abele-Brehm: “Si la gente llegara a enterarse de lo que hacen realmente los psicólogos, dejarían de tenernos respeto”
Se podría asumir que la psicología se destacó porque la filosofía no era entendida del todo y algunos más livianos de mente decidieron que eso eran patrañas de predicadores sin oficio ni beneficio, sin embargo, entendían la complejidad de la mente y sabían que esos viejos desocupados llamados filósofos pensaban, razonaban y sobre todas las cosas usaban el desatendido y muy certero sentido común.
Es mi opinión, la psicología académica es solo una forma de recordarle al ser humano que el sentido común y la lógica natural de cada cerebro es lo que hace que se entienda a otros y a sí mismo, y que los estudiantes podrán ayudar a los que pobremente han explorado sus sentidos, actos y consecuencias.
Desarrollar los sentidos no es cosa de otro mundo, no se trata de extraterrestres o cosa exclusiva de los adivinos, profetas o estudiosos de las letras y las artes; es cosa tan simple como pensar, en pocas palabras usar el cerebro. Supe de muchas personas que eligieron como carrera universitaria la psicología porque no requería de las matemáticas, no sabían que el requisito principal de la psicología es precisamente, pensar y razonar que al final es lo mismo que se hace cuando se suma, se resta, se multiplica o se divide. Otros muchos eligieron otras carreras que no requieren de las matemáticas y se refleja por ejemplo, en el sistema judicial, aunque éste es tema aparte.
Para usar el sentido común hacer falta conectar situaciones, hechos, actitudes y buscar la referencia entre las cosas, las personas y las vivencias, las acciones y las consecuencias. Ser analítico no es la proeza que se quiera realizar, se dice que esto nos hace complicados e irracionales, solo que una vez entrenados por cuenta propia y con mucho valor, esto del sentido común simplemente se vuelve parte de la vida cotidiana de cada uno, aunque los demás se aburran de escuchar.
No es necesario tampoco, hacer uso de estimulantes agresivos como lo hizo Freud durante toda su vida para conectar con el ser interior y descubrir lo que le sucede a los demás. En ese caso el sentido común, la lectura y la filosofía natural del ser humano son el mejor estimulante, cosa que nos convertiría a todos en expertos del razonamiento, la armonía y el comportamiento humano sin necesidad de ayudas externas.
Grandes filósofos como Diógenes y Antístenes, precursores de la disciplina de los cínicos, seguían entre otros a Platón, porque se interesaban en lo que él decía y lo llevaban a la práctica, si les funcionaba lo compartían; muchas veces lo compartían advirtiendo que a ellos no les había servido de nada, sin embargo lo dejaban al conocimiento de los demás. Usaban su cerebro porque decidieron un día dejarlo todo para explorarse sin nada material o cómodo, cargar un cráneo arriba de los hombros tendría que tener una razón.
El único libro que he encontrado en cada siembra de libros ha sido “Falacias de Psicología” de Rolf Degen, que más bien vino a darme la razón tropezándose conmigo a media calle, cuando mi bicicleta se atoró en un bache.
Por eso estoy aquí
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