La indiferencia mata

A los adultos se nos olvida que cuando adolescentes, tuvimos momentos desoladores...

30 de mayo, 2017

A los adultos se nos olvida que cuando adolescentes, tuvimos momentos desoladores que provocaron un pensamiento fatalista. Pensamientos como “no valgo nada”, “a nadie le importo”, “nadie me quiere”. O reclamos a los padres con frases como: “para qué me tuviste”, “quieres más a mis hermanos”, olvidamos que alguna vez pensamos cosas horribles como “ojalá se muera” o bien, “ojalá me muera”.

En estos tiempos, la adolescencia, sin que tenga relación con las drogas, ha sido la misma siempre. Las épocas cambian, sí, solo que la intuición, el instinto y la voluntad de los padres debe persistir y fortalecerse, precisamente porque el tiempo de sus hijos es cambiante, y el instinto y la voluntad no son materias escolares, son habilidades y atributos que deben estar presentes siempre.

La escuela no educa, la escuela enseña. Si se manda un hijo agresivo y triste a las aulas, repartirá y contaminará a otros que no tengan fundamentado el concepto de respeto y criterio desde casa. La ignorancia ha sido catalogada hacia las zonas marginales por el hecho de no saber leer y escribir, y no, los jóvenes “civilizados” también son presa de la ignorancia, de la desatención y la falta de educación moral, niños llenos de cosas protegidos en ambientes opulentos y faltos de responsabilidades.

Los suicidios y desapariciones de niños y jóvenes suceden todos los días, en todas las esferas. Hijos de la mal llamada gente bien, hijos de padres ausentes y de familias en pobreza. Así como las drogas no distinguen las clases sociales, el suicidio tampoco. Las dos situaciones son cuestión de decisión, de querer o no querer y el niño o joven desprotegido emocionalmente es vulnerable a esos dos peligros.

Hoy, los niños inventan juegos y retos muy peligrosos, se amontonan en el mismo espacio para probarse únicos. En otros tiempos el gran reto entre los menores era fumar y tomar café o cerveza, así de inocente se pintaba el mundo hace muchos años, esto era motivo de alerta para los padres y motivo de celebración entre los chicos. Antes, era una esquina de cualquier calle entre conocidos, ahora son las redes sociales atiborradas de desconocidos acechando mentes débiles. Antes, desde esa esquina se podía ver cuando los padres se acercaban buscando a sus hijos y, mientras unos alcanzaban a correr aventando el cigarro, otros eran atrapados por sus padres, castigados por una semana sin ver televisión. Hoy, los padres no buscan y no alcanzan a sus hijos, por lo que los niños ni siquiera tienen que correr.

La etapa de la juventud es riesgosa para todos y fue igual para todos, esa parte no va a cambiar nunca, lo que cambia es la edad, ya hay adolescentes de nueve años. Todos, hicimos cosas no permitidas para la edad, es la parte de descubrirse y avanzar, lo también, mal llamado normalidad.

Nunca se sabe qué pasa por la mente de un jovencito que se atrevió a ir en contra de los preceptos familiares, a veces se sienten tan culpables de haber fallado a su educación, que se castigan de muchas formas y consideran que no vale la pena remediar una equivocación. Se castigan no estudiando, molestando a los compañeros para que los molesten a ellos o tratando a los demás como los tratan en casa, se castigan antes de ser castigados. Por otro lado, hay jóvenes que cuando nadie los castiga o regaña, sienten que no los quieren y sienten que no merecen vivir.

No se debe enseñar lo que los jóvenes no deben ver o hacer, se tiene que preguntar qué han visto. Los niños son la mejor fuente de información de los peligros que existen en su mundo porque el mundo de los adultos ya no existe y hoy por hoy, el tiempo ido, no sirve para dirigir a los chicos. Acompañar a los niños en su etapa sin quitárselas, preguntar, no advertir. Educar, no imponer. El futuro de los niños es mañana, no cuando sean grandes, ellos no alcanzan a ver tanto tiempo, al ver el mundo de los adultos, tan revuelto y sin orden, los chiquillos se rebelan y lo menos que quieren, es crecer.

Leí comentarios en una publicación que habla de otro juego “nuevo” de los adolescentes, aunque este, comentan, no es nuevo ni original que consiste en apretarse el cuello hasta desmayarse, no sé cuál sea el motivo o qué sienten. Una persona comenta que ella lo hizo con sus amigos hace muchos años y que se desmayó una vez, dice que pensó que era chistoso y trató de hacerlo con su mamá, platicándole que lo hacían sus compañeros. La mamá por supuesto, cuenta ella, de inmediato corrió a avisar a los otros padres y el jueguito absurdo se acabó entre ellos.

Si se tienen hijos o si están pensando en tenerlos, reconozcan que las calles no están hechas para ellos, que las escuelas son comunidades y ahí se revuelven todas las educaciones, mañas, vicios y desequilibrios, que todos los lugares a donde llevan a sus hijos tienen peligros y amenazas. El embarazo y el bebé son lindos, es la etapa de amor y dulzura que parece será eterno y no es así, el peligro no está en la cuna, está en la calle. Se debe, antes de pensar en acumular bienes, fortalecer el entorno de seguridad familiar, es lo único que puede salvar a los chicos de los peligros y a los padres del dolor de verlos perdidos o muertos.

Son tiempos en que a los niños se les pregunta, no se les enseña, después de todo, cualquier advertencia para los adultos resulta tan ineficaz como les resulta a los niños. Muchos adultos no quieren escuchar, no quieren hablar porque no se atreven a pensar. Este mundo revienta y porque la indiferencia mata, la juventud se está muriendo.

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