En la obra de Teatro “El Cerdo” además de la excelente actuación de Jesús Ochoa se encuentra la más clara metáfora en la vida de los seres humanos. Así tu chiquero, mi chiquero, tus cuatro por cuatro metros y mis cuatro por cuatro metros se convierten en una realidad latente para muchos, la bien llamada zona cómoda caminada en círculos una y otra vez.
Jesús Ochoa presenta a un cerdo que tiene voz, que sufre se agobia y casi llora, su paseo en diagonal dentro de su chiquero le da más espacio para pensar y razonar, esa longitud le da la perspectiva que lo hace feliz.
Su cubeta de agua cambiada constantemente de lugar y su comedero automático lo pueden exasperar al punto de la histeria -que no sucede porque sabe todo- sabe más que todos porque ha vivido en la experiencia de cada día, desde su infancia hasta el momento de su muerte y nada lo atormenta suficiente.
Intenta un escape que lo liquida y lo hace regresar a su chiquero del que no tiene la certeza cuánto mide de alto aunque haya intentado medirlo alguna vez cuando logró empujar sus patas y alzar su hocico, eso es lo único que no sabe de lo demás-dice- lo sabe todo.
Tu chiquero, mi chiquero y todo lo que contiene con medidas aproximadas o exactas, los miedos de cuatro por cuatro, la zona cómoda a la que no se le alcanza a ver la altura porque se basta con caminar de pared a pared en línea recta o para extender el camino, en diagonal, quizá asomarse a veces por encima de la barda y desear brincarla y no sucede. La reducida capacidad de querer explorar el afuera que se imagina y que no se ha tocado más que con un pensamiento en diagonal.
Caminar en redondo, en círculos dice El Cerdo que lo marea, no lleva a ningún lado y lo desorienta todo el tiempo. Como cuando su cubo de agua no está en el lugar y tiene que arrastrarlo con sus patas justo a un lado de su comedero.
Tu cubo de agua, tu comedero la comodidad de saber que está y que debe estar siempre igual, en el mismo lugar como los pensamientos, las ideas, las reflexiones que por estar siempre en el mismo lugar no avanzan, no se concretan, es por eso que El Cerdo quiere el mismo lugar para ellos, no el que su cuidador quiera, necesita tener la seguridad de ver sus cosas aunque éstas estén vacías y tenga que esperar a que alguien lo llene, así los escondites en el pensamiento viejo y las actitudes recurrentes se vuelven inservibles en la vida de los seres humanos.
Y El Cerdo quiere también ser amigo de su cuidador, quiere abrazarlo a veces y más veces quiere echársele encima porque no lo ha dejado salir de su cuatro por cuatro, la codependencia en la que se aprende a vivir amando y odiando al mismo tiempo.
Es la incongruencia Tú Cerdo, Yo Cerdo cuando alcanzan los ojos a ver un horizonte que pinta belleza y se desea solo que falta el atrevimiento para ir, aun cuando la puerta haya quedado abierta más por accidente que con intención.
El Cerdo sabe de su muerte, y sabe porqué su comedero está vacío.
Se sabe, lo sabes Tú Cerdo, lo sé Yo Cerdo que cuando las cosas de la vida no fluyen es que ya se terminó, que los pasos deben empezar a ser en diagonal y dejar de pensar que el círculo es una señal de infinito eso es solo rodar y marearse.
Y que el comedero esté vacío no significa la cercanía de la muerte física, es la muerte de las cosas que ya palidecieron y que se han esfumado, que la necedad de insistir en algo que no tiene más cuerda es precisamente lo que provoca la muerte inminente, la muerte de la esperanza, de la razón, de la necesidad de crecer.
Yo Cerdo, Tu Cerdo y Jesús Ochoa espectacular como el más grande los cerdos filósofos, nos abre la puerta del chiquero en forma intencional para por fin, salir de la enredadera en la que los cerdos suelen quedarse a trompear la batea y a revolcarse en el lodo esperando ser llevados al matadero.
Sin la perspectiva correcta el ser humano está destinado a vivir en una zona en la que un día todo deja de ser cómodo y lo único que le queda es esperar la muerte total eso sí, con paciencia porque la muerte tampoco llega solo por pedirla, igual que al Cerdo, es cuando su cuidador decida, no cuando él quiera.
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