Juventud desaparecida

Los niños no se drogan porque sus padres lo permitan. Los jóvenes no buscan la droga, la droga los encuentra a ellos.

3 de enero, 2017

Los niños no se drogan porque sus padres lo permitan. Los jóvenes no buscan la droga, la droga los encuentra a ellos. Las familias no planean tener hijos drogadictos o alcohólicos. Todas las épocas han sufrido del mismo mal, en todos los tiempos y lugares, la droga se ha escondido para salir al encuentro de cualquiera, sin distinción.

Tampoco está en los planes de un joven engancharse en una adicción y cuando esto sucede, son los últimos en enterarse de que han caído en esa dolorosa prisión. Ellos lloran más que sus familias y se protegen en la rebeldía, la superficialidad y las groserías. Se ven a sí mismos en la profundidad de las alucinaciones que no quieren tener y salen de ellas en conflicto con la realidad, una realidad que, al asustarles tanto, vuelven a hundirse en su propia oscuridad y llegan al punto de no poder entender, de no querer reaccionar.

El mundo que conocen en su adicción es un mundo propio del que prefieren no salir y es, además, un mundo que nadie puede descifrar. La adicción no se marca con una barrera que se deba romper, el momento de quiebre que pueda experimentar una persona cuando la adicción llega, es invisible y se traspasa en silencio, a ciegas; la adicción se convierte en una enfermedad buscada, adquirida por propia voluntad hasta que la voluntad desaparece y aparece la enfermedad, muchas, o la mayoría de las veces, incurable.

Han desaparecido muchos jóvenes en los últimos meses, se llenan las publicaciones con fotografías de chicos y chicas de todos los niveles socioeconómicos, sus familias los reportan como extraviados y lo que tienen como respuesta son agresiones e insultos por parte de los malos lectores en las redes sociales y si son niños bonitos, hijos de gente conocida las agresiones son aún más fuertes. Por otro lado, si quienes aparecen en las fotografías, no son tan “bonitos” la burla y la denostación es protagonista en los comentarios de la gente.

La violencia que existe en las calles, los secuestros, asesinatos, los absurdos juegos de desparecer por unas horas y las huidas de muchos jovencitos de sus casas porque les castigaron el celular, hacen que la población se refiera, juzgue y critique cualquier desaparición como una más de chamacos escapados cuando en realidad, todos corren el mismo peligro, están expuestos a la delincuencia que está más organizada que las autoridades encargadas de la seguridad.

Me imagino cuántos criminales estarán pendientes de los muchachitos reportados por sus familiares, serán los primeros en buscarlos, encontrarlos y hacerlos presa de sus perversiones. Se sabe que, cuando un delincuente quiere ser parte de una pandilla de criminales, uno de los “requisitos” es matar a alguien y ese alguien, puede ser la persona que está perdida.

Y qué tan peligroso puede ser exhibir tantos datos, fotografías, sobretodo la media filiación. Si pudiéramos usar un cerebro criminal, estas publicaciones no son más que el menú o el catálogo para los los tratantes de personas, los asesinos. Si los jovencitos, todos, cuerdos y limpios se ubicaran en un callejón a media noche sentirían el miedo que no sienten cuando se escapan o cuando se drogan, las emociones se inhiben y es cuando pueden meterse en la boca del lobo sin detenerse.

Ese mundo del adicto, no es el mundo del sano y sí, es el mismo de los delincuentes, ahí radica el peligro más grave. Las familias, en general, no quieren que sus hijos esquiven el camino sano, los jóvenes solos se inventan el rumbo por parecerles divertido y arriesgado, es cierto, la atención que no tienen por parte de los adultos provoca que ese camino se extienda para sus hijos y son los jóvenes quienes se adentran hasta que se topan con la muerte.

Un mucho de compasión se requiere por parte de cada uno que decida compartir información de las desapariciones, mucha paciencia de quien recibe la agresión, aún más, se requiere de conciencia y razonamiento para quien se precie de bondadoso, tenga cuidado cuando comparta y distribuya información que no es verdadera. Bonitos, feos, pobres o ricos, todos tienen derecho a ser protegidos sin importar la razón de su desaparición.

Las redes sociales serán cada vez peores, hay sitios que publican noticias falsas para conseguir entradas, son negocios entre la delincuencia que se premian o compiten por la cantidad de “likes” y “shares” y los usuarios, sin querer y sin tener una mala intención, están haciendo crecer las redes de criminales que viven entre nosotros, entre nuestra propia red cibernética.

Ya las redes sociales son como salir a la calle oscura, como querer salir en un día de tormenta o de sol en el desierto, primero se toman las precauciones necesarias para poder adentrarse a un mundo de peligros silenciosos. Cuidado con lo que leas, cuidado con lo que compartas, puede ser que seas tú quien esté exponiendo a los jóvenes desorientados ante un peligro mayor, sobre todo, no insultes a los afectados cuando el problema no es tuyo.

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