El cerebro en vacío

Anastasia, la joven que presuntamente asesinó a su madre y hermana vive segura ahora en otra cárcel, una real que sus ojos pueden ver.

14 de agosto, 2015

Anastasia, la joven que presuntamente asesinó a su madre y hermana vive segura ahora en otra cárcel, una real que sus ojos pueden ver. La otra cárcel, la peligrosa está dentro de ella.

La veo, está en un evento en el que se presenta el talento de las internas de la Penitenciaria en la final del concurso anual de Cultura y Deporte, está incluida en la actividad como parte de la observación y cuidado que requiere porque no se sabe en dónde está su cerebro.

Al ser humano se le puede privar de absolutamente todo, encerrarlo,  dejarlo en completo abandono y olvidarlo para siempre. Se le puede inhibir la función de brazos y piernas incluso privarlo de la voz  lo único que nadie puede quitarle a una persona mientras respire es el privilegio de sentir, la libertad de pensamiento y la forma de imaginar un mundo aparte para bien o para mal.

El cerebro de Anastasia es una ciudad de tan compleja construcción que ubica en sí misma el tráfico y la aglomeración de pensamientos, sensaciones y emociones; actitudes y decisiones que solo ella puede maniobrar y nadie tiene acceso a ese lugar de ruidos o silencios permanentes.

Cualquier palabra que pueda pronunciar y la expresión corporal no será nunca parecido al interior, súbitamente su mundo interno cambia de trayecto para instalarse con la mirada en un abismo sin fin, a nada responde, nada suena, nada se mueve. Ella persiste en vivir en ese mundo muy privado y profundo, puede escuchar atenta y responder monosílabos, dentro existe la consistencia en contestar lo que los demás quieren escuchar, no lo que ella piensa.

Quizá haya dejado ir al demonio de cuchillos, tijeras y cucharas quizá lo tenga guardado como reserva para usarlo cuando su mundo imaginario se destruya otra vez, quizá ese demonio en realidad nunca existió.  

La han tenido que privar el derecho de vivir en otra libertad para su protección, para protección de la sociedad, por ley.

Sus ojos azules y su rostro no tienen expresión alguna, sus manos permanecen quietas, su cuerpo erguido siguiendo la línea del respaldo en la silla y solo sus ojos juegan con el movimiento frente a ella, es estar sin estar, su conflicto se estaciona y se direcciona a la nada.

Sus compañeras cantan, bailan se esfuerzan por lograr sus mejores actuaciones, las porras suenan acordes con la alegría que están viviendo, dentro de todo el orden y el régimen que estos eventos requieren la ‘fiesta’ la vive cada una de ellas y me pregunté en un momento: ¿Habrá Anastasia visto una alegría tan sana alguna vez en su vida?

Responde por momentos a la música,  le mueve ligeramente los hombros hacia atrás, la hace respirar profundo sin demostrar emoción. Su única expresión existe en el área entre sus hombros y el cuello debajo de la barbilla, contiene la respiración cuando suena ‘I’ve had the time of my life’, si esa fue una canción que bailó probablemente lo estén recordando los músculos de su cuello y relaja los hombros hacia abajo. Cuando suena ‘Te hubieras ido antes’, sus hombros suben y se mantienen así hasta que termina de cantar la compañera concursante, ella nunca mira a la cantante durante su intervención. Con los acordes de ‘A dónde va nuestro amor’, endereza más su cuerpo y se pierde en otra lejanía extraña. En la entrada de ‘Qué bonito’ empuja los hombros hacia el frente encorvando su espalda con respiraciones lentamente profundas, su mirada sigue perdida en un lejos más abierto y se mantiene igual hasta que termina la música.

Sus movimientos son mínimos. Obedece y cambia de lugar cuando le corresponde para volver a su silla y tomar la misma posición. Le dieron pompones para las porras y los sostiene en la misma mano todo el tiempo que transcurre el evento, aplaude cuando todas aplauden nunca sonríe. Nunca mira a otra parte que no sea el frente que eligió desde el principio. Son tres horas en las que ella paseó por un mundo incógnito y sin expresión, sin intentar siquiera cambiar de posición.

El cerebro humano y su complejidad desvirtuada también vive en las calles, en los hospitales psiquiátricos, en las cárceles, en miles de hogares.

Estudiar a Anastasia como principio de un entendimiento a su personalidad, elaborar un detallado examen de observación y corroborar la ciencia, la psiquis y la legalidad en un solo individuo puede ser el inicio de un proceso en el que quepan muchos individuos más además de ella.

Me parece que sería un error pensar en enviarla a un hospital de salud mental y darle tratamiento medicado, sería como haber leído el libro y cerrarlo sin haber entendido su contenido.

No soy psicóloga de academia y entrenamiento y no es necesario serlo para ver que ella vive en otra parte, mi sentido común funciona como avispero cuando algo diferente está frente a mis ojos y se empeña en descubrirlo aun cuando solo quede en letras la descripción de un objeto llamado persona o de una persona que puede convertirse en objeto sin dejar de respirar.

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