No tengo fotografías ni libros firmados, no tengo una historia en persona, tampoco tengo la colección completa de su obra. Tengo sí, mensajes, un par de poemas, libros y un cuento epistolar creado en el transcurso de los años sin presencias ni encuentros, así es la amistosa literatura a veces, no es necesaria la cercanía cuando los afectos y la comunicación es frecuente a través de las letras.
Y Guillermo Samperio, fue para mí, una especie de Pen Pal sin letras manuscritas y sin papel porque la modernidad dicta que éstas sean digitales, que para el caso da lo mismo, se escribe dejando las huellas digitales en un teclado y cada letra suena.
Conocí a Guillermo el jueves 19 de mayo de 2005 cuando presentó La mujer de la gabardina roja y otras mujeres, en la Sala de Lectura del Centro Cultural Tijuana. No compré su libro en esa ocasión, de cualquier manera, me acerqué a saludarlo. Las oportunidades para conocer a un autor no se dan todos los días y darle la mano al escritor es como robar un poquito de su pluma y con suerte, se pegue algo de su talento.
Hay escritores que son lo que escriben, otros no escriben como hablan y los hay muy congruentes hasta en los autógrafos. Guillermo gustaba de ver a los ojos de la persona que se acercaba para obtener su firma y, si la fila no era larga, se entretenía en hacer un comentario acerca de los ojos, la sonrisa o el atuendo de su lector, después, firmaba. Cada acercamiento con Samperio en sus presentaciones, era como un mini cuento que dejaba con ganas de seguir leyéndolo a falta de no tenerlo siempre para reír y profundizar frente a una taza de café.
Tomé después, muchas tazas de café leyendo Anteojos para la abstracción o Gente de la ciudad, era lo mismo que platicar con él en un silencio que abrazaba muchos sonidos, sus libros todos hacen ruido y tienen su voz, solo necesité mis ojos para escucharlo. Con el tiempo, me hice de otros libros y tuve comunicación con mi tocayo, como me saludaba en cada uno de sus correos: mi tocaya Luisa. A veces, me mandaba cuentos porque decía que no pasaba mucho en su vida y se le ocurría escribir el inicio de una aventura, que yo debía continuar.
Inventamos un bosque a lo largo de varios correos. El bosque, dijo, había que construirlo dentro de su casa porque los doctores lo tenían en reposo absoluto. En ese lugar dijo, se podía jugar damas chinas a la sombra de un árbol.
-Las damas chinas, ¿son las de las canicas? -pregunté-
-No, son las que traen un moño muy lindo en la parte de atrás de su cabeza y se les ve remono.
-Y, ¿esas damas, están presentes con los visitantes mientras duran los festines?
-Ellas duermen en el árbol. Allí están sus habitaciones y, desde luego, ellas se van a sus sagrados ‘durmimientos’ en unas lindas almohadas confeccionadas por ellas mismas.
– “Querida Luisa: No pude responderte antes debido a que me encontraba en el Hospital de Enfermedades Respiratorias al sur del DF y a veces es necesario quedarme allí para que registren y analicen la problemática de mi sistema respiratorio afectado: evalúan diversas posibilidades, tal vez la operación; hasta el momento, he seguido todas las indicaciones de los especialistas. Me repongo despacito” Luis Guillermo.
-Un ¿un quirófano? ¿es el mejor lugar que pudieron encontrar? Bueno, a veces esas cosas necesitan destellos de luz incandescente para desaparecer. Lleva, además del sombrero un puño de colores que bailen mientras se te antoja dormir, al antojo de los hombres de blanco. Luisa
Cada vez, la comunicación se espaciaba como resultado de sus malestares y también, porque el tiempo lo “desperdiciaba” dijo, en inventar cuentos.
No hay mejor forma de desperdiciar el tiempo que escribirlo -contesté-
– “Querida mía: Estoy esforzándome por salir adelante de la enfermedad (es) y sigo las recomendaciones médicas. Aquí te mando un poema; espero que sea de tu satisfacción, agrado y placer y todo lo demás también, como diría mi compadre Calamaro: (s/t) No hay brunas flores angustiadas, ni explotan en el abismo cotidiano. No hay dardos de adormidera en corazones frágiles, no hay torres en cerco ni cimitarra ni arcabuz ni ballesta, nada de ello en este lapso de lirios del bosque húmedo de nuestras amistades. Hay floraciones encendidas, la hojarasca refulge al posarse tu pie blanco en estas hojas sepioverdosas. Una entrega mía sin contornos de sombras astutas. P.S. Quedó allí medio enchocolatado, pero hasta eso, tiene sabor”
Gracias, Guillermo. El poema ‘enchocolatado’ es una buena compañía para una tarde de nubes. Las distancias, como las buenas amistades nunca son lejanas. Luisa
Por su enfermedad y haber estado hospitalizado, Guillermo no pudo viajar el día establecido para su presentación en la Feria del Libro de Tijuana y le negaron el cambio en su vuelo. Además de haberse enojado, se puso muy triste y me escribió: “Con manos tristes abre el paraguas negro, se encamina al torrente por la calle escondida en los rayones de agua. La lluvia desampara todavía más al hombre ya de por sí perdido bajo los aguaceros de turbios desamores. Desde algunos vidrios, la gente mira un pulpo de brazos melancólicos flotar entre la lluvia” Tu tocayo, Guillóm.
Sin poder hacer nada para remediarlo, solo atiné a contestar: “Y tras el vidrio empañado, un dedo hace la figura de una ola que termina en forma de lágrima, el pensamiento sale como ráfaga tibia a las manos del pulpo que no deja de caminar. No son manos tristes le dijo, son las ganas de abrazar los aplausos que mereces, las palabras de los desconocidos que digan que existes, el beso de todas las aquellas que solo saben escribirlos. Aquí llueve también y las calles se quedan esperando que el hombre del paraguas pase, cierre la negra sombra sobre su cabeza y sonría, porque la gente tras los vidrios saldrá en estampida para secarle la lluvia, arroparlo con calidez y recordarle al oído lo importante que es.” Luisa.
En otro tiempo, quien detuvo los mensajes fui yo, “Prometo escribirte pronto, Guillermo, acabo de terminar con las quimioterapias” Luisa.
– “Estoy feliz, de verte recuperándote. Cuida mucho tu salud. En aquel bosque, Luisa, yo estoy empezando a colocar despacito, mi imaginación, allá, en la rama más alta del árbol donde duermen las damas chinas. Te mando muchos besos, Tuyo: Luis Guillermo Samperio”
Fue su último mensaje.
Adiós, Tocayo, los árboles ya bailan al ritmo de tus ocurrencias.
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