Eclipse político

Les dirán lo que quieren escuchar, les dirán que harán lo que deben, dirán que harán que lo que ustedes pidan.

25 de agosto, 2017

Les dirán lo que quieren escuchar, les dirán que harán lo que deben, dirán que harán que lo que ustedes pidan. Jurarán que cumplirán su promesa, les dirán todo lo que los haga sentir agradecidos, los harán sentir patrones. Se arrodillarán humildes ante el pueblo, ensayarán sus mejores gestos, congelarán su sonrisa, los abrazarán cariñosos y les darán una tarjeta de presentación con un teléfono falso.

Los adictos, los mentirosos y los mendigos funcionan así. Deben prometer lo imposible con tal de obtener unas monedas, una vez conseguidas, vuelven a lo suyo, a la vida incómoda en la que viven muy cómodos.

Los mendigos estorban el paso del peatón sentados en las orillas de la calle, afuera de las iglesias, en los semáforos, buscan pues, el trayecto de la gente que se mueve porque la gente que se mueve tiene trabajo y dinero y casi siempre puede regalar un poco a quien tenga un gesto adolorido, a una señora con un niño amarrado en su rebozo, a un hombre sin brazos o a una anciana de piel ajada que vende chicles.

Los adictos se guardan mientras la droga rige sus vidas y salen con un trapo para limpiar parabrisas y pedir dinero antes de que llegue la malilla. Al mismo tiempo que limpian el auto de lujo, observan para robarlo en ese momento o más tarde.

Los mentirosos existen en todas partes, en la mejores y las peores familias. En las empresas, en las instituciones y todos se valen de un suceso terrible inventado para conseguir cualquier cosa. El mentiroso también prometerá no volver a mentir, dirá lo que sea en su favor y para su beneficio, después, conseguido el fin, volverá a mentir.

Los adictos, mendigos y mentirosos pelean por un espacio en las calles, se revuelven unos y otros hasta que no saben quién es quién, después de todo, todos tienen la misma intención, robar.

En eso se convirtió la política nacional, en una bandada de limosneros, mendigos y adictos. Estos, de traje, perfumados y con zapatos lustrados. Son adictos al poder, mendigan atención y mienten los afectos. Estos, se presumen en públicos masivos para gritar mentiras, rogar por un voto y decir lo que la gente quiere escuchar. Después de recibido el voto, obligado o voluntario, vuelven a su trono y desde ahí, los socarrones saborean las mieles de su falso triunfo.

Los políticos se revuelven igual, se pelean las calles, las esquinas y los parques igual que los otros. Hacen lo mismo que los otros y todos, tienen la misma necesidad: poder. Poder drogarse, poder ser flojos, poder engañar, poder robar. Partidos políticos de todos colores empiezan con mayor dureza la guerra de discusiones, la presunción del liderazgo y el enfrentamiento de poderes; entre ellos todo es pelea, ante el pueblo, todo es una guerra de palabras y denostaciones.

2018, será la peor ofensa que pueda sucederle al país porque será muy difícil que los candidatos puedan convencer a los electores y lo que digan, será mentira. Las propuestas de cada uno requerirán de más inventos, muchas mentiras y más promesas increíbles para conseguir su limosna. Actuarán como adictos en malilla, como mendigos que no han alcanzado la cuota.

En las próximas elecciones, se visualiza un ambiente muy difícil para todos, políticos y pueblo. Ninguno está dispuesto a ceder, las mentiras serán de ida y vuelta. El dinero y la promesa de un mundo feliz serán protagonistas de las campañas. Para obtener grandes resultados, se tendrá que provocar más pobreza, más homicidios, más decomisos de drogas porque el mercado de necesitados, pobres y enfermos es el manjar de los políticos.

Aun cuando el pueblo ha manifestado su desatención e indiferencia a los mensajes y acciones de los políticos, no ha sido posible que se logre un cambio en la política mexicana porque antes de que esto suceda, las amenazas y condiciones están puestas sobre las mesas de cada hogar, en los escritorios de cada oficina y, en letras chiquitas, en los contratos de quienes trabajan en instituciones y dependencias de gobierno.

De la misma forma que debimos proteger los ojos durante el eclipse, de la misma forma deben protegerse los ojos del ánimo, la prudencia y la cordura durante el eclipse político que se vive todos los días y que estará en su punto máximo en 2018. Ese eclipse de círculos rojos, azules, verdes, amarillos, naranjas, morenos y sin color, unos encima de los otros, bloquearán en su totalidad la credibilidad y pueden cegar cuando la luz del destape se cierna en el país. Ante el eclipse nacional, no hay lente que nos proteja suficiente y habrá que protegerse los oídos para que tanta barbarie no nos deje sordos también.

Todavía quiero creer que el Nuevo Modelo Educativo no tenga recovecos y que sea capaz de formar ciudadanos con conciencia suficiente para erradicar el mal que nos aqueja hoy. La educación nos hará libres, porque la verdad ya no existe en boca de los políticos.

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