El presidente tiene miedo

Algunos han sonreído mientras jalan el cordón para hacer sonar la Campana de Dolores...

23 de septiembre, 2016

Algunos han sonreído mientras jalan el cordón para hacer sonar la Campana de Dolores, otros lo hicieron con un solemne gesto, otros lo han hecho cual campaneros de iglesia en llamada a misa. Unos, han ondeado la bandera casi con orgullo, otros lo han hecho como soplando el anafre, otros la han dejado volar ayudada por el viento.

Y uno, tocó la campana con coraje, el cordón se sacudía con esa rabia que siente el Pueblo. El gesto agresivo de Peña, la fuerza en su mano y la presión en el cuello mostraron un muy controlado enojo y al ondear la bandera parecía que sacudía un tapete lleno de polvo, la furia en sus palabras durante la corta perorata sonó igual a las consignas vociferadas desde abajo, él gritó: ¡mexicanos! (*&%$), mientras que en la plancha de zócalo se escuchaba lo mismo, solo que sin símbolos.

La sonrisa en Peña, no apareció mientras estuvo en el balcón central y detrás de él, su tercera dama actuando la mueca más parecida a una sonrisa. La pareja presidencial estaba enojada, la frustración de los mexicanos, acarreados o no, llegó a Palacio Nacional, el mal humor quedó ya instalado en el presidente porque él también fue un acarreado.

Y Peña, ahora ya sabe lo que es el mal humor. El pueblo enojado con él, él enojado con el pueblo y no encontrando salida inmediata, arremetió contra la inocente campana sacudiendo el cordón y estrellando el badajo una y otra vez mientras, su rostro opaco, en verdad enardecido mostraba la decadencia de su gobierno. ¿Está de mal humor, Peña? así como, ¿a punto de perder la cordura?

¿Una marcha para que renuncie Peña? La policía impidió el ingreso a quienes ya estaban organizados para ello, y los obligados, torta en mano, que sí pasaron la revisión policial, que no traían machetes ni cuchillos, que no les encontraron resorteras ni bazucas decidieron no gritar y eso, dice más que mil palabras.

Con ojos cerrados, el grito.

Para agrandar la marcha, el mismo gobierno mandó traer personas desde lejos, les llaman acarreados. Ellos también eran parte de la marcha, tampoco querían ir y pudieron haber hecho mancuerna con los demás, aunque muchos decidieron mejor, guardar silencio. En los rincones del país se gritó, se pidió, se exigió una renuncia.

Esa fue una multitudinaria marcha a la que todos fuimos convocados, todos asistimos en un lugar u otro y a todos se nos olvidó contestar al unísono otra cosa que no fuera lo que se debe, lo que está escrito y lo que ni siquiera sabemos si fue desde su origen en 1810. ¡Viva, México!  -¡Renuncia Peña!, en lugar de los ¡Vivas! El presidente supo y escuchó, sí sabe que hubo silencios, sí sabe que no lo queremos.

Una renuncia a estas alturas, no sería la mejor opción tomando en cuenta que no hay nadie que quiera subir a barrer la basura, a limpiar la sangre derramada y acomodar los dineros en otro lugar que no sean los bolsillos de unos cuantos.

Que Peña renuncie no resolvería ni uno solo de los problemas por los que sufre México. El gabinete entero, pelearía por la silla igual como lo hacen los narcotraficantes cuando han cortado la cabeza del jefe, a balazos, con sangre y con mentiras.

El lado humano en la escena del Grito, la muestra clara de que la familia y los seres queridos siempre serán el remanso de paz para todos sin importar lo que suceda en la vida exterior, volver los ojos a la familia es sin duda, el mejor lugar que cada uno pueda tener.

Terminada la arenga, cuando los hijos del presidente salieron al balcón, la expresión de Peña se transformó de un gesto amargo a una sonrisa, de la tensión a la relajación, se veía pues, casi feliz; sus hijos son ya, el único lugar que le queda para sonreír, para sentir seguridad. Ojalá Peña pensara en eso y tuviera consideración para con las familias del pueblo entero.

Eso sucede con los mexicanos después de ver, saber, conocer y lamentarnos por las injusticias del gobierno, siempre volveremos a nuestra zona cómoda en donde está la gente querida, con quienes podemos reír y ser, sin ser juzgados.

Es la familia el lugar perfecto para acurrucarse durante la tormenta y la sonrisa de Peña, como ser humano y lejos de enaltecer la figura presidencial, es lo que marca su verdadero estado de ánimo. La aparente solemnidad con la quiso presentarse ante el pueblo fue una gran revelación: ¡El Presidente tiene miedo!, está harto de todo, de su esposa, de fingir, de nosotros, de sus propias mentiras. Su expresión reflejó claramente que solo junto a sus hijos es cuando se siente seguro.  

Sí, el presidente tiene miedo porque después de todo, no deja de ser un ser humano como todos y también está de mal humor.

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